Por frontera solemos entender la línea divisoria que separa el territorio de dos Estados soberanos; el límite entre nosotros y los otros , ciudadanos y bárbaros , compatriotas y extraños. En este sentido, la frontera se erige como muralla etérea, levantada por nuestra primitiva necesidad de forjar la propia identidad con respecto al otro . En el fondo, subyace el miedo a lo desconocido, a todo aquello que escapa de nuestro control. No en vano, gobiernos autoritarios de todo cuño han blindado sus fronteras a lo largo de la Historia. Lo curioso es que, en la mayoría de los casos, el objetivo no era protegerse de hordas bárbaras o ejércitos invasores dispuestos a arrasar con todo a su paso. Se trataba de evitar que las ideas ajenas contaminaran al pueblo, haciéndoles pensar que existían otras formas de entender la vida y la muerte distintas a la propia, abriendo su intelecto al influjo de la razón frente al mito afín al poder. Sin duda, el elemento esencial para comprender el devenir histórico no son las armas, la guerra o las riquezas materiales. La fuerza para trasformar el mundo reside en las ideas .
Un día, hace más de cinco mil años, a un comerciante mesopotámico se le ocurrió una revolucionaria forma de gestionar su modesto negocio. Fabricó una sencilla tablilla de arcilla y anotó mediante símbolos rudimentarios cuántas vasijas había vendido y cuántas le quedaban. Ese acontecimiento, que marcaría el rumbo de la Historia, pasó inicialmente desapercibido por sus congéneres. Seguramente le tomarían por loco, desperdiciando su tiempo en tan fútil actividad. A veces tenemos la tentación de resolver cualquier problema con solemnes proclamas, grandilocuentes discursos que conduzcan a la humanidad por el camino correcto. Y, paradójicamente, nuestro humilde comerciante mesopotámico, padre del más fabuloso invento que se haya creado jamás, yacerá siempre en el olvido. Cada palabra que escribimos rinde un silencioso tributo a aquél anónimo personaje que, pensando en el propio beneficio, nos permitió almacenar nuestros pensamientos, sobrevivir a la muerte en la relectura de aquello que un día escribimos. Quién iba a pensar que el secreto de la inmortalidad, condición ambicionada por el hombre desde que comenzó a ser consciente de su propia existencia, sería descubierta por un gris hombre de negocios, un capitalista sin escrúpulos , movido por el simple beneficio personal1.
La frontera no es solo un muro, también representa el horizonte de lo que algún día es probable que lleguemos a ser; los límites de nuestro conocimiento, las simas donde se esconde el profundo interrogante de todo lo que escapa a nuestras limitadas entendederas. El futuro está en manos de los hombres de frontera. Personas capaces de ir más allá, de salir de su propio entorno existencial para lanzarse al abismo del misterio que nos envuelve; de aventurarse por sendas inexploradas, con el único fin de saciar su sed de infinito , de encontrar respuestas a todo aquello que nuestra razón no alcanza a explicar, a los inefables anhelos de nuestra alma.
Ante la frontera caben dos posturas vitales: el inmovilismo o la osadía. La primera nos proporcionará una vida cómoda, a la medida de las ideas y costumbres predominantes en nuestro entorno vital. Una existencia plácida y sin sobresaltos, al albur de los cánones sociales que conocimos en nuestra infancia, sin emprender la búsqueda que nos llevará a forjar nuestra propia vida.
El osado, sin embargo, trata de romper las invisibles barreras que le impiden trascender, ir más allá de sí mismo para encontrarse con las ideas del otro. Piensa en la frontera como horizonte vital; meta e inicio del incierto peregrinaje que le llevará a alcanzar sus propias respuestas, forjadas en largas jornadas de travesía por el tempestuoso océano que le separa de sus más profundos anhelos.
Lamentablemente, vivimos en un tiempo de trincheras , en el que el inmovilismo campa a sus anchas por los respetos del panorama político, económico y social. La crisis económica ha contribuido a generar una corriente de pensamiento anclada en el pasado, que concibe nuestras penurias materiales como una secreta maldición que se acabará inexorablemente con nuestras perspectivas vitales. Algunos sociólogos hablan de generación ni-ni , para describir la postura vital de aquellos que se resignan a ser aplastados por el pesimismo circundante; que se cruzan de brazos ante un destino (aparentemente) inevitable. Frente al indolente conformismo que nos rodea, los jóvenes hemos de vivir en la frontera ; luchar denodadamente por forjar nuestro propio futuro, sin exigir siempre a los demás que nos resuelvan los problemas. Nuestra generación está llamada a afrontar desafíos de proporciones todavía hoy desconocidas. Para ello se requiere una mente abierta al otro , capaz de salir de las propias trincheras para exponerse al fuego de las ideas ajenas, sin miedo a reconocer que la verdad absoluta no forma parte de nuestro patrimonio personal.
En definitiva, hemos de pensar en la frontera como horizonte vital , como camino y meta de nuestros pasos, que nos llevarán al fructífero intercambio de ideas con el otro ; al dia-logos sincero, sin fanatismo ni prejuicios sectarios. En palabras del economista, humanista y escritor José Luis Sampedro, Mis fronteras son todas trascendibles, como lo es la membrana de la célula, sin cuya permeabilidad no sería posible la vida, que es dar y recibir, intercambio, cruce de barreras. Y más aún que trascendible la frontera es provocadora, alzándose como un reto, amorosa invitación a ser franqueada, a ser poseída, a entregarse para darnos con su vencimiento nuestra superación: ese es el encanto profundo del vivir fronterizo. Encanto compuesto de ambivalencia, de ambigüedad —no son lo mismo—, de interpenetración, de vivir a la vez aquí y allá sin borrar diferencias. Más allá nos tienta lo otro, lo que no tenemos: nos lo canta y nos lo promete la frontera. 2
Réquiem por un hombre de frontera.
1 La historia de la contabilidad , Esteban Hernández Esteve (http://www.aeca.es/comisiones/historia/lahistoriadelaContabilidad.htm).
2 Discurso de ingreso a la RAE de José Luis Sampedro Sáez: Desde la frontera. Madrid, 2 de junio de 1991
*Artículo publicado en AndalucesRegeneraos.com (clic para acceder al enlace). 'Fórmula de la revolución', Pavel Filonov (1920). El devenir de nuestros fútiles anhelos cotidianos nos aleja de la inexorable verdad latente tras los célebres versos manriqueños 16/09/2014
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