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Érase una vez unos pescadores que no tenían donde pescar porque, durante décadas, habían expoliado las aguas más próximas hasta despoblarlas. Las empresas pesqueras, empujadas por el hambre insaciable del libre mercado, decidieron faenar en aguas hostiles, en la frontera de un país sin gobierno ni esperanza. Penetraron en el corazón de las tinieblas con la maximización de beneficios por bandera y la bendición de la Unión Europea.
Así empieza mi columna de hoy para Público, que puedes leer en las páginas de opinión del periódico y también aquí.
Y de propina, una de las canciones más cool del siempre cool Jamie Cullum, quien, por cierto, se pasará por Madrid la semana que viene para presentar su nuevo disco.