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Por Autismo en Marcha
Ante todo quiero que sepas que soy un persona como tu, que vivo y siento como tu, que tengo una familia que me ama y que necesito una sociedad que me considere parte de ella aunque tenga Autismo.
Existen distintas definiciones del Trastorno del Espectro del Autismo (TEA), las cuales a lo largo de los años, han dejado claro que en este trastorno, hay una importante afecciones en el desarrollo de las capacidades del niño, niña, joven o adulto referentes a tres áreas fundamentales: la ínter relación social, la comunicación, y en los procesos que intervienen en la cognición.
Partiendo de esto, y siguiendo los lineamientos propuestos en el nuevo Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales DSM-V, en el que se ajustan los criterios de evaluación de los Trastornos del Espectro del Autismo; resulta de gran importancia la evaluación integral del niño desde los distintos contextos donde se desenvuelve: familiar, escolar y clínico.
Según lo planteado, el nivel de adaptación del niño en estos ámbitos, será una información indispensable para establecer el diagnóstico, así como el empleo de pruebas especializadas que las y los psicólogos utilizan para evaluar. En este sentido, el grado de afectación estará clasificado en niveles según la gravedad del cuadro, desde un grado más severo, hasta los rasgos ligeros que no llegan a interferir en el desempeño del niño.
En concordancia con lo anterior, para realizar un diagnóstico adecuado, es importante implementar un modelo de evaluación neuropsicológica que permita la participación no solo del Neuropediatra, sino también de otros profesionales que conforman el equipo interdisciplinario como Psicólogas, Fonoaudiólogas, Especialistas en Modificación de Conductas y Terapeutas del lenguaje que intervienen en el diagnóstico clínico. De esta manera, se facilitará la unificación de criterios y se favorecerá la oportuna intervención educativa y terapéutica del niño o niña.
Un aspecto muy importante a tener en cuenta cuando se habla de diagnóstico en el Autismo es la detección temprana de los síntomas del mismo. Es decir, el diagnóstico anterior a la etapa escolar. La detección de los síntomas por parte de pediatras, educadoras, o de la propia familia, se realiza cada vez a menor edad, en consecuencia, la llegada de niños con edades comprendidas entre los 18 meses y los 3 años a los Especialistas de la Conducta y del Lenguaje es más frecuente, favoreciendo la atención temprana.
Los principales síntomas del Autismo que la familia y el centro de educativo pueden observar antes de los dos años, atienden a limitadas conductas de orden social como mostrar objetos, señalar para compartir interés, mirar a un objeto sostenido o señalado por otra persona, dificultades para responder y dirigir expresiones emocionales a otros, como la sonrisa social, compartir afecto positivo. A éstos se añaden conductas de aislamiento y ausencia o poca respuesta de orientación al escuchar su nombre. Otras características referidas son la falta de interés social y escasa imitación. En relación al lenguaje, se ha observado que los niños con TEA pueden tener un retraso en el lenguaje expresivo-receptivo, una entonación extraña, desorganización en el uso del lenguaje, y alteraciones en el habla como incorrecta pronunciación o fluidez. Por otro lado, algunos estudios también informan de trastornos en la conducta motora, como tomar posturas inusuales especialmente de manos y dedos, conductas repetitivas a nivel verbal y motor, incluso también se puede observar mayor actividad motriz. Las conductas sensoriales inusuales, tales como oler objetos, mayor dificultad para abandonar la atención de estímulos visuales, y conductas como girar, rodar y rotar objetos son otras de las características encontradas con frecuencia en los niños con TEA. Las reacciones de malestar extremo, berrinches, dificultades para calmarse, y menor regulación del estado emocional, también relacionados con síntomas conductuales.
Todos estos síntomas descritos son característicos del Autismo pero no aparecen de forma simultánea en todos los niños. Además, algunos también pueden estar presentes en otros tipos de trastornos (Retraso Cognitivo, Trastorno de Atención e Hiperactividad, Trastorno Especifico del Lenguaje); por lo que se hace imprescindible una observación minuciosa del desarrollo del niño durante sus primeros años de vida con el fin de establecer un diagnóstico diferencial entre TEA y otros trastornos. De esta manera, se puede dar una respuesta a las expectativas de la familia en relación al porqué del comportamiento de su hijo y cómo enfocar una intervención que favorezca el desarrollo integral.
Por tanto, es necesario llevar a cabo una valoración que permita establecer no sólo el diagnóstico sino las habilidades y las necesidades de intervención más significativas y apropiadas para cada niño.
En este sentido, es imprescindible la elaboración de un programa que establezca perfiles neurocognitivos, educativos, de integración social y de la comunicación y el lenguaje, para que puedan evolucionar con mayor probabilidad hacia un diagnostico real de los Trastornos del Espectro del Autismo. (autismodiario.org)