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Descubre el club nocturno más icónico de todos los tiempos: Studio 54, el lugar donde todo era posible
Andy Warhol, Calvin Klein, Brooke Shields y Steve Rubell en Studio 54.
Liza Minnelli, Mick Jagger, Donald Trump, Brooke Shields, Diana Ross y el mismísimo Salvador Dalí: estos fueron algunos de los invitados a la inauguración en 1977 de Studio 54, el club nocturno neoyorquino que se convirtió en una verdadera leyenda. Ubicado en la Calle 54 Oeste en Manhattan, originalmente el espacio pertenecía al estudio 52 de la cadena CBS de radio y televisión. Tras ser vendido, el lugar fue rebautizado con el nombre de la calle donde se emplazaba. De la mano del excéntrico Steve Rubbel y su amigo Ian Schrager, Studio 54 logró posicionarse como el lugar de encuentro de las más aclamadas celebridades y el jet-set de los años ’70. Era común encontrar allí a personalidades tan destacadas y diversas como Andy Warhol, John Travolta, Yves Saint Laurent, Farrah Fawcett, Keith Richards, John Belushi, Al Pacino, Robin Williams, Michael Jackson, Liz Taylor o Calvin Klein, entre muchas otras. Todo aquel que fuera alguien deseaba ingresar a la emblemática discoteca.
El acceso al club era por demás exclusivo y en esto radicaba mucho del misticismo que se creó alrededor de Studio 54. El guardia de la puerta, Marc Benecke, escogía entre la gigantesca multitud aglutinada en la entrada a quienes podían ingresar. Además de los famosos, quienes lograban entrar solían ser guapos y jóvenes, gays o llevar un look llamativo, como las Drag Queens. A Studio 54 se iba a festejar y a ligar, y para ello se cruzaba a las más grandes estrellas y personalidades de la época con jóvenes atractivos y carismáticos desesperados por estar cerca de una celebridad.
En Studio 54 se organizaban las más fabulosas fiestas temáticas y eventos privados, como shows de Donna Summer, la fiesta de Jaipur presidida por Jackie Kennedy o el icónico cumpleaños de Bianca Jagger, en el que la agasajada paseó por la pista de baile montada en un caballo blanco y al que asistieron Carolina y Reinaldo Herrera, Estée Lauder y Truman Capote. Para el cumpleaños del diseñador Valentino se emplazó dentro del club un circo, y en una fiesta para Dolly Parton se recreó un ambiente rural ¡con ganado de verdad!
Bianca Jagger en su fiesta de cumpleaños.
La elegancia, el espectáculo y la fama de sus clientes no eran, sin embargo, lo más característico de Studio 54. El club nocturno destacaba, sobre todo, por ser un espacio de desenfreno, libertinaje y excesos. En su interior todo estaba permitido. Los palcos del viejo teatro donde se emplazaba el club eran célebres por ser el rincón de infinitos encuentros sexuales, y las drogas circulaban sin límites a lo largo del recinto. Desde la pista de baile se veía la emblemática decoración del club: una enorme luna con facciones humanas que inhalaba cocaína con una gran cuchara. Bailarinas en topless danzaban para alegrar la fiesta y jóvenes camareros, muy ligeros de ropa, eran manoseados por los hombres y mujeres que asistían a la discoteca, al tiempo que servían bebidas de todo tipo. Por aquel entonces Alec Baldwin trabajaba como ayudante de camarero en el club, y terminó por renunciar debido a la incomodidad que le generaba semejante ambiente. En el sótano se hallaba la sala VIP, el lugar más discreto del club, donde se celebraban las fiestas íntimas de las estrellas y al que solo accedían éstas y sus invitados. Lo más picante, empero, ocurría en el tercer piso, en la icónica Rubber Room. Según los empleados del club, en esta mítica habitación «las celebridades hacían que Sodoma y Gomorra pareciera una guardería».
Bartender en Studio 54, foto de Allan Tannenbaum.
Como la de muchos grandes artistas, la vida de Studio 54 fue intensa y breve. Tras treinta y tres meses desde su inauguración, y encontrándose en el auge de su popularidad a nivel internacional, el club nocturno más alocado de Manhattan fue clausurado, y sus dueños fueron acusados y encarcelados por la evasión de 2.5 millones de dólares en impuestos. Tras el cierre de la discoteca en 1980 se encontraron escondidos en las paredes del lugar paquetes con cocaína y dinero. El adiós a Studio 54 se conmemoró con una fiesta de despedida en el club, a la que algunos se refieren como “el final de la Gomorra moderna”. Aquella noche Diana Ross y Liza Minnelli deleitaron con una memorable serenata a los dueños e invitados, entre los que se encontraban Cindy Crawford, Richard Gere, Jack Nicholson, Sylvester Stallone y Ryan O’Neal.
Liza Minnelli y Mikhail Baryshnikov, foto de Bettman
En 1981 el club fue comprado por Marc Fleischman y reabierto al público, y tras ser vendido una vez más se mantuvo funcionando hasta 1986. Sin embargo, esta nueva etapa no fue tan brillante como sus primeros años, probablemente porque las políticas del club se tornaron menos liberales. Poco a poco los artistas fueron buscando nuevos lugares de reunión y la magia de Studio 54 terminó por extinguirse.
A pesar de su fugaz existencia, Studio 54 marcó un antes y un después en la vida nocturna neoyorquina. El club creó un nuevo estilo, caracterizado por el exceso y el espectáculo, que es la inspiración de las actuales discotecas en Ibiza. Además, cumplió un rol fundamental en la difusión de la música disco, siendo éste el género musical por excelencia en el lugar. Studio 54 rompió esquemas, borrando la distinción entre la vida nocturna homosexual y heterosexual y liberando el lado más salvaje del jet-set internacional. Bueno o malo, el legendario club nocturno simboliza a la perfección el descontrol reinante que marcó el fin de los años ’70.