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El tiempo que hace que nacimos, vence.
MORTALIDAD
No sé si será la edad o qué, el caso es que cada vez se nota más la mortalidad como limitación y salvedad: no se puede ir de copas hasta las tantas sin que al día siguiente haya una “resaca”, y no precisamente alcohólica, sino por haber trasnochado. Hay que pagar peaje. A los cincuenta, por ejemplo, tampoco se está en condiciones de realizar un gran esfuerzo físico, sin que falle el dolorido cuerpo. Ya comienzan los pequeños arrechuchos, quizá sin especial importancia, pero que indican que no tenemos veinte años. Lo normal. Además, no es inusual que colegas o amigos, quizá algo más mayores, te comuniquen una enfermedad importante, bien crónica o bien aguda, de las que deja “cerco”. De cercanía y circundado, cercenado sin poder alargar más el brazo que la manga. Porque la camisa comienza a no llegar al cuello. Y no solo por los kilos de más, sino porque se ve venir al toro. La vida se asemeja a una andanza torera. Hay que acostumbrase a que te den pases, recortes, te pongan banderillas, te piquen o te rejoneen; y uno se va cargando de heridas y humillaciones, en el cuerpo y en el alma. Lo propio del tiempo que nos hace viejos. Tampoco hay que esperar mucho más, salvo el cariño y el calor de los que te quieren, que hace que cada mañana amanezcas y te levantes con la ilusión de hacer algo para alegrar o aliviar las cargas de los demás.
Hoy se nos habla de la nueva medicina que hará que seamos cuasi “inmortales”. Nada más ilusorio. Es verdad que la tarea de los galenos consiste en curarnos y, por tanto, que duremos más. Recientemente, en una entrevista, un neurólogo decía que de 100 personas que lleguen a los 100 años, 95 padecerán demencia; y de 100 que lleguen a los 110, las 100 padecerán demencia. Bueno, es posible que se vaya corrigiendo con el tiempo esta “previsión”. Pero luego está el cáncer: cuanta más edad, más probabilidad de padecerlo. Sí, ya sé que el futuro es “prometedor”, lo ha dicho recientemente Joan Massagué: en cinco años será posible detectar muchos tipos de tumores con sólo un análisis de sangre. Y luego viene la medicina regenerativa: que te hagan un páncreas nuevo, un riñón nuevo con tus propias células. Bueno, está por ver, aunque hay ciertamente previsiones “halagüeñas”. Pero, después de todo, y aunque podamos llegar felizmente a los 100 años, el tiempo que hace que nacimos, vence. Nada tiene de particular, pues además, todos anhelamos la inmortalidad, pero no de este modo, en el tiempo presente, con todas sus desventuras, enfermedades, dolores, limitaciones, llantos y quebrantos que decía Quevedo, etc.; sin contar con el dolor moral de ver a otras personas sufrir…
La mortalidad se nota. Más bien diría que se toca. Y entonces, es hora de ir arreglando las cuentas, las propias.
Pedro López
Grupo de Estudios de Actualidad