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Mujeres polifacéticas que crían hijos, trabajan, estudian y enfrentan la vida con una sonrisa
La famosa liberación femenina, nos ha puesto unas cadenas invisibles a las féminas del planeta, con grilletes y bolas de acero de mucho peso.
Hoy en día, no salimos a trabajar porque nos aburren las tareas del hogar, lo hacemos por necesidad y por supuesto, no abandonamos aquellas labores hogareñas.
Muchas veces, me han dicho ‘madre coraje’, probablemente algunos, o unos cuantos, de los que lo hicieron ni siquiera habían leído el famoso libro del alemán Bertold Brecht, uno de mis autores preferidos, que en realidad es un alegato antibélico y nada tiene que ver con la maternidad.
Pero no deja de ser verdad que se necesita coraje, voluntad, esfuerzo… a veces titánico, para ser mujer y madre en esta época.
No soy feminista, ni quiero serlo, los ‘ismos’ y los ‘anti’ no me van bien, creo en la igualdad de los sexos, en su complementariedad. Nosotras tenemos algunas cosas y los hombres tienen otras. Es sólo cuestión de diferencias que nos ha dado la naturaleza.
Irónicamente me he escuchado decir más de mil veces, que las mujeres, tenemos cuatro cuartos de cerebro que funcionan independientemente y que por otra parte nuestros dos hemisferios están interrelacionados. No lo he descubierto yo, por supuesto, lo han hecho otros ilustrados en la materia.
Es por eso que, mientras estamos en una reunión importantísima, de vital importancia en nuestra profesión, no podemos dejar de recordar que de regreso a casa, debemos comprar el mapa que nos pidió el benjamín de la familia para llevar al día siguiente a la escuela. O recordar que falta papel higiénico y hay que pasar por el súper también. Y tratar de terminar, después de servir la cena, ese trabajo pendiente desde hace días, que hay que entregar en el posgrado mañana, ¡sin falta!, frente al ordenador, mientras el hijo que está en la secundaria, nos pregunta quién era Alejandro Magno. ¡Puf! menuda tarea.
Pero no deja de ser verdad que se necesita coraje, voluntad, esfuerzo… a veces titánico, para ser mujer y madre en esta época
Claro además está la plancha, la lavadora, la compra semanal, o mensual, de comestibles, ese lavatorio que pierde agua y hay que llamar a quien lo arregle, el tendido de las camas, acomodar la ropa en los armarios… y todos los días volver a empezar.
Y estar atenta a cada hijo, que si cambian de actitud, que si tienen un problema, que quieren que los vayas a ver al partido de fútbol que juegan el sábado o simplemente que necesitan de tu compañía porque han tenido un desvelo.
En el trabajo por otra parte, estar espléndidas, la competencia es dura, y las cuestiones domésticas no deben ser planteadas, porque no están bien vistas.
Llega un momento que una piensa, ¡qué bien me vendría tener una esposa!
Sobre todo, porque muchas somos las que estamos solas frente a tamaña perspectiva. El divorcio, no ayuda mucho y a veces tener un marido tampoco. Algunos restan más que suman.
Y somos miles, y cada día más. No lo digo con amargura, no, ¡qué va! Cuando los críos han crecido y ya son hombres o mujeres, hechos y derechos, mirar para atrás significa sentir orgullo. La satisfacción del deber cumplido.
Pero muchas veces, se añoran aquellos años de la abuela, cuando las mujeres reinaban en el hogar y no tenían que ponerse la armadura para salir al afuera. Ese lugar salvaje que fue creado y sostenido por los hombres.
Llega un momento que una piensa, ¡qué bien me vendría tener una esposa!
A ellos no les resulta fácil tampoco, supongo, pero tantos miles de años los han acostumbrado y este nuevo rol, nos trae de la cabeza, lo aseguro.