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Soderling, que disputó el partido de su vida, elimina al español de Roland Garros en octavos de final (2-6, 7-6, 4-6, 6-7)
Nunca Rafa había abandonado la Central parisina derrotado. Sus cuatro participaciones anteriores en Roland Garros se habían saldado con la conquista de todos y cada uno de los títulos. En esta edición, se ha visto forzado (más bien le ha obligado un Soderling desconocido), a abandonar en octavos de final, con el agravante incluido que supone perder, no sólo la opción a una victoria final, sino 1820 puntos en la clasificación ATP. Es más, si a Federer le diese por ganar su primera Copa de los Mosqueteros y reanudase su marcha triunfal en Wimbledon, Nadal perdería el número uno.
El partido de ayer se enmarcaba dentro de la categoría de “los de trámite” a los que tan mal nos ha acostumbrado Rafa en las últimas fechas, sobre todo cuando juega sobre tierra. Precisamente esa desmesurada confianza en un deportista extraordinario, que tantos y tan variados éxitos lleva cosechados en su corta trayectoria profesional, provoca que la decepción se torne más complicada de digerir, hasta cierto punto difícil de creer. ¿Qué pasó ayer en París? ¿Por qué Nadal sucumbió ante un intrascendente tenista, uno más del circuito, al que barrió en Roma hace sólo un mes por 6-1, 6-0? ¿Qué ha cambiado desde entonces? Simplemente, Robin Soderling ofreció al descortés (para con Rafa) y entregado (para con él mismo) público francés la ocasión de presenciar el mejor y más completo encuentro de tenis que ha disputado y disputará en mucho tiempo, sobre todo teniendo en cuenta a quien se enfrentaba. Con un 77% de efectividad en primeros saques a más de 200 km/h, el sueco acumuló más de 50 golpes ganadores, todos arriesgados, todos acertados, cada uno de ellos como un puñal clavado en las aspiraciones de un Nadal impotente, desconcertado, a veces un tanto desesperado y, sobre todo, sin respuesta alguna que presentar ante tal vendaval de raquetazos. Sólo en el cuarto set, después de que Soderling se impusiese en el tercero, logró arrancarle un break para situarse 2-0, pero enseguida volvió a perder su saque. Al final, el tie brek dictaría sentencia, ejecutoria, para el español, quien, como siempre, aceptó la superioridad de su adversario cuando ésta se produce, esto es, las menos de las veces, aunque ayer fue una de esas. “Hay que aceptar la derrota. Jugué muy corto, sin agresividad, sin calma durante todo el partido. Fue mi culpa más que... pero él lo hizo muy bien. Hoy, no jugué mi tenis, ésa es la razón de que me haya eliminado y no tengo ninguna excusa", argumentó.
¿Por qué Nadal sucumbió ante un intrascendente tenista, uno más del circuito, al que barrió en Roma hace sólo un mes por 6-1, 6-0? Simplemente, Robin Soderling disputó el mejor partido de su vida
Rafa ya descansa con vistas a Wimbledon. Hay que considerar la situación desde un prisma positivo y, si hay alguna ventaja que rentar de esta eliminación, es precisamente ésa: el descanso. A pesar de todo, Nadal está preparado para manejar la coyuntura: “uno no se puede venir abajo para perder un partido o muy arriba para ganarlo.”, dijo el español. “Nadie se acuerda de las victorias, sólo de las derrotas. Para Wimbledon, hay poco tiempo pero hay que seguir adelante y prepararme lo mejor posible". Conociendo al número uno del mundo y al equipo que le rodea, no cabe la menor duda de que será así. La excesiva confianza antes aludida se gana por mérito propio, cuando se es capaz de sobrepasar el límite de lo concebible, a veces de lo inimaginable, llegando a encumbrarse como uno de los 3 mejores deportista de la actualidad. Una prematura eliminación no provoca que esa imagen enaltecida se desmorone siquiera un ápice. "Las derrotas no engrandecen nada por desgracia, pero también uno se da cuenta de la dificultad de lo que he hecho hasta hoy. Ayuda a valorar todo lo que he hecho anteriormente", esgrime Rafa. Desde la humildad, el buen perder, la nobleza y la elegancia se empiezan a construir triunfos futuros, no muy lejanos, mientras que aún se paladea el amargo sabor del sometimiento. Nadal es el número uno del mundo gracias a su capacidad y habilidades, pero sobre todo por ser propietario de una mente privilegiada, aquella que le ha posibilitado escapar de momentos difíciles y esa que, de eso hay que estar completamente seguro, lo volverá a hacer ahora.