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Promocionar el voto nulo conseguirá tres efectos nocivos para Yaku Pérez: uno, aplastarlo bajo una montaña de votos válidos; dos, diluir su votación, y, tres, convertirlo en un débil facilitador para el retorno del populismo delincuencial
El tercer finalista en las presidenciales de 2021 inició su campaña por el voto nulo. Yaku Pérez se propone superar los resultados obtenidos por sus primeros adversarios y anular las elecciones. La finalidad es convocar a una nueva competencia, lo que resulta un objetivo imposible. Lo confirman los números y la lógica.
En Ecuador el voto nulo es inútil. Aunque es una opción legítima y hasta respetable, no tiene ninguna posibilidad de convocar a nuevas elecciones. Esta no sería la primera vez que defiendo la importancia del voto válido, que me opongo al voto nulo porque facilita el ascenso de los oportunistas y que denuncio que detrás de esta maniobra se esconde una trampa. Promocionar el voto nulo es una zancadilla en contra de Yaku Pérez, que él mismo promociona.
Lograron convencer a Pérez de que su electorado puede convertirse en una tercera opción en los resultados del balotaje, que puede casi triplicarse, que puede forzar la anulación de las elecciones y convocar a unas nuevas presidenciales. Alguien está empujando a Pérez a que él mismo destruya su capital político nacional, hipoteque sus posibilidades de nueva participación y renuncie a su liderazgo en el centro de las preferencias electorales.
Jaime Vargas, presidente prorrogado de la CONAIE, fue el primero en decidirse por el voto nulo a nombre de la organización que representa. Dijo que el movimiento indígena apostaría por la “anulación ideológica”. Sin embargo, el dirigente de la CONAIE puede hablar sólo por sí mismo porque el voto indigenista es absolutamente impredecible y no está arrebañado, como intenta decirse con cierto desdén, incluso por sus propios líderes.
Según el Código de la Democracia, unas elecciones pueden invalidarse “cuando los votos nulos superen a los votos de la totalidad de candidatas o candidatos”. En la primera vuelta, los dos primeros finalistas sumaron el 53% de los votos. Entonces, la aventura de Yaku Pérez consiste en esperar a que los candidatos del balotaje (ambos y al mismo tiempo) se estanquen en su votación o que la pierdan, y que todos los demás votantes anulen su voto porque él lo pide. Eso es imposible.
En Ecuador hay dos tipos de votos en unas elecciones universales y directas: votos válidos y votos inválidos. Los votos válidos se contabilizan para escoger a las autoridades representativas en elecciones uninominales y plurinominales, mientras que los votos inválidos solamente se descartan. Es decir que los votos inválidos, que los nulos y los blancos, no suman ni restan nada a nadie. El voto nulo es una parte del voto inválido. Antes los votos blancos se sumaban al ganador, pero hoy ya no. Además, y diré una obviedad, quien se ausenta no vota. En elecciones universales, no existe el voto abstentivo.
Alguien puso a Yaku en contra de Yaku y ese, por alguna ojeriza, pudo haber sido ser él mismo
En promedio, los balotajes desde 1979 en Ecuador registran un 8% de voto inválido, un 69% de voto válido y un 29% de ausentismo. Sin embargo, esa tendencia ha ido cayendo sostenidamente desde 2009 y en la más reciente primera vuelta presidencial se produjo un 8% de voto inválido, un 81% de voto válido y 13% de ausentismo.
Contradiciendo los pronósticos más pesimistas, estas elecciones reportaron el más bajo ausentismo, el más alto nivel de participación ciudadana y el más bajo voto inválido en comparación con todas las elecciones presidenciales desde el retorno a la democracia. Mientras se creyó que la gente se ausentaría por causa de la pandemia, sucedió lo contrario, los votantes convirtieron a las elecciones en la primera y más importante apuesta cívica para superar la crisis sanitaria y económica.
Con estas tendencias, las preferencias por el voto nulo y blanco son una ficción. Como nunca antes, el voto nulo, que es además solo una parte del voto inválido, se aleja a una inalcanzable distancia del objetivo de anular unas elecciones.
Finalmente, ¿a quién beneficia el voto nulo? A quien tenga más votación. La explicación es simple: en una competencia electoral, el primero necesitaría menos votos para ganar porque habría un menor número de votos válidos disponibles.
Promocionar el voto nulo conseguirá tres efectos nocivos para el prometedor liderazgo de Yaku Pérez: uno, aplastarlo bajo una montaña de votos válidos; dos, diluir su votación y liderazgo en una tendencia estadísticamente inmodificable en dos semanas de campaña, y, tres, convertirlo en un débil facilitador para el retorno del populismo delincuencial.
Alguien puso a Yaku en contra de Yaku y ese, por alguna ojeriza, pudo haber sido ser él mismo. Todavía está a tiempo de enmendar.
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Jaime Vargas, presidente prorrogado de la CONAIE, fue el primero en decidirse por el voto nulo a nombre de la organización que representa
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