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Las estrategias —las diseñe quien las diseñe— son planes que unos arman y otros desmontan, si pueden y las ven venir, claro está. El PP pretende nadar y guardar la ropa aunque, al final, es posible que ni haga deporte ni encuentre el vestido para presentarse a las Europeas con credibilidad
La estrategia del PSOE, al solicitar la votación secreta y perderla, enmascara un formato interno de trampa, aparentando ser una estrategia fallida. Es ingenuo pensar que los socialistas pretendían, en serio, dividir al grupo parlamentario popular, proponiendo una votación secreta para retirar la reforma de la ley del aborto.
Lejos de un resultado tan impensable, más bien parece que la estrategia del PSOE se encaminaba a poner de manifiesto que los parlamentarios del PP —por mucho que en privado cuestionen la reforma Gallardón— anteponen los intereses de su partido al interés general de los españoles, en particular, al de las mujeres, que representan algo más del 50% de los votantes. Valenciano apelaba a ellas al pedir a las parlamentarias populares que “no voten como diputadas del PP lo que no votarían como mujeres”. Con esa frase ingeniosa, Valenciano abría una brecha entre ellas y el resto de las españolas.
El PSOE rompe así con el imaginario, que los propios socialistas han contribuido a crear, de que existe un PP progresista, en contra de la reforma Gallardón, y un PP retrógrado, guiado por sus intereses electorales para mantener el voto de su ala más conservadora.
El mensaje que envían los socialistas con su estrategia es que todos los diputados del PP representan lo mismo y, por tanto, hay que retirarles el voto de centro, contrario a la reforma de la ley del aborto y también al resto de las políticas económicas y antisociales del Gobierno.
Ni en la mejor de sus fantasías se les habría ocurrido a Elena Valenciano y a Rubalcaba que podían generar una fisura en la disciplina de voto del PP en el Congreso. Su estrategia-trampa se orienta realmente a la campaña electoral que está diseñando Ferraz para las elecciones europeas con Elena Valenciano al frente.
El mensaje que envían los socialistas con su estrategia es que todos los diputados del PP representan lo mismo
Es más lógico pensar que el objetivo de Valenciano y Rubalcaba consiste en barrer para casa el voto de centro que el PP consiguió en las pasadas Generales, además de recuperar su electorado más crítico que se fue con IU y con UPyD. A lo largo de esta campaña se percibirá, de forma implícita, la solicitud del voto útil que se le fue al PSOE por castigo a las políticas de Zapatero.
La campaña de Ferraz se perfila como una apuesta fuerte para captar el voto de las mujeres y los afectados por la crisis —parados, desahuciados, jubilados, jóvenes—. No cabe duda de que también van a por el voto de la masa crítica que corea eso de “no nos representan”. Todos ellos conforman la cantera idónea para desmontar la mayoría absoluta del PP.
Pero no hay que perder de vista que la estrategia del PSOE también se dirige a convencer a los votantes más conservadores del Partido Popular de que el Gobierno les miente. De ahí el mensaje público de Elena Valenciano al Gobierno para que retire el anteproyecto de ley de reforma “en vez de esconderlo hasta que hayan pasado las elecciones europeas” para conseguir el voto del “ala dura de su partido”.
El objetivo de Valenciano no apunta a que el Gobierno le haga caso, sino más bien a calentarles la oreja a sus votantes más conservadores y liberales en materia económica. De ese modo Valenciano refuerza la sospecha, que ya circula entre ellos, de que la reforma Gallardón es una treta del gobierno Rajoy para engatusarlos. Esos votantes contrariados podrían recalar en Vox o en la abstención. Cualquiera de las dos opciones beneficiaría al PSOE.