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Pitol marca en su obra pautas intimas de calidad y de moral
El escritor mexicano Sergio Pitol ( 1933- 2018), es considerado por la crítica literaria un clásico de la lengua española, un canon de la literatura universal, un artesano de la palabra, un escritor que en su obra marca pautas íntimas y de moral.
El autor de obras como "El tañido de una flauta", "Juegos florales", "El viaje", "El arte de la fuga" y "Pasión por la trama", cumplió el pasado 12 de abril dos años de su fallecimiento en México. Para recordar su legado literario publico esta entrevista que le hice al maestro Sergio Pitol en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo) en abril del 2003.
Sergio Pitol Deméneghi, nació en la ciudad de Puebla (México), 18 de marzo de 1933 y murió en Xalapa (México), 12 de abril de 2018). Estudia Derecho y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (ver biografía en Instituto Cervantes)
El poeta Elkín Restrepo, director de la revista literaria de la Universidad de Antioquia, dedicó en el 2003 un número de la publicación a la vida y obra de Pitol, con fotografías del escritor en diferentes momentos, espacios, tiempos y lugares.
“"Nos nace una profunda admiración por sus libros (…) Yo he tenido la oportunidad de leerlos, de disfrutarlo, y en la revista pensamos que podíamos ofrecer un homenaje a uno de los grandes escritores del idioma", comentó Restrepo.
Para el escritor Darío Jaramillo, Pitol marca en su obra "pautas intimas de calidad y de moral (...) no le interesa el público, está claro, le interesa los lectores. Pitol escribe sin prisa, mirando la realidad desde un punto de vista en que nadie la ha mirado. Al cabo de los años esta ética del goce y la excelencia obtiene reconocimiento colombiano (…)”.
Pitol es un clásico “en el mejor sentido del término, un autor con lectores devotos. Su creación literaria se debe preservar para los lectores de hoy y de mañana".
Foto:AMERICA 2.1
Dialogo con El artesano de la palabra, un hombre lleno de canas, que con voz pausada recordó su niñez y la línea que separa la vida y la muerte.
Pregunta: Maestro, después de 70 años de vida y más de 50 de trabajo narrativo, ¿qué ha significado para su vida la literatura?
Sergio Pitol : Mire usted Amigo. Yo creo que mi vida es una conjunción casi perfecta entre literatura y vida. Yo fui un niño muy enfermo. Vivía en un ingenio azucarero en el Estado de Veracruz (México)- que en aquella época era absolutamente inhóspito e insalubra- contraje un paludismo mortal. Durante muchos años no pude salir de casa. No tuve escolaridad regular, por ejemplo, presentaba exámenes a fin de año y era huérfano de madre. Entonces era un niño solitario que vivía con mi abuela y mi tío, quienes fueron maravillosos conmigo, como debían ser un padre y una madre.
Pero el hecho de tener esas fiebres, de estar postrado, pienso que salvé mi vida por el entusiasmo de los libros. En una ocasión, debo haber tenido cinco años, me regalaron un primer libro que fue uno de Julio Verne, que se llamó “Dos años de Vacaciones”. Es la historia que a los mejores niños de una escuela de Nueva Zelanda, le dan un premio por sus calificaciones para hacer un recorrido de unos cuantos días en barco a lo largo de la Costa de esa isla para visitar determinados pueblos, campos y en la noche cuando estaban dormidos en sus camarotes, vino una tormenta brutal y las amarras del barco se deshicieron y el barco se fue, cuando todavía no habían llegado el Capitán, ni los marineros, ni el resto de los tripulantes.
Entonces el barco fue lanzado con la velocidad de un tornado a cientos de kilómetros de la isla. Chocaron con una isla pequeña y deshabitada. Vivieron allí dos años. En ese tiempo recorrieron la historia tecnológica de la humanidad, donde aprendieron a cultivar la tierra, a domesticar animales, a construir una casa, a hacer tejidos, calzados y tuvieron muchas aventuras peligrosísimas.
En ese libro para un niño pequeño, atado a una cama, con dificultades de movimiento, me anonadó, me maravilló verdaderamente. Todos los personajes eran desde kinder garden, hasta los que ya habían terminado la primaria. Todos eran de primaria. Desde ese momento, eso me marcó la vida. Lo leía con un éxtasis, con una intensidad, con una felicidad cada vez que se daba un triunfo contra los piratas, contra los caníbales, contra los animales feroces. Cada triunfo de los niños era un triunfo, era una esperanza gigantesca de vida.
Después me leí casi todos los libros de (Julio) Verne. Después me leí otros libros para la adolescencia como La Isla del Tesoro de Stevenson, Ivanhoe de Scock, los libros de Tom Sawyer, Loeck, Berry Twin de Matt Twein. Así muy rápido llegué a la novela del siglo XIX.
P: En esta primera parte de su infancia. ¿La literatura fue cómo una medicina?
--- (silencio...) Es la salvación, una energía y una resistencia, una lucha para librarme de la enfermedad.
P: Maestro, ¿usted estaba en ese momento entre el dilema de vivir o morir?
---Podría haber muerto...Fueron muchos años...A los doce años recobré la salud, fui a la secundaria, hice mis estudios pero ya estaba intoxicado. Ya no podía despegarme de los libros. Mi abuela era una lectora de tiempo completo. Cualquier cosa que pudiera suceder en la casa, cualquier descompostura, no le importaba, hasta que acabara el capítulo que estaba leyendo.
Teníamos libros en la casa y mi abuela y mi tío no me pusieron ninguna censura. Pude leer todo Balzac, Solar. Era rarísimo para un niño. Y a solo 11 o 12 años pude leer a Tolstoi, “La Guerra y la Paz”. Cuando llegué a la facultad de leyes y letras, a los 16 años, estaba yo lleno, saturado de literatura, de conocimiento. Todo esto crea un caldo de cultivo para un escritor. También las historias que mi abuela nos contaba de su vida, de la revolución, de los viajes qué hacían, de los peligros que tuvieron, eran elementos que después me enriquecieron. Era la materia bruta de lo que fueron mis primeros libros.
P: Maestro ¿cómo y cuándo le surge una idea para un proyecto literario?
---Bueno, eso es un misterio los incentivos para escribir una novela o un relato. A veces yo anoto muchas cosas. Yo llevo un diario y cada cierto tiempo escribo, como mi viaje a África, a Colombia. Anoto algunas frases que oigo, reseño algo de unas personas, ya sea que tenga una cualidad diferente a los demás. De repente leyendo un libro o viendo algo, me viene a la imaginación una pequeña trama, de una escena. De una madre con su hijo, una pareja de amantes o un matrimonio que tiene crisis o bien oyendo un concierto y viendo la cara de la gente. Los que están cerca de mi o viendo arriba. Todo eso me ha producido una pequeña tramita que la anoto.
P: Maestro, ¿usted estaba en ese momento entre el dilema de vivir o morir?
Después los voy acumulando y empiezo a desarrollar. Esa madre y ese hijo quienes eran, que edad tiene ella, que profesión tiene, si es que la tiene porque no hay padre, es divorciada, ha muerto, es viuda. Lo tuvo por gusto el hijo. Si quería tener el hijo sin esposo y entonces voy añadiendo cosas y el hijo quien era que edad tiene, que estudia, que conflicto tiene. De todo esto hago cápsulas y de repente entrelazo eso con otros vecinos de la calle de enfrente. De repente van saliendo los personajes secundarios como sostén en la construcción de una novela. Hay un momento en que siento que todo esto se enlaza. Que algunas cosas tienen que deshacerse de ellos y les dejo autonomía a los personajes. Los dejo que se muevan y voy haciendo una construcción racional y algunas veces irracional. Dejo los diálogos que surjan, hasta llegar a la palabra fin.
Después eso puede ser fatal, pero hay algo que está hasta cierto punto bien, entonces comienzo de nuevo y empiezo hacer toda una matemática en la novela. Esto se quita, esto se pone. Es como un trabajo de artesanía, es como construir una casa.
P: Qué siente Pitol cuando dice bueno ya esta es la novela, ya no hay nada más que hacer o decir lo otro. Termine pero al carajo, a la basura
---Ayer contaba que precisamente una vez la primera novela que me pareció muy fácil y pensé terminarla en quince meses, tardó unos 15 años, porque la acababa y no funcionaba. No tenía movimiento, no tenía respiración, hasta que encontré una mujer que quedó como protagonista, entonces todo lo que había escrito, se organizó. Y eso me ha pasado muchas veces que las novelas al segundo o tercer capítulos siento que están mal. A veces los bajo (a los personajes) y se organizan muy bien, pero otras veces no. Los quito, los repongo por otros nuevos. Es una lucha enorme. Hay veces en que digo bueno ya esto está bien, ya no lo puedo hacer mejor.
P: Cuándo punto final a una obra ¿cuál es la sensación interna de Pitol?
--- ¡Ah! una sensación de felicidad y de fatiga. ¡Mire! yo escribo porque reviso mucho. Soy muy terco en la construcción, en la artesanía de la palabra, del lenguaje y a veces, como si la mano ya supiera y pensara. Son los mejores momentos. El último libro que publiqué, se llama El Viaje. Lo terminé en dos meses y medio y yo generalmente, me llevo años, un año, dos años y medio. Porque desde que desayunaba a las nueve de la mañana, me ponía a trabajar y trabajaba de sol a sol. Me acostaba a las cuatro de la mañana, a las tres de la mañana, porque no podía separarme de lo que estaba haciendo. No quería que hubiera un bache... Y cuando esta uno en este momento, las situaciones salen, los personajes salen, se expanden y eso para el escritor es formidable.
P: Maestro, retomando esa experiencia suya tan importante de la artesanía de la palabra, de ser muy metódico, muy escrupuloso, Pitol con 50 años narrando, viviendo apasionadamente su trabajo, ¿cómo ve a los nuevos creadores?
---Creo que hay una formidable remesa que viene de muy jóvenes. Aquí (Colombia) en Argentina, en mi país, en Guatemala, en El Salvador, hay escritores formidables. Es un momento de relevo del arte poética. Hay una originalidad extraordinaria y mucho talento. Yo creo que cuando hay crisis en el mundo, la literatura y en general las artes crecen, porque la sensibilidad de la crisis, el sentir que su país, su grupo son lo mismo y siente uno que está casi a la orilla del foso, entonces el refugio es el trabajo y la imaginación.
Argentina está en el peor momento de su historia. Los últimos años de la Argentina, han sido terribles. La crisis económica ha intensificado muchísimo esa crisis que ya se había venido y hay al mismo tiempo una feracidad de talentos, hay una constante sorpresa. Ver salir un joven y otro más que transforman la literatura, lo que son los géneros, se transforman... eso es maravilloso.
P: ¿Qué consejos puede dar Pitol a esta nueva generación para forzar, para que surjan narradores que perduren en el tiempo y que no mueran en el momento?
--Bueno...yo he dado talleres en Venezuela, en España, en México, y en algunas otras partes. Yo les digo, sobre todo a los escritores que el trabajo es fundamental, el trabajo es constante. Algunos son primerizos, algunos tienen un libro de cuentos, una pequeña novela, algunos han publicado solo en revistas o tienen un manuscrito que está por terminar, siempre les insisto en que piensen cuando están escribiendo, que piensen en los escritores mayores, aquellos que han sido grandes en el universo. Los que han transformado la literatura, los que han hecho obras maestras.
Que piensen que ustedes tienen que ser como ellos y llegar a la notabilidad, a la excelencia total como Cervantes, como Faulkner. Como Balzac, como muchos, ¿no? Y les digo: no lo van a lograr. Es imposible ser un Shakespeare, un García Márquez, un Borges es único entre millones de gentes que están escribiendo, pero eso les va a permitir exigirse todo lo que tienen por dentro. No ser conformistas...Ya quedó el título, el capítulo más o menos bien entonces ya me voy, pues ya me voy, hacia el otro. No piensen en esto, piensen que tienen que llegar muy alto. Esta exigencia crea una dinámica de trabajo y exigencia personal.
P: Maestro, usted es un escritor urbano, de metrópoli, ¿cómo ve a la ciudad como fuente de creación literaria?
--- Bueno, cuando yo comencé mi primero y segundo libro de cuentos, yo comencé a trabajar, las historias que conocía y recordaba en mis primeros años de infancia. Pasé mi secundaria en una ciudad y ese era mi entorno. Entonces el entorno y los personajes, no eran urbanos. Era lo que yo conocía, lo que estaba enterrado en mí. Lo que tenía yo en el archivo de la memoria. En el archivo de las emociones.
Mi vida y mi literatura están extraordinariamente unidas, crean una unidad, porque cuando empecé a viajar, creaba escenarios por los que me rodeaban, pero siempre los personajes eran hispanoamericanos. Solo dos o tres personajes extranjeros tengo en mi obra, que ya es muy amplia. Porque son las que conozco, las reacciones que puede tener un viejo mexicano, un joven, una señora, una jovencita. Todo eso es lo que puedo captar. Lo demás es como un complemento, como un telón.
Por ejemplo, mis novelas son urbanas, pero están situadas en la época de mi juventud o de mi adolescencia, en Ciudad de México en 1940, 1950.
La novela moderna del siglo XIX Balzac, Dickens, Dostoyevski, todos estos son los grandes descubridores de la ciudad. La novela del S XVIII, no lo es, ni del renacimiento. La vida urbana viene después de la revolución francesa, donde la novela de la ciudad tiene por fuerza que recoger una cantidad de latidos de todas las clases sociales y en eso Dickens fue absolutamente gigantesco.
Ahora la novela en México, lo que se puede decir, nuestro clásico es “Pedro Páramo” de Juan Rulfo y no es urbana, es rural, pero está escrita con una función absolutamente contemporánea. No se queda en el costumbrismo, sino que entra muy fuerte a los problemas sicológicos y sociales. A la estructura fundamental del hombre. Generalmente la ciudad es ahora el centro, donde vive la gente que escribe. Pero no es solamente esto- que al escribir sobre la ciudad- ya crea una nueva novela. Los Cien Años de Soledad no son de la vida urbana, tampoco La Vorágine y son las dos grandes novelas de Colombia.
P: ¿Qué es la vida para usted?
---Mire es una pregunta que el hombre y la mujer se han hecho durante mil años. Todo esto es tan abstracto. La vida para mi es quizás lo cotidiano, mis amigos, mi familia, mis libros, mi país, mi tiempo. Este tiempo que vivimos de hienas, de lobos. Las cosas que están pasando en este mundo pueden calificarse de monstruosas, sin embargo, son parte de la vida. Una persona reacciona de una manera y otra antagónica. Pero en general todo hemos entrado a una etapa de la vida muy peligrosa. El hombre vuelve a ser el lobo del hombre.
P: ¿La literatura podría jugar un papel para contrarrestar esa voracidad del lobo?
---Bueno, los momentos más monstruosos de una sociedad es cuando salen los mejores poetas, las novelas más extraordinarias, la pintura. También porque la forma de salvar a la humanidad es la forma que va a ser perenne. Las tragedias griegas, la arquitectura maya, los libros, El Quijote, Shakespeare, son la parte generosa de la historia, que le da la esperanza al hombre que el mundo no va a ser una constante marcha de destrucción. El hombre ha hecho maravillas desde hace cinco mil años, desde hace mil años, desde hace quinientos años, son el mejor lote que ha dejado la humanidad.
@edelmirofrancov
Periodista freelance
https://www.facebook.com/efrancov
Sergio Pitol El artesano de la palabra, hace parte de una compilación de entrevistas con autores latinoamericanos entre el 2000 y 2018 en Bogotá- Colombia.