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¿Quién no se ha sentido alguna vez desilusionado por la conducta de otros? ¿Sabías que existe una estrecha relación entre tu nivel de desilusión y tu egoísmo? En este artículo te presento una nueva óptica sobre este problema
Hace poco recibí este mensaje de una amiga.
En apretada síntesis y citando textualmente me decía:
“Amigo; instas en tu vídeo a que se te sugiera los temas a abordar. Quisiera que hablaras cómo manejar el Egoísmo porque le pedí a mi hija que mi hiciera un favor en su móvil y me dijo que no podía porque le gastaba el saldo.
Me siento triste y decepcionada porque esto no es lo que yo le enseñé y por demás no tiene nada que ver con mi persona ni con la forma en que pienso. Es triste porque es mi hija.
Discúlpame, quizás puedas hablar sobre cómo manejar estas situaciones para que no nos dañen. Tengo mucha decepción porque además el dinero para su móvil lo pongo yo.
Dirás que no se mira desde esa óptica y es cierto Se lo doy con todo el amor de madre y nunca pido nada Solo que esto era una situación particular. Espero me comprendas”.
¡Claro que la comprendo porque quién no se ha sentido alguna vez desilusionado por la conducta de otros!
Si tu situación es parecida aquí te brindo una óptica basada en mis propias experiencias que te puede ayudar cuando no sepas qué hacer ante los desengaños.
Empecemos con un cuento:
Existió un gran personaje de la política de Japón que fue a ver a un maestro zen para aprender de su sabiduría y bondad.
Llegado a él le pregunto: - Maestro; ¿qué es el egoísmo?
No había terminado de formular la pregunta cuando el rostro del maestro se transformó en una máscara de arrogancia y menosprecio y le respondió: - Pero; ¡¿qué es lo que preguntas, zoquete?!
La inesperada respuesta hizo que el político crispara las manos, se le enrojeciera la cara y enseñara toda su dentadura en franca señal de agresión.
Entonces el maestro sonrió y le dijo: - Señor, eso es egoísmo.
Existe una estrecha relación entre el egoísmo y la desilusión.
No el egoísmo del que te desilusiona, sino tu egoísmo. ¿Por qué?
Por pretender y esperar que los demás se amolden a tu forma de ver la vida, que respondan a tus valores y que copien tu modelo de vida.
Vivir para que te complazcan es egoísmo, aun cuando lo encubras con miles de argumentos.
Por otra parte, el condenar a otros por no actuar como esperas es una actitud peligrosa porque te hace ver, a tus propios ojos, superior a los demás.
Detrás de una desilusión está la sombra de la creencia de que las cosas deben ajustarse a tu medida y eso es egoísmo. Y el egoísmo, al final, solo causa desilusiones porque es como querer ponerle una camisa de fuerza a la Vida.
Para desterrar a las desilusiones hay que desterrar al ego y para desterrar al ego hay que dejar de tomarse las cosas que te ocurren a título personal.
Para que puedas entender mejor recreemos la escena de la muerte de uno de los hombres más grandes de la historia porque la logró dividir en dos eras: antes y después de él.
IMAGÍNATE LA ESCENA:
Cristo hace una entrada triunfal en su pueblo que lo recibe con vítores, canciones y alabanzas de todo tipo. Tres capítulos en la Biblia están dedicados a describirla.
¿Qué pasa después?
Hay tres capítulos que se dedican a describir cómo ese mismo pueblo que lo alabó y lo vitoreó, ahora le brinda una de las muertes más dolorosas que existe.
Y no solo eso, sus propios discípulos, los que le habían jurado lealtad hasta la muerte; lo dejan solo a su suerte.
¿Tenía motivos Cristo para sentirse desilusionado, decepcionado?
Desde la perspectiva del Ego, ¡desde luego!
Pero despojado de él, la forma de responder es bien distinta. Desde la óptica del No-Ego; Cristo encontró un motivo para perdonar todo lo que le estaban haciendo.
“Nosotros solo podemos perdonar aquello que llegamos a comprender”
¿Qué fue lo que le sirvió a Cristo que nos puede servir a nosotros también cuando estemos a punto de sufrir una desilusión?
La combinación de una profunda comprensión de la naturaleza humana con una incondicional aceptación de ella.
¿Cómo aterriza todo esto en tu vida?
Establecer cualquier relación (de amistad, filial, matrimonial, etc.), esperando que las personas sirvan a tus intereses es dar un paso en falso desde el mismo comienzo. Las relaciones son para compartir lo que eres y lo que tienes porque la clave de la felicidad está en dar, no en recibir.
Si cuando estés necesitado la persona en la cual has cifrado tus expectativas te ayuda pues ¡bienvenida sea!
Si no lo hace, pues está bien también, porque tu amistad hacia ella no está condicionada por esa ayuda. Tu amistad está condicionada por el amor y por tu necesidad de compartir que es lo que te distingue como humano.
El ayudarte o no es decisión de ella, la tuya es no permitir que se te enfríe el corazón y perder tu humanidad por causa de las conductas de otros.
Preserva tu naturaleza humana por sobre todas las cosas. Es una de las posesiones más valiosas que te libran del sufrimiento que producen las decepciones y las desilusiones.
No deberías caer en el vicio de tratar de manipular o chantajear emocionalmente a la otra persona por el hecho de que no te ayudó como tú esperabas. Al único que empobrece esto es a ti porque tu energía de vida se estanca.
Esa es la razón del por qué en esta época han proliferado tanto los manipuladores y son muchas las personas que se han quedado lisiadas de amar.
Las relaciones humanas no deben ser un negocio, no son una cuenta bancaria donde lo que deposites te tiene que ser entregado con intereses. Ellas pertenecen a la parte sagrada de la existencia y como tal debemos apreciarlas y cultivarlas sobre la base del amor incondicional.
¿Te suena?: ¡AMOR INCONDICIONAL!
No debería ser una frase cacareada y ¡sí practicada!
Significa no ponerle ninguna condición a tu necesidad de desplegar amor a toda la Existencia.
Además, el mundo necesita a todo tipo de persona. Necesita también de los egoístas para que por contraste pueda proliferar más la generosidad y la compasión.
Hombres como Cristo, Buda, Mahavira, MIralepa, Sadaha, Lao Tsé resaltan y su impronta como ejemplos a imitar ha trascendido todas las épocas gracias al contraste de sus conductas con cómo nos comportamos habitualmente.
Hay un proverbio chino muy sabio que dice: “Si quieres andar sin molestia por la Tierra no trates de alfombrarla, solo cálzate bien tus zapatillas”.
No trates de arreglar a los otros, arréglate tú, dispón de las herramientas necesarias para que nadie que pueda causarte daño lo logre ya que has sido concebido en el crisol del hondo entendimiento de cómo funciona la mente humana.
Ten presente que la intención misma de querer cambiar a los demás, además de ser egoísta, solo te conlleva a sufrimientos porque tratas de convertirte en el corrector y redentor de la raza humana.
En resumen: Tus energías no deben estar dirigidas hacia la transformación de la otra persona sino hacia tu transformación.
Tu transformación debe ser sobre la base de la fidelidad a ser feliz a cualquier precio porque esa es la mejor ayuda que puedes brindarle a la humanidad.
¿Puedes transformar tu decepción en felicidad?
Esa pregunta te la dejo de tarea unida a un consejo: No permitas que el Ego con sus decepciones te hagan claudicar de la felicidad porque esas decepciones se pueden convertir en auto-decepciones,
¡Sí!, terminas decepcionad@ de ti mism@. Y para cuando eso ocurra ya hay muy poca cosa que te pueda ayudar porque pierdes la confianza en ti mism@ y en el mejoramiento humano.
Tampoco es aconsejable que te aísles de las personas por el riesgo de sentirte decepcionad@.
Lo que debes hacer es aceptar que así somos los seres humanos y no está en tu poder cambiar a nadie, pero sí cambiar tu forma de comprender a la naturaleza humana.
Termino con esta maravillosa sentencia del gran escritor ruso Lermantov que, en su obra: “Héroes de nuestro tiempo”, pone en boca del personaje principal Pechorin (al que sus amigos le hicieron todo tipo de bajezas):
“Nosotros solo podemos perdonar aquello que llegamos a comprender”.
Y te librarás de las decepciones y las desilusiones.
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Existe una estrecha relación entre el egoísmo y la desilusión
MUCHAS GRACIAS.