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La vinculación del Departamento del Tesoro Norteamericano al Crash del 29, vendría de la mano del Secretario del Tesoro de Estados Unidos (1921–1932), el Sr. Andrew William Mellon. Un acérrimo defensor del "LIQUIDACIONISMO"
EL TESORO NORTEAMERICANO Y SU RESPONSABILIDAD EN LA GRAN DEPRESION DEL 29
Estudio realizado por Jorge Vendrell que formará parte de su próximo libro titulado: “#TOP SECRET CRIOGENIZACION ECONOMICA" Cita obligada por derechos de autor.
La vinculación del Departamento del Tesoro Norteamericano al Crash del 29, vendría como consecuencia de la vinculación de quien por entonces ocupo el cargo de Secretario del Tesoro de Estados Unidos (1921–1932), el Sr. Andrew William Mellon, Republicano, uno de los mayores defensores del liquidacionismo que por aquel entonces tenía acérrimos defensores dentro del congreso entre las filas republicanas.
Andrew provenía de una familia cuya fortuna es considerada a día de hoy por Forbes como la segunda más antigua de EEUU. En 1874 se unió al grupo bancario de su padre, durante las siguientes tres décadas, desarrolló un imperio financiero abasteciendo de capital a corporaciones en industrias como las del aluminio, el acero y el petróleo.
Ayudó a fundar la Aluminum Company of América (Alcoa) y la Gulf Oil Corporation, juntando esfuerzos con Henry Clay Frick para instituir la Union Steel Company y la Union Trust Company. A principios de los años 1920, figuraba como uno de los hombres más ricos en los Estados Unidos.
Durante los años 20, Mellon persuadió al Congreso de bajar los impuestos con el fin de estimular la expansión de los negocios. Fue elogiado por el auge económico de esa década, pero muy criticado durante la Gran Depresión por ser un defensor acérrimo del liquidacionismo. En 1932, renunció a su cargo de Secretario del Tesoro Norteamérica para desempeñarse como embajador de Inglaterra.
EL LIQUIDACIONISMO, ORIGEN DE LA LA GRAN DEPRESIÓN
La gran depresión posterior a la Crash del 29 se produjo al reducirse drásticamente la oferta monetaria como consecuencia la constricción de la emisión de deuda pública, que figuraba como una de las responsabilidades del Tesoro norteamericano que en aquellos días dirigía Mellon, por lo que no es de extrañar que el congreso también la rechazase adoptando las mismas tesis que el Sr. Mellon defendía: “el liquidacionismo”
Durante esos años la corriente principal era la que encabezaba entre otros Mellon, pero no era el único. Galbraith en su libro The Great Crash, 1929 identifica igualmente a los responsables a las autoridades competentes que podían haber hecho frente al colapso de la Bolsa de Nueva York, destacando a la Presidencia de los E.E.U.U., al Secretario del Tesoro Norteamericano Sr. William Mellon, al Consejo de la Reserva Federal estadounidense, que podía haber solicitado al Congreso poderes para detener las operaciones a plazo, y la concesión de atribuciones al Consejo para regular las fianzas, y al Banco de la Reserva Federal de Nueva York, por ser el más poderoso de los doce bancos del sistema de la Reserva Federal, y el más cercano al epicentro de la burbuja. A todos ellos les acusa adoptar medidas muy leves para contrarrestar el colapso económico que sobrevendría posteriormente.
Según cuenta Galbraith no era posible reducir la burbuja especulativa de forma ordenada. La certeza por parte de las autoridades monetarias de que, en caso de detener la marea especulativa de forma intencionada, serían consideradas culpables de la crisis que ocasionaría les hizo mirar a otro lado, dejando que los sucesos se sucediesen por su propia inercia.
“Por otra parte, el eventual desastre tenía además la inestimable ventaja de permitir unos días, semanas o meses más de vida.” Galbraith.
Pero Galbraith destaca ante todo la mediocridad de los individuos responsables de tomar decisiones al respecto, empezando por el presidente de los E.E.U.U. en 1928, Calvin Coolidge, y por el Secretario del Tesoro, Andrew W. Mellon.
Es cierto que el Gobierno de Herbert Hoover adoptó determinadas medidas para afrontar la situación, principalmente una rebaja fiscal. Galbraith crítica abiertamente estas medidas, a las que califica de tímidas, insuficientes y, en ocasiones, destinadas más a contentar a la opinión pública que a obtener resultados eficaces.
“Dejando a un lado la modesta reducción de los impuestos, el presidente era evidentemente contrario a cualquier acción gubernamental de envergadura para combatir la depresión. Por otra parte, en aquellos momentos no se sabía a ciencia cierta lo que se podía hacer. Sin embargo, la fe del pueblo en el laissez-faire se había debilitado considerablemente (…) Mas las reuniones improductivas en la Casa Blanca eran una expresión práctica de laissez-faire, pues de ellas no salía ninguna acción positiva.” destaca Galbraith.
Pero si hay una medida que desde mi punto de vista no se tomó y provocó la Gran Depresión esta fue que el dólar continuase anclado al patrón oro.
Para salvar la banca era imprescindible ampliar la oferta monetaria puesto que sólo a través de la inyección de fondos estatales hubiese sido posible hacer frente a la demanda de liquidez de ciudadanos y empresas. Al no hacerlo, condenaron a miles de bancos a la bancarrota, y a través del "Efecto Doomino" a muchas empresas solventes a la quiebra.
"No abandonar el patrón de oro y haber incrementado la oferta monetaria habría supuesto la necesidad de incrementar sustancialmente las reservas de oro norteamericanas, lo que habría disparado el precio del oro y la inflación a un nivel sin precedentes provocando igualmente una crisis financiera histórica, no por deflación sino por todo lo contrario, por inflación, lo que consecuentemente hubiese llevado a los consumidores a reclamar el cange del dólar por su contravalor en oro, llevando a la economía estadounidense a la más absoluta bancarrota." J.Vendrell
"Así pues, parece que la única opción posible hubiese sido abandonar el patrón oro y haber puesto a la venta una ingente cantidad de reservas de oro para conseguir estabilizar el dólar con respecto al metal precioso, algo que no quisieron hacer, o que no supieron hacer" J.Vendrell
Al no abandonar el patrón de oro, los bancos se vieron obligados a ejecutar las deudas de sus clientes poniendo a la venta de sus activos, activos que nadie quería comprar puesto que todos deseaban liquidez, lo que llevó a la quiebra a los propios bancos provocando, a su vez, la desaparición de un plumazo de los depósitos de miles de empresas arrastrándolas a la quiebra.
"Aunque el presidente Hoover intentó limpiar su responsabilidad y blanquear su imagen en sus memorias en las que el aparece como parte de la solución, todo parece indicar que en realidad era parte del problema." J. Vendrell
Así se refiere en sus memorias a quienes ocupaban cargos de responsabilidad en el momento de la Gran Depresión
“Dentro de nuestra Administración se debatían dos escuelas de pensamiento. La primera era: “dejen hacer a los liquidacionistas”, encabezados por el secretario del Tesoro Mellon, quien creía que el gobierno debía mantener sus manos fuera y dejar que todo se liquidara. El sr. Mellon sólo tenía una fórmula: “Liquidad a los trabajadores, liquidad las acciones, liquidad a los granjeros, liquidad los inmuebles”.
Mellon insistía en que cuando la gente sufría un impulso inflacionista, la única forma de pararlo era dejar que todo colapsara. Sostenía que incluso el pánico no era una mala cosa
Mellon insistía en que cuando la gente sufría un impulso inflacionista, la única forma de pararlo era dejar que todo colapsara. Sostenía que incluso el pánico no era una mala cosa, decía:
"Purgará el sistema. El alto coste de la vida y el alto nivel de vida se reducirán. La gente trabajará más, pero vivirá una vida más moral. Los valores se ajustarán y los empresarios surgirán de entre las ruinas de los menos competentes”
El coste y el nivel de vida se reducirán. La gente trabajará más, pero vivirá una vida más moral. Los valores se ajustarán y los empresarios surgirán de entre las ruinas de los menos competentes
Sin embargo, el subsecretario del Tesoro Mills, el gobernador de la Reserva Federal Young, el secretario de Comercio Lamont y el secretario de Agricultura Hyde– creían conmigo que teníamos que utilizar los poderes del gobierno para enmendar la situación. La historia mostrará que actuamos a los diez días y que planificamos cada semana y cada mes para prevenir los cambios en la marea, generalmente a peor. En este primer momento, estuvimos determinados a utilizar todos los poderes del Gobierno…” Hoover.
Parece que Estas bonitas palabras no concuerdan con los hechos que llevaron al país a la quiebra. El Departamento de Trabajo de EE UU estimó que la tasa de desempleo de la fuerza laboral -las personas mayores de 14 años de edad- pasó del 3, 2% en 1929 al 24, 9%en 1933. El presidente americano, Herbert Clark Hoover, adoptó unas medidas económicas muy cuestionadas que no lograron revertir la situación, sino que provocaron una caída libre.
MELLON: EMPRESARIO, SECRETARIO DEL TESORO, Y FILANTROPO
¿QUE FUE DE MELLON?
Pero que fue de Mellon. Al parecer su fortuna no se vio menguada, sino que siguió aumentando durante la Gran Depresión, mientras muchos de sus rivales empresariales, banca y competidores industriales acabaron quebrando.Como consecuencia de ello la tasa de suicidios se incrementó en 1930, 1931 y 1932; año en el que Mellon renunció a su cargo como Secretario del Tesoro Norteamericano para dedicarse a su nuevo nombramiento como embajador en EEUU en Inglaterra. En 1933 año en el que fue elegido presidente Roosevelt, Mellon ya no figuraba como Secretario del Tesoro Americano, fue a partir de eses año con la puesta en marcha del New Deal que llegaría una tímida recuperación que se extendió durante el mandato de Roosevelt, para muchos el mejor presidente norteamericano de la historia.
Mellon, notable coleccionista y filántropo, donó 15 millones de dólares para constituir la Galería Nacional de Arte de Washington D. C. El museo se fundó en 1937 por un acta del Congreso de los Estados Unidos gracias al apoyo inicial del banquero y coleccionista Andrew W. Mellon, quien además de aportar 15 millones de dólares para la construcción del edificio, donó 126 pinturas y 26 esculturas. Reforzó su colección para para la creación de este museo con la compra de 21 cuadros del Hermitage de San Petersburgo (Jan van Eyck, Rafael, Tiziano...) que el gobierno soviético accedió a vender para obtener divisas.
El edificio original, que actualmente se conoce como edificio oeste, se abrió el 17 de marzo de 1941. Fue considerado el mayor de su época construido en mármol. Es de diseño neoclásico, con un pórtico con columnas y una cúpula que recuerdan el Panteón de Agripa. También tiene unas alas simétricas a ambos lados de la cúpula. El proyecto es de John Rusell Pope, cuya otra gran obra en Washington también incluye una cúpula, el Monumento a Jefferson.
Colecciones
La principal joya del museo: Retrato de Ginebra de Benci, de Leonardo da Vinci. Y Germánico y Agripina, de Peter Paul Rubens (1614).
El edificio oeste expone una gran colección de pinturas y esculturas de maestros europeos, la cual abarca obras desde la época medieval hasta el siglo XIX, con algunos trabajos anticipadores del siglo XX de artistas estadounidenses.
Entre las obras más importantes del museo se incluyen trabajos de la época gótica y el Renacimiento: Duccio (un tríptico de La Natividad), Giotto (Virgen de la rosa), Masaccio, Jan van Eyck (La Anunciación), Rogier van der Weyden (Retrato de una dama, San Jorge y el dragón), Fra Angélico y Filippo Lippi (La Adoración de los Magos), Andrea del Castagno, Antonello da Messina (Madonna Benson), Sandro Botticelli, Filippino Lippi (Retrato de joven, h. 1485), Andrea Mantegna (Judit con la cabeza de Holofernes), Vittore Carpaccio (La huida a Egipto), varias obras de Rafael (La Madonna de Alba, La Madonna Cowper, Retrato de Bindo Altoviti), Giovanni Bellini (El festín de los dioses), Giorgione (La Natividad Allendale), Sebastiano del Piombo (El cardenal Bandinello Sauli con su secretario y dos geógrafos), Tiziano (Venus y Cupido con un espejo), Lorenzo Lotto (Alegoría del vicio y la virtud), El Bosco (La Muerte y el avaro), Michel Sittow (Retrato de Diego de Guevara), Juan de Flandes (cuatro pinturas procedentes de un retablo de la iglesia de San Lázaro de Palencia, España), Durero (Madonna Haller, Retrato de clérigo), Matthias Grünewald (La Crucifixión pequeña), Hans Holbein (Retrato de Eduardo VI de niño), François Clouet (Dama en el baño) y El Greco (Laocoonte y sus hijos, San Martín y el mendigo). Pero la gran joya de la colección acaso sea una pintura de Leonardo da Vinci, la única conservada en Estados Unidos: Retrato de Ginebra de Benci, procedente de la colección de los príncipes de Liechtenstein.
La sección barroca y rococó incluye a maestros como: Nicolas Poussin (La Asunción de la Virgen), Jan Vermeer (Mujer sosteniendo una balanza), Rembrandt van Rijn (a destacar el paisaje El molino y el Autorretrato de 1659), Frans Hals, Judith Leyster (Autorretrato), Aelbert Cuyp, Rubens (Daniel en el foso de los leones, Retrato de Brigida Spinola Doria), Van Dyck, Orazio Gentileschi (La tañedora de laúd), Guercino (Autorretrato ante una pintura de Amor Fedele), Bernini (la escultura Retrato de Francesco Barberini), Diego Velázquez (La costurera), José de Ribera (El martirio de san Bartolomé, ingresado en 1990), Murillo (Dos mujeres en la ventana, El regreso del hijo pródigo), Fragonard (Muchacha leyendo), Chardin y Francisco de Goya (La marquesa de Pontejos).
Entre los autores del siglo XIX, se puede citar a Jacques-Louis David (Retrato de Napoleón en su gabinete de trabajo), Delacroix (Colón y su hijo en La Rábida), John Constable, Ingres, Manet (El torero muerto, El ferrocarril), Claude Monet, Paul Gauguin (Autorretrato), Cézanne (Muchacho con chaleco rojo) y Vincent Van Gogh, junto a bronces de Auguste Rodin y la mayor colección mundial de esculturas de Degas (tanto bronces como prototipos en cera).
El repertorio de arte de Estados Unidos es muy nutrido, con obras famosas de John Singleton Copley (la primera versión de Watson atacado por el tiburón, 1778), Gilbert Stuart (El patinador), Thomas Cole, George Inness, Mary Cassatt (El palco), James McNeill Whistler (La chica vestida de blanco).
"William Mellon siempre se opuso a que el nuevo museo llevase su nombre, puesto que pretendía que fuese un verdadero museo americano: La Galería Nacional de Arte de Washington, como el deseaba que se llamase. Quizás este anonimato esconda en realidad otras razones."
Para consultar los informes 1 y 2 y 3 anteriores a este pulse sobre:
La Mayor Conspiración de la Historia: EL CORPORATIVISMO INSTITUCIONAL. (Parte I)
La única opción posible hubiese sido abandonar el patrón oro y haber puesto a la venta una ingente cantidad de reservas de oro para conseguir así estabilizar el dólar con respecto al metal precioso"
El Crash del 1929, y "LOS LIQUIDACIONISTAS" (Parte 3)
Más información en: www.wed-center.com
Jorge Vendrell - World Economy Development Center