Básicamente una medición de audiencia refleja el comportamiento de los televidentes. Con las variantes de cada metodología, a través del histórico se puede establecer la evolución en los hábitos de los consumidores de pantalla. En comportamientos cada vez más marcados por el individualismo, los segmentos cobran importancia y también su distribución en las franjas horarias, pero el liderazgo se juega en grandes números. Estamos asistiendo a cambios en los ranking generales y en algunas regiones, se observa tendencia sostenida a la baja de una de las señales más antiguas de Paraguay.

Los pecados de programación se pagan con rating. Este dato, puede variar descendiendo o ascendiendo en función de desplazamientos de audiencia de un canal a otro, o del encendido general. La porción del encendido que corresponde a cada uno en un momento dado, se llama "share". Como decía un colega del medio "ahora competimos por el tiempo de la gente", ya que a la disputa en oferta televisiva, se suman en forma creciente, diversas formas de canalizar el ocio. Los que lo comprendan, sobrevivirán, los que no, perecerán achicharrados por la hoguera cuantitativa de los implacables dígitos.

Un canal de TV vende televidentes, los mismos que captura con la "red" de su programación que si no está bien tejida, arriesga los agujeros por donde se escapa su pesca. Alguien dijo que la arrogancia organizacional es "gorda, sorda y feliz" ... y añadimos, cara, muy cara. Cuando los anunciantes perciben con claridad que están colocando su pauta frente a menos gente, o se van o pagan menos, con lo que no es posible rentabilizar la operación. La realidad está cobrando su tributo.