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Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Melbourne y de la Universidad Estatal de Georgia ha concluido que las parejas con hijas primogénitas tiene más probabilidades de separase que las parejas con hijos primogénitos, pero solo cuando las niñas alcanzan la adolescencia.
El trabajo, titulado Daughters and Divorce (Hijas y Dovorcio), obra de Jan Kabátek y David Ribar y publicado en The Economic Journal, ha confirmado que tener una hija primogénita aumenta el riesgo de que los padres se divorcien, tanto en Estados Unidos como en los Países Bajos (el estudio se basa en datos estadísticos de ambos países), como habían señalado estudios anteriores.
Sin embargo, a diferencia de los trabajos anteriores, el estudio también analizó el efecto de la edad de los hijos. Descubrió que el riesgo de "divorcio con hija" solo aparece en la adolescencia, entre los 13 y los 18 años.
Antes de los 12 años, las hijas no muestran más correlación que los hijos con la separación de las parejas. "Si los padres fueran de verdad más propensos a separarse por preferir a los hijos, seguramente no esperarían 13 años para hacerlo", razona Kabátek. En cambio, sostiene, el hecho de que el riesgo esté tan vinculado con la edad exige otra explicación: los padres se pelean más por la educación de las hijas adolescentes que por la de los hijos adolescentes.
En el conjunto de los años, el efecto hija es pequeño. En los Países Bajos, por ejemplo, cuando el primogénito alcance los 18 años, el 20, 12% de las parejas se habrá divorciado si ese niño es un varón frente al 20, 48% si es una hija. Ahora bien, en los cinco años en que el primogénito tiene entre 13 y 18 años, ese aumento asciende al 5%. El punto máximo, el 9%, se alcanza cuando ese niño tiene 15 años. En Estados Unidos, esas cifras más o menos se duplican.
Las encuestas muestran además que los progenitores de hijas adolescentes discuten más sobre la crianza de los hijos que los que tienen hijos varones, sobre todo por las decisiones personales de sus hijas adolescentes, como la forma de vestir, con quién salen y dónde trabajan. No obstante, el trabajo refleja una excepción en la que las parejas con hijas primogénitas no se divorcian más cuando estas llegan a la adolescencia: cuando el padre ha tenido una hermana.