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Nací en buena familia y a temprana edad, entró la desgracia en mi casa
Nací en un pueblito cercano en donde filmó Pedro Infante “Los tres Huastecos” allá por 1949 y fuí la sándwich de tres hermanos y a temprana edad mi padre murió y mamá, carente de estudios me envió con su hermana a la gran capital en donde se me recibió, no como la sobrina en desgracia, sino como la niñera de sus 2 hijas y empezó de la noche a la mañana, mi caminar en esta vida difícil.
Le agradezco a mi tía que cuando menos tuvo la atención de darme una carrera secretarial que me permitió con el tiempo, entrar a un despacho de abogados en donde conocí al que posteriormente sería mi desgracia, perdón, quise decir mi adorable esposo con quien procrié 2 hijos y que a la fecha, siguen siendo, el motivo de mi existencia.
Aparentemente, en mi vida no había grandes complicaciones porque tuve buen ojo para escoger a mi pareja que con el paso de los años llegó a ocupar un destacado lugar dentro del campo de las leyes y que nos permitió disfrutar de una buena vida, excepto que, a mi compañero le gustaba frecuentar a la hora de la comida lugares públicos en donde se disfruta de amena charla y compañía, bajo el pretexto de que ahí, él realizaba con sus clientes, los mejores tratos profesionales, aunque después de estos ratos de esparcimiento llegaba a la casa hecho un energúmeno, actitud que nunca comprendí, el porqué cambiaba de estado de ánimo.
Sin entrar en mayores detalles, pasaron los años y tuve que acostumbrarme a que el número de miembros en la casa era de 3 y en ocasiones aumentábamos a 4, por sus prolongadas ausencias del hogar motivadas por el trabajo (sic) y que en estos periodos de estancia, yo iba a ocupar, el centro de sus frustraciones.
Mis amistades aconsejaban que tenía que tolerarlo, al fin y al cabo, económicamente estábamos bien y pues, que algún defecto tenía que tener. Y bueno, que mejor consuelo, que disfrutar en la mano, de un buen vaso de cristal cortado escanciado con un excelente líquido que utilizaba mi compañero para recibir a sus visitas cuando él estaba en casa.
¿Qué no le dá pena a la señora su forma de beber?
Debo decirles, que el sabor no era de mi agrado y menos cuando sentía el cosquilleo del líquido al ir pasando por mi tráquea, sin embargo, me producía una sensación de placer y relajamiento, que hasta mis problemas conyugales no los veía tan malos y empezaba a creer que la mala de la novela era yo.
Desafortunadamente, el problema del alcoholismo en la mujer si es un problema de género, porqué mientras en el hombre la gente dice “el señor se está divirtiendo” en la mujer es diferente y dicen ¿que no le dará pena su comportamiento? “tan buen marido que tiene” y la verdad es que tampoco lo entiendo, tan fino, tan elegante, tan educado en la calle y en la casa todo lo contrario el grandísimo ca….vernícola, por que eso es, un salvaje cuando regresaba de sus francachelas. Pero bueno, estamos hablando de mi y no de él.
Esta situación de evadirme de mi realidad, duró solo 5 años y tuve que auxiliarme de este grupo de amigos para superar mi problema y lo cierto es, que si ya no vivo en la casota, si tengo un pequeño departamento en donde me visitan mis hijos cuando tienen tiempo y hasta un negocito tengo en donde no la paso mal, por cierto, ahora sé que esas ausencias prolongadas, era porque tenía otra familia que atender.
La sociedad estigmatiza a la mujer cuando tiene problemas de adicciones y causa en ellas, que su problema evolucione más rápidamente y si el hombre necesita de unos 15 ó 20 años para llegar a una situación deplorable, en la mujer tan solo necesita de 3 ó 5 años para alcanzar el mismo nivel del hombre.