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Durante el cortejo fúnebre de Rodolfo Torre Cantú algunas familias optaron por el encierro. Otras por normalizar la vida, por acompañar al político tricolor por callejuelas y capillas
“Las escuelas no se cerraran”, anunciaron autoridades de la SEP estatal, pero en otros escenarios doblegó el temor: para los jugadores del equipo de Correcaminos de Primera A, según el testimonio del jugador argentino César Gradito, la orden de la directiva fue: “¡Enciérrense en sus casas y no salgan hasta nuevo aviso!”. Y los entrenamientos se suspendieron.
“Venían de soldados”. La desolación llegó al kilómetro 6.5 de la carretera Victoria-Soto La Marina, sitio del atentado y hoy un punto a esquivar. Los cordones de seguridad se disolvieron y los viajantes de cruce obligado por la zona pintaban cruces y optaban por rezos fugases.
El ataque se consumó frente a dos instituciones escolares: la Universidad Politécnica y el Tecnotam, pero nadie entre alumnos y docentes se atreve a ofrecer detalles. El pavor asalta también a los empleados de Gas Jebla, una gasera aledaña. A todos, menos a uno, que atreve: “Vimos pasar varias camionetas minutos antes de que mataran al doctor, iban vestidos de soldados, luego huyeron rumbo al aeropuerto, rumbo a Soto, todo lo hicieron en menos de 10 minutos”.