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Hoy mi paseo se volvió melancólico en medio de nubes grises que vienen del mar y callejeo con la humedad pegada en la piel, y la mirada perdida en un infinito y ajeno mundo
Hoy mi paseo se volvió melancólico en medio de nubes grises que vienen del mar y callejeo con la
humedad pegada en la piel, y la mirada perdida en un infinito y ajeno mundo.
yerguen ufanas en el aire enrarecido del final del verano.
vacías escuchando sus gemidos y lloro también con él, me empapo.
ningún lugar mientras miro un tímida luna brillar redonda.
Luego la tortura de los instantes eternos, los ensueños caprichosos que se desvanecen en locos
frenesíes, las batallas perdidas y una ilusión otoñal que amanece en el horizonte y nos trae la dulce melancolía del otoño en sus colores.
Es el último paseo por la playa; arena mojada sobre la piel tostada y el rumor de las olas acariciando la brisa. Reflejos de nácar brumoso entre la espuma que rebosa sobre las rocas y un sol de atardecer que languidece. Sueño con otras orillas y me sumerjo en el paisaje sin gaviotas de las barcas abandonadas.
El cielo ha vuelto amarillas las rocas, el mar es ahora más azul que nunca y la noche avanza por el este bañándose en el agua aún despierta.
Más allá de la bahía una luz encendida contempla la escena desde el fondo del espigón y comienza a encenderse el cielo. Miles de puntitos rilan traviesos en sus órbitas. Ya el mar se va durmiendo y la brisa, medio dormida, acompaña con su placidez el sueño melancólico de su adagio.