Una vez más, tenemos conocimiento de unos sucesos que ruborizan a cualquier demócrata y hacen pasar vergüenza a la izquierda.

Atacar con las armas, lo que no se sabe defender y ganar, en el campo de las ideas, es bochornoso y deja mucho que desear.

La izquierda no pude hacer lo mismo que ha hecho durante tanto tiempo la derecha, las dictaduras y las dictablandas de América o de Europa.

Cuando se pierde la autoridad moral y la fuerza que da la razón... se recurre a la violencia, la coacción, el terrorismo y la fuerza del fusil escondido en el anonimato, se cae en el bandidaje de las hordas fascistas, en la sinrazón y el desprestigio.

Al sandinismo se le apartó democraticamente del poder, para dar paso a una derecha corrupta y sin escrúpulos, las urnas devuelven a los sandinistas el gobierno de Nicaragua para reponer al país, no para sumirlo en el caos.

La experiencia de Edén Pastora no ha servido para nada a Daniel Ortega

Ahora tarde, mal y a rastras, un sector del sandinismo pretende radicalizar la vida política de Nicaragua con tal de perpetuar en el poder a su jefe, Daniel Ortega, como si en él, se concentraran las virtudes de la revolución sandinista, esa que no llegó a ser, que se quedó en el camino, que fue dejando cadáveres a la orilla y engendró monstruos de dos cabezas como Edén Pastora, el afamado y denostado Comandante Cero, cuya historia resume las contradicciones de la revolución nicaraguense.

El Sandinismo en su momento, tuvo en sus manos la posibilidad de hacer desaparecer el Estado capitalista y no lo hizo, optó por un sistema democrático pluripartididario, la depuración del ejercito y la conciliación de clases, esas fueron las metas del FSLN y en ese contexto se ha movido el país hasta la fecha.

Esas son las reglas del juego que estableció en su día el FSLN, a qué o a quién, obedecen las turbas armadas que pretenden imponer sus consignas estos días en Nicaragua?