¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Elplural.com - Política escriba una noticia?
Respuesta a Carlos Carnicero
Carlos Carnicero no sólo difama sobre mi persona en un reciente artículo, además difama a mi país desde la primera frase de su texto: “Cuba y su revolución”. Cuba es Cuba y su historia, pese a 52 años de dictadura, que no revolución, Cuba tiene una historia, mal que le pese a algunos españoles como Carnicero. Mucho menos es un “asunto metafísico”, Cuba es una realidad, y la dictadura oprobiosa que la gobierna es otra. El que así se manifiesta es Carlos Carnicero, una persona que sí podríamos calificar de extremos, y que me recuerda a algunos militantes castristas que debí sufrir en Cuba.
El señor Carnicero difama y miente sobre mi persona alegando que yo fui diplomática cuando el castrismo poseía los recursos para mantener “ legaciones diplomáticas con dignidad” . Le aclaro a Carnicero que yo no
trabajé en la Embajada Cubana en París, que mi salida de Cuba fue de esposa
acompañante de un escritor que fue nombrado a la carrera, y no de carrera,
diplomático en la UNESCO, por la sencilla razón de que el señor Manuel
Pereira, formaba parte del equipo de Alfredo Guevara, director del ICAIC, y
al que Fidel Castro en persona envió a una especie de aislamiento a raíz de
la realización de la película Cecilia de Humberto Solás, la que provocó una
gran polémica dentro de Cuba, por su costo, y por sus planteamientos acerca
del concepto de nación cubana. Yo debí, en ese entonces, detener mis
estudios universitarios y acompañar a mi esposo en lo que muchos llamaron la
*traversée du désert* de un líder (Guevara) muy comprometido con Fidel
Castro. Antes de salir de Cuba nos leyeron la cartilla a todos, nos
anunciaron que no podíamos sostener relaciones con los franceses sin que
estas fueran informadas a la DSE de la embajada, yo no podría continuar los
estudios en una universidad “ capitalista” (La Sorbona), y por mi trabajo de
criada, que no de secretaria, de criada del embajador castrista ante la
UNESCO (lo reitero), me pagaban mensualmente 632 francos al mes, el
equivalente de 62 dólares en la época. Tanto mi esposo como yo vivimos
momentos de gran humillación, de persecuciones, y vigilancias constantes,
como en su momento vivieron Guillermo Cabrera Infante y su esposa Miriam
Gómez cuando muy al principio fueron diplomáticos en Bélgica, lo mismo le
ocurrió al escultor Roberto Estopiñán cuando fue diplomático en la embajada
de Cuba en China, de la que *desertó* (según los términos castristas), Alejo
Carpentier y su esposa diplomáticos también en Francia, Juan Arcocha,
diplomático en París, además traductor de Jena-Paul Sartre y Simone de
Beauvoir en Cuba, cuando el célebre viaje de la pareja de filósofos a la
isla. Arcocha murió hace poco exiliado en París, los Carpentier regresaron a
Cuba.
Carnicero no sabe las razones, y tampoco las averigua, por la que me
castigaron tres meses a trabajar en los sótanos de la embajada, tampoco por
qué huí de París para regresar a Cuba, siendo muy joven, con lo que hay que
estar verdaderamente loco para no huir hacia la embajada americana y pedir
asilo político. *N’ est-ce pas?* Carnicero no se ha tomado el trabajo de
preguntármelo, ni de entrevistarme. Carnicero lo único que hace es repetir
como un papagayo lo que le contaron en Cuba los castristas, cuyo único
objetivo es desprestigiarme y silenciarme.
Mi enfrentamiento con el régimen empezó cuando tenía 11 años y mi padre cayó
preso, cinco años, sin juicio alguno, y después, cuando debió marcharse de
Cuba de manera obligada, desterrado, con mis hermanos, hacia Estados Unidos,
parametrado antes, alienado a raíz de los sucesos de Mariel, tuvo que
esperar hasta el año 1983 y salir hacia Panamá y de ahí hacia New Jersey. Mi
enfrentamiento con el régimen empezó cuando me incorporé al movimiento
pictórico de los años 80, uno de los primeros movimientos contestatarios que
existió en Cuba en el campo de la cultura y del arte. Mi enfrentamiento con
el régimen continuó cuando mi segundo esposo murió en un extraño accidente
de avión el 3 de septiembre de 1989, luego del sonado juicio de los
Generales. Mi esposo conocía – mucho antes de que yo me casara con él-
bastante a José Abrahantes, ex Ministro del Interior, tronado por Fidel
Castro, y asesinado de manera vulgar en un trayecto de la cárcel al
hospital, y se negaba a entender lo que sucedía y así lo había expresado
públicamente. Así que debe quedar claro que el cinismo con que Carnicero me
trata debe guardárselo, porque yo no fui catequizada a deshora. Y en
realidad, mi enfrentamiento, el de mi madre, el de mi abuela, empezó cuando
a los 7 años los castristas me sacaron de una iglesia (la iglesia del Padre
Ángel Gaztelu, del grupo *Orígenes*) a pedradas porque iba a tomar la
primera comunión, y una semana más tarde me hicieron un juicio público y el
director de la escuela me preguntó, obligándome a dar una respuesta *
revolucionaria*, que de quién quería ser hija, ¿de Dios o de Fidel?
Yo le recuerdo a Carnicero que en el artículo donde hice un juego de
palabras con su nombre, cosa que se hace en literatura desde Góngora y
Quevedo, fue en relación a un artículo todavía más asqueroso a este que le
estoy respondiendo donde se manifestaba de manera despectiva sobre los
presos de la Primavera Negra del 2003, los mismos que su gobierno, el de
Zapatero, en contubernio con la Iglesia Castrista, ha obligado a desterrar a
España, sin ningún tipo de elección, bajo licencias extrapenales, que no
constituyen libertades seguras para ninguno de ellos.
En cuanto a los “ libros que yo produzco” y que tanto le molesta, pues tendrá
que vivir con ellos, porque los sigo escribiendo, y con ellos me di a
conocer entre cientos de miles de lectores del mundo entero, como podrá
comprobar por las traducciones que se ha hecho de mi obra. Solamente trabajé
5 años en la UNESCO, y cuatro años como Editora en Jefe y Subdirectora luego
de la Revista Cine Cubano. Otros escritores cubanos como Leonardo Padura y
Pedro Juan Gutiérrez han tenido cargos similares, de mayor duración, y más
altos en la UNEAC (modelo soviético) y en la revista Bohemia, publicación
tomada por los militares.
He dejado lo de la casa para último. Cuando mi segundo esposo murió, yo
tenía 30 años, estábamos casados, y sin embargo el estado castrista quiso
quitarme lo que me pertenecía, lo que no pudieron conseguir porque hasta los
hijos de mi marido se pusieron de mi parte, pero el propósito era dejarme en
la calle. Desde que tengo uso de razón viví en un solar, que se derrumbó
delante de mis ojos cuando tenía 10 años, luego me tocó el albergue
castrista donde dormíamos en literas, durante años, en una promiscuidad
absoluta, después me tocó dormir en el cine *Actualidades*, porque en el
albergue estaba expuesta a coger de refilón un machetazo. Y así las pasamos
negras mi madre, mi abuela y yo hasta que a la dictadura le salió de sus
entrañas darnos la posibilidad de un pequeñísimo apartamento en la calle
Empedrado, nº 505; no he sido la única, muchos cubanos se han encontrado y
se encuentran en ese caso. Por lo tanto, es una vergüenza que este señor
ostente de poseer una casa en La Habana frente a tantos cubanos que no
tienen ni un techo, pero sobre todo, cuando el gobierno de Zapatero, su
gobierno, le niega a los desterrados cubanos techos decentes donde reiniciar
sus vidas en el exilio al que han sido sometidos. Lo considero una vergüenza
de su parte.
Mis padres murieron en el exilio, a mí nadie me pagó la enfermedad de mi
madre, ni su tumba, la pagué yo. Mi casa es producto de mi trabajo, es la
única que tengo, donde ahora vivo. No tengo casa en La Habana porque me la
quitaron (tal vez para dársela a Carnicero), aunque no creo, los espacios
diminutos no le habrían convenido, tampoco tengo casa en Londres, como
declaró el señor Carnicero en una entrevista en Periodista Digital, ni en
ninguna otra parte, lo que no considero para nada un delito. Lo que sí
considero un delito es ser español y tenerla en Cuba. Yo lo que tengo es
mucha vergüenza, y vivo muy bien mirándome al espejo cada día, y no dependo
económicamente de ningún negocio, vivo de mi trabajo, porque mi
anticastrismo no me lo paga nadie, como a él le han pagado seguramente su
zapaterismo y con el derecho a una casa en Cuba su castrismo.
Zoé Valdés
La Habana, 1959. Escritora cubana exiliada en París desde los 35 años, con
nacionalidad española y francesa.