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Por Fabio Gadea Mantilla - Querida Nicaragua: La Iglesia católica siempre nos está dando grandes sorpresas. Esta vez, ante el asombro de todo el mundo católico, el nuevo papa no se hizo llamar ni Gregorio, ni Benedicto, ni Juan, ni Pablo, ni Sixto.
Escogió simplemente el nombre de Francisco.
Gran sorpresa fue también que el nuevo papa sea latinoamericano, nacido en Argentina, que provenga de una familia pobre, y sea un hombre austero, humilde, sonriente y que no gusta del boato. Un hombre sencillo que hizo cambiar el anillo de oro que usualmente usan los papas por uno de plata, y que lleva un pectoral con un crucifijo de hierro, no de oro como usualmente han llevado los pontífices.
Estos signos muestran la personalidad humilde del papa Francisco, quien siendo jesuita, más bien parece un discípulo del pobrecillo de Asís, aquel San Francisco que vivía y predicaba pobreza, castidad y era hermano de todos los seres de la creación.
Un cardenal que gusta de hablar con toda la gente. Este fue el hombre que el Espíritu Santo designó como el sucesor de San Padre. Seguramente el papa Francisco renovará nuestra Iglesia, renovará pero sin tocar lo esencial, lo que no se puede cambiar. En lo esencial, en lo dogmático, en todo aquello que Nuestro Señor Jesucristo dejó establecido, no habrá cambios.
No creo que el papa vaya a permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo, o el celibato, o la ordenación de mujeres, o la permisión del aborto.
La Iglesia tiene que mantener sus valores eternos que son las normas que ha señalado nuestro Dios a través de su hijo Nuestro Señor Jesucristo.
El papa Francisco será amoroso con todos: pobres y ricos, negros y blancos, es su manera de ser. Predicará el equilibrio social entre unos y otros procurando que no haya tanta pobreza y desgracia en el mundo.
Francisco de Asís, aquel pobre hombrecito del siglo XIII que abrazaba a los leprosos y se despojaba de su capa para dársela a los pobres, tuvo un sueño. Vio que la Iglesia se derrumbaba y decidió fundar una orden mendicante apegada estrictamente al Evangelio. Fue a Roma para ver al papa Inocencio III. Los cardenales vieron a un mendigo que tenía varios días de estar esperando ser recibido por el papa. Aquella noche el papa Inocencia III tuvo un sueño. Vio como la Iglesia se derrumbaba y un hombrecito la sostenía con sus manos. El papa, impresionado, recibió al mendigo Francisco, quien le entregó la nueva orden, la que fue aprobada posteriormente por el papa Inocencio.
El papa Francisco me recuerda al pobrecillo de Asís. No es nada raro que tengamos hoy un papa Francisco, émulo de aquel santo que hizo de la castidad, la pobreza, la humildad y el amor al prójimo, el centro de su vida. Cierto que el siglo XXI no es el siglo XIII, pero el mundo de hoy anda revuelto, todos quieren ser ricos cueste lo que cueste, por encima de los valores morales, todos quieren tener lo mejor sin importarles el mundo de la pobretería que agoniza en la miseria.