¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Melitón Medina escriba una noticia?
E N escritos anteriores aludí a las coincidencias y a la casualidad, hoy he de retomar tangencialmente el interregno de aquellas cuestiones que consideramos inevitables y a las evitables. ¿La muerte es inevitable? Depende de los ojos que la miren, la muerte es la nada misma o la misma es la puerta de ingreso a la verdadera vida, o la adopción de una nueva vida. Pero sea lo que fuere, es inevitable, razonablemente inevitable. Que no nos guste es, como diría el gran filósofo Ricardo Gil "harina de otro costal". Ahora vayamos a aquellas cosas que son razonablemente evitables y mejor aún: aconsejablemente evitables . Por ejemplo la mediocridad es aconsejablemente evitable, la mendacidad también y ambas reunidas potencian la posibilidad de prevenirlas ( o la obligación) porque una vez reunidas y fortalecidas resulta muy difícil enfrentarlas, especialmente sin se han fortalecido con el transcurrir de los años.Ni qué decir si ellas se han enquistado en un poder, desde allí engulliran con suma facilidad a los otros poderes y ese alimento hará a la amalgama siniestra más poderosa , cuasi imbatible. ¿Qué de quién o de quienes fue la culpa? eso ya no interesa, el parásito mediocre y mentiroso ahora controla todos los sistemas del "cuerpo" y los antivirus, para utilizar un término informático, se han echado a dormir la siesta o ya son obsoletos, lo que resulta más grave. Que si para que el parásito se desarrollara hasta adquirir las dimensiones enormes que hoy ostenta orgulloso, arrogante, temerario e iracundo, fue necesario que hubiera otros... demasiados mediocres y mentirosos que lo alimentaran? también es cierto, aunque podía haberse evitado, era evitable, obligatoriamente evitable. Crear el nuevo antivirus implica oponer a lo ruin la grandeza a la ineptitud el talento, la autoridad en la materia y oponer a la mentira la verdad íntegra, brillante, diáfana, puesto en otras letras se resumiría en tiempo dedicado y coraje, nada más ni nada menos, porque esta tarea significa dejar de lado los intereses personales o corporativos, con un norte mucho más ambicioso. ¿Y existen ciudadanos que amen este horizonte? Serán los menos pero seguramente existen, pero necesitan que dejemos a alimentar al parásito, en ello radica nuestra imprescindible contribución, salvo que nos guste ser alegremente cómplices del que se nutre de nuestra imbecilidad. Cuando el alimento comience a ser escaso y la presencia del antivirus preocupante, el parásito en su esquizofrenia empezará a deglutir sus propios miembros, hasta que su canibalismo autodestructivo y suicida lo consuma.