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En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo
La Tecla Fértil
Cada día, la desnudez emocional nos arropa y todo resulta expectante, en medio de las colas en cada entidad bancaria, la gente se expresa y a cada hecho, expresa un relato, una fuerza descomunal, sale de sus labios, como un último aliento. Son voces fugaces, ya en la tarde ha pasado y lo demás, es un océano de noticias fugaces, emociones en directo, balbuceos. Es la fuerza del teatro y, este gobierno bolivariano es un teatro y, todo nos remite a un tiempo más pausado de historias digeridas y masticadas por el contexto social.
En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!” San Óscar Romero de América, obispo y mártir, canonizado por el papa Francisco el domingo pasado, selló con estas palabras la orden de su propio asesinato. “En nombre de este sufrido pueblo”: ¡Cómo desearíamos escuchar estas palabras hoy de la boca de sus hermanos en el episcopado!
En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!” San Óscar Romero de América, obispo y mártir, canonizado por el papa Francisco el domingo pasado, selló con estas palabras la orden de su propio asesinato. “En nombre de este sufrido pueblo”: ¡Cómo desearíamos escuchar estas palabras hoy de la boca de sus hermanos en el episcopado!
¿Dónde están los profetas que se oponen a la corrupción, la violencia y la impunidad?
Y, en Venezuela deseamos reposar de tanto atropello ético y ya la corrupción, rebasó los límites, al que lleva el gas a domicilio, al agüero, Bodero y las trabajadoras y vigilantes debemos darle un producto alimenticio.
No hay comparación posible entre la represión y la explotación por parte de la oligarquía derechista, todas parecen iguales, el lamento de las personas sufridas y de la Madre Tierra sube hasta el cielo.
Y esto ocurre en un país, cuyo Gobierno, según su propio criterio, habla en nombre del pueblo, lo escucha y lo representa. Desde ciertos puntos de vista, no se puede negar incluso que esto es cierto. Y, sin embargo, también en Venezuela es necesario escuchar y no hacer callar los lamentos del pueblo sufrido y de la naturaleza. Quizás es precisamente por este hecho de que el Gobierno se llame popular, ¿quién puede representar al pueblo sufrido frente a y en contra de un Gobierno popular?
No hay comparación posible entre la represión y la explotación por parte de la oligarquía derechista
¿Dónde están los representantes de la Iglesia que alzan la voz –como el santo profeta– “en nombre de este sufrido pueblo”?