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Jehová amorosamente se propuso salvar la humanidad enviando a su propio hijo a la tierra para rescatar nuestras almas. Jesús vino y sufrió la muerte, pero el sufrimiento fué: ¡¡Para librarnos del pecado original, no por los que hemos cometido!!
En los primeros lugares de una interminable fila formada ante las puertas del cielo, se encontraban esperando por la sentencia divina los recién fallecidos: Luis Manuel Oropeza (asesino en serie) y Obdulio Lares (político corrupto).
Huellas sangrientas
Entre sombras y persecuciones policiales transcurría la vida de Luis Manuel Oropeza, el cual estaba sindicado de haber cometido más de veinte asesinatos. Su primera víctima fué un joven comerciante quien se negó a entregar el fruto de su trabajo.
Luis Manuel era un ser malvado poseedor de mucho dinero, el cual había obtenido a raíz de sus fechorías. En uno de sus tantos delitos arremetió contra un hombre indefenso por el simple hecho de haberse atrevido a mirarlo y de manera cruel le disparó a mansalva hasta que el pobre quedó nadando en su propio líquido sanguíneo.
Mientras su riqueza iba en siniestro crescendo, el criminal gozaba del placer morboso de ver morir a sus víctimas. Cuando se disponía a robar un banco de la ciudad unos efectivos policiales lograron acorralarlo y luego abatirlo.
Al entrar al despacho del Altísimo, sus primeras palabras fueron las siguientes. -¡Señor mío! yo estoy arrepentido de todos mis pecados y necesito el perdón. -Expresó con los ojos inundados de llanto.
Con mucha delicadeza el ser supremo
le contestó. -Es maravilloso que te hayas arrepentido y a pesar de tu maldad las puertas de la misericordia no están cerradas y desde este momento regresarás a la tierra.
Hurgando entrañas
-¡Mi pueblo, hoy vengo con la misión de solicitar su apoyo para poder hacerle frente a la corrupción y llenar de felicidad este noble país que tanto ha sufrido..! -Con esas encantadoras palabras, el candidato presidencial Obdulio Lares ofrecía un mitin ante una nutrida concurrencia.
Lares después de haber ejercido un periodo presidencial infame, se presentaba de nuevo como candidato a una nueva elección, dejando atrás
un sombrío gobierno donde el caos y la ambición siempre fueron sus acompañantes. El robo del erario público y la desidia fueron elementos difíciles de ocultar en aquel triste panorama.
En medio de una rueda de prensa que ofrecía el opaco líder, fue sorprendido por el estallido de un artefacto explosivo que acabó con su vida.
De cara al creador Obdulio expresó.
-¡Padre, mío! Entiendo que he fallado en mi vida, pero merezco que me reconozcas mis buenas obras, yo no he sido malvado.
El buen Dios le dijo muy serio. -No tengo necesidad de condenarte, tus palabras ya lo han hecho, pero regresarás a la vida y después volveremos a conversar.
Cuentas claras
En su nueva vida Luis Manuel Oropeza nació rico de cuna, sus padres, hermanos y familiares se sintieron muy felices por la llegada de este miembro tan especial. A sus ocho años perdió a su padre a manos de un asesino que trató de asaltarlo. El dolor del niño era profundo, ya que ambos se amaban.
Después de la celebración de su décimo cumpleaños, una bala asesina acabó con la vida de su madre. No podía soportar tanto dolor y apenas pasaron unos días sus tres hermanos fueron secuestrados y posteriormente asesinados por sus captores.
¡Piedad, piedad, Señor! Es injusto lo que han hecho con mi familia.
Su vida no tenía sentido en vista que las tragedias a través de los años nunca se apartaron de él. Una mañana un vecino tocó la puerta de su casa y al ver que nadie atendía, acudió a las autoridades y después de ingresar a la vivienda, se encontraron con una impactante escena, ¡¡Luis Manuel, estaba colgando de una cuerda!!
Desde mi pobreza
Obdulio renació en una humilde casa rodeado de miseria, su madre lo trajo al mundo acostada en un viejo y mugroso colchón en el suelo de una oscura habitación fabricada con paredes de tablas y techo de zinc. El panorama era dantesco, no existía en el mundo un lugar tan miserable como la vivienda de los Lares.
Cada cuatro años recibían las visitas de los candidatos presidenciales quienes les ofrecían villas y castillos, después de las elecciones ellos desaparecían como las promesas ofrecidas.
Una tarde mientras comía un mendrugo de pan, Obdulio fué mordido por una asquerosa rata y después de muchos días con altísima fiebre finalmente falleció.
FIN
Conclusión
Existe un adagio que reza, «Lo que se hace en la tierra, en ella misma se paga». El cual es muy pertinente para los casos de Luis Manuel Oropeza y Obdulio Lares, quienes continuarán sufriendo hasta pagar con dolor los hechos causados.
Autor: Alfredo Pirela Velásquez