Un hombre muy religioso caminaba rápida y enérgicamente para llegar a tiempo a su iglesia, la hora apretaba y la mínima demora bastaría para que legara tarde. Él no podía darse el lujo de llegar retrasado, "!nunca en tantos años he llegado ni un minuto tarde, no podría yo faltar de esa maner ael respeto a mi Señor, qué dirían mis hermanos en la fe..." - iba pensando mientras sus pies se movían con rapidez y algunos indicios de sudor comenzaban a aparecer sobre su frente, el corazón le latía más aceleradamente a cada instante.

A corta distancia de llegar tenía que cruzar un puente bajo el cua ldiscurría un caudaloso río, ýa tenía a la vista el templo, solo un poco más y su esfuerzo sería premiado.

Cuando iba por la mitad del templo escuchó unos gritos, alguien pedía auxilio. Giró la cabeza casi por instinto y pudo divisar la cabeza y brazos de un hombre en medio del río que era llevado por la corriente y que también la había visto a él. Desesperadamente el hombre gritaba - "Amigo, sálvame, por favor, " - Ligeramente trastabilló nuestro amigo dudando entre detenerse a ayudarlo y continuar su marcha, no podía llegar tarde, siguió caminando mirando de reojo al accidentado que seguía arrastrado su camino y que estaba ya bajo el puente.

El agua continuó llevándose al otro hombre y yahabiendo pasado bajo el puente vuelve a divisar al caminante que ya está al extremo del mismo, vuelve a implorar: "Amigo, tú, que estás sobre el puente, lánzame una cuerda, ayúdame por favor, salva mi vida..."

Lo mira de reojo sin detenerse, sus pasos vacilan, - "alguien más lo ayudará" . se dice a sí mismo - "no puedo llegar tarde a esta cita con mi Señor, soy el único que jamás ha llegado tarde..." -

La voz del suplicante se aleja hasta que deja de ser audible, vuelve la mirada por última vez, el hombre arrastrado por la corriente es solo un unto muy pequeño allá a lo lejos.

Cruza el umbral e ingresa al templo justo a tiempo antes de que se inicie la ceremonia con una oración inicial, su alma se reconforta en presencia de su Señor, ora por el hombre que se ahogaba en el río, se siente mejor. Su conciencia le dice que está bien, que ha cumpiido y ha hecho l correcto.

Lo encuentran gritando, llorando, gimiendo, implorando. Se ha vuelto loco..

Pero conforme pasan los minutos el recuerdo del hombre ahogándose vuelve a su mente una y otra vez, su voz lastimera y suplicante lo acosa una y otra vez, no puede dejar de pensar en ese hombre, su corazón no ha dejado de latir apresuradamente como si siguiera caminando con rapidez, no puede concentrarse en el culto.

El tiempo transcurre como una pesadilla aroz, no puede participar tan piadosamente como siempre, la predicación no la oye, el hombre en el río lo llama una y otra vez implorando su ayuda. ¿Qué habrá pasado? ¿Alguien lo habrá salvado?. Se responde a sí mismo que sí, que otro hombre ha rescatado a la víctima. Así su conciencia se cala unos minutos.

Pero la imagen del hombre la última vez que lo vió lo acosa una y otra vez, lo martiriza, le reclama, vuelve a ver sus brazos agitándose, su boca abriéndose para gritar pidiéndole auxilio.

Finalmente no spporta más el martirio y sale corriendo, se coloca en el centro del puente y aguza la mirada tratando de ver al hombre, explora las orillas en busca del cuerpo, se consuela pensando que no puede divisar un cadáver - Nose ahogó - se dice.

Vuelve amirar desesperado y clama - Hombre, amigo, vuelve, te salvaré..." - gime, lágrimas surcan su rostro, la conciencia lo acosa otra vez - Vuelve, ahógate de nuevo, te salvaré, por favor, dame otra oportunidad..."

Lo encuentran gritando, llorando, gimiendo, implorando. Se ha vuelto loco...