¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Raquellauss escriba una noticia?
La crisis económica se ha cebado con el colectivo más vulnerable, dejando atrás a jóvenes frustrados
Estábamos en crisis, o eso nos decían. Encendíamos la tele y nos bombardeaban con numerosas noticias acerca de la poca empleabilidad de nuestro país. Sobre todo en Andalucía. Y era una lástima. Una tierra tan rica en recursos y en trabajadores dispuestos a trabajar la tierra, y lo que no era la tierra, en busca de una oportunidad.
Ya no solo éramos jóvenes los que nos sentábamos angustiados en la mesa del Inem, pidiendo información sobre cursos para entrar en bolsas de empleo ficticias, o la disponibilidad de algún empleo, el que fuese, con el que poder salir adelante. Ahora se sumaban mayores, de la edad de nuestros padres, entre cincuenta y sesenta y que, concienciados alguna vez de que sus vidas ya estaban encauzadas después de largos años trabajando y cotizando, ahora se veían a las puertas del abismo de un futuro incierto al final de sus vidas. No hay nada menos esperanzador y tormentoso que no saber qué va a ser de ti, de tu trabajo, de tus hijos, de tu hogar y, sobre todo, después de tantos años de sacrificio trabajando solo para poder subsistir, sin lujos ni caprichos. Porque esas cosas no estaban destinados para ellos.
Pero hoy vengo a comentar lo que tengo más a mano, lo que conozco de primera tinta, y es el poco futuro (o incluso nulo) que nos esperan a los jóvenes ( y no tan jóvenes).
Teníamos fe de que solo fuera pasajero, de que el incontado esfuerzo de búsqueda de un buen trabajo después de largos años de sacrificio estudiantil solo fueran una "mala racha". Una "mala racha" que nos habían convencido en la televisión y en los demás medios que iba a ser "pasajera".
Pero aquí seguimos, viendo como pasa nuestra pequeña adultez, sufriendo la incertidumbre de un futuro demasiado poco esperanzador para nuestra edad.
Deberíamos estar disfrutando de un empleo del cual poder quejarnos al llegar a casa, aunque después agradezcamos por tener; de comprar o alquilar nuestra primer piso y decorarlo a nuestro antojo, de adoptar nuestra primera mascota independiente, realizar nuestras primeras compras para el hogar y asombrarnos de lo caro que está todo; de pensar que por fin somos dueños de algo, ...
Deberíamos tener derecho a eso, igual que lo tuvieron nuestros padres.
Pero no. Ahora vemos como se acercan los treinta, edad donde, en el pasado, también nos habían convenido de que sería una época de prosperidad y estabilidad laboral. Tendríamos nuestros ahorros y podríamos emprender el camino hacia la plenitud de nuestra vida.
Una época donde las cosas se veían más claras.
Pero en lugar de eso, nos topamos con una pared infranqueable que lo único que nos devuelve es el claro ejemplo de una transición de dudas y desilusión.
¿Qué estabilidad se supone que deberíamos tener si la mayoría apenas hemos cotizado un par de años a jornada completa?
Así que nuestros veinti largos se centran en levantarse cada mañana y empaparse de Infojobs y demás páginas de búsquedas de empleo.
Puede que un día te levantes con una llamada de teléfono y, emocionado, corras al salón a decírselo a tu madre. Quizás vayas y te ofrezcan unas condiciones vergonzosas que no tengas más opción que aceptar. Porque al fin y al cabo es "experiencia", o eso te dices para engañarte y que no te pese tanto la gran estafa que cometieron con nosotros.
¿Qué estabilidad se supone que deberíamos tener si la mayoría apenas hemos cotizado un par de años a jornada completa?
Y así es como se multiplican los empleos de siete o diez horas a la semana que no dan para independizarse; o las jornadas infinitas de más de cuarenta, cotizando solo la mitad; los empleos en los que te dicen, "te pago 5 euros la hora, por redondear" o " lo demás te lo pago en un sobre"; los contratos de formación que poco tienen que ver con el aprendizaje porque te explotan hasta que digas basta, o los " mejor pongo que no tienes estudios para cobrar la subvención".
Y eso, y pido mil perdones por las formas, eso sí que jode. Porque decides estudiar, con lo que eso conlleva; sacrificios, dinero, esfuerzo, tiempo y mil sudores para sacar algunos que otros exámenes imposibles.
¿Para qué? Para que después no te contraten porque no tienes experiencia. Pero tampoco existe nadie que esté dispuesto a dártela y enseñarte. Así que terminas en cualquier sitio no relacionado con tu sector, en el que poco le interesan tus esfuerzos y tus títulos, ni tus idiomas ni estancias en el extranjero para aprenderlos.
Qué no os engañen, no estamos en crisis, a menos que la crisis solo sea un claro reflejo que los únicos que jugamos en esta sociedad y su monopolio somos los pobres. Porque los ricos siguen siendo ricos. Los niños de buenas familias terminan sus carreras y consiguen un buen empleo. A los veinte un BMW, a los veinticinco un gran viaje y a los veintiocho una casa.
Así sí. Y te preguntas ¿Cómo lo hacen?
La respuesta está clara. No estamos en un país que brinda las mismas oportunidades ni que recompense el esfuerzo.
Hemos parado a nacer ante un país cuyo único logro es premiar la ley del mínimo esfuerzo. Resulta irrisorio pero en España, si no tienes contactos, prácticamente no eres nadie.
Un país en el que al hijo pobre del obrero le ponen mil zancadillas para que no avance, no vaya a ser que, gracias a su esfuerzo y sus ganas, logre un buen empleo y le toque dirigir a un niño de papá.
Un país en el que se mantienen políticos, reyes, princesas, bancos y personajes de televisión a precios de oro, mientras te dice con la boca pequeña que no hay dinero para becas. Donde no paran de salir a la luz enchufismos de altos cargos por ser hijo o primo de, mientras te afirman que es muy difícil fomentar el empleo.
Un país, donde el rey es operado de urgencias en menos de un día en pleno Agosto, mientras tu padre espera mes y medio porque es verano y están de "vacaciones".
Que no te engañen, sí hay empleo, pero no para ti. Sí hay dinero, pero no para ti. Sí hay buenos médicos y buenos profesores, pero no para ti. Porque nos han enseñado a que todo tiene un precio, y que lo bueno, se paga, y si no tienes dinero, solo aspiras a lo que sobra.
Pero en lugar de eso, nos topamos con una pared infranqueable que lo único que nos devuelve es el claro ejemplo de una transición de dudas y desilusión
Y, tristemente, para lo que sobra, hay una larga lista de espera.