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Mi amigo Juan Pedro vive en Pedrezuela, en la Comunidad de Madrid. Tiene allí una granja con vacas y caballos. De eso vive. Y está angustiado porque la Filomena, la nevadona o como se la quiera llamar, ha vuelto impracticable el camino hasta la granja. Solo se puede llegar a pie, y eso jugándose la vida, porque la nieve ya es hielo.
Este jueves, cuando ustedes lean esto, a los animales se les acabará el agua y no tardarán en morir de sed. Juan Pedro necesita que alguien le ayude, alguien que tenga una máquina capaz de abrir paso por el muro blanco para que pueda entrar un vehículo, salvar la vida de los animales y evitar la ruina. Mi amigo ha hecho un pequeño vídeo explicando esto.
Hay muchos Juan Pedros ahora mismo. Demasiados. El Gobierno, las autoridades, la gente de los despachos, se afanan en limpiar las carreteras, en sacar la nieve de las vías del tren, en garantizar el funcionamiento de los hospitales y el suministro a los mercados. Todo eso son cosas grandes e indispensables. Las autoridades se ocupan de las cosas grandes, que son muy importantes. Pero casi nadie se ocupa de los dramas que, desde los despachos, parecen pequeños, porque son individuales. Y sucede que las cosas pequeñas también son importantes. Sobre todo para quienes las padecen.
Como ocurre desde el principio de los tiempos, las cosas pequeñas nos toca solucionarlas a la gente. Siempre decimos que somos un pueblo bueno y solidario. Vamos a verlo. Yo no tengo una quitanieves ni un tractor ni nada parecido, pero puedo escribir esto para contarlo porque quizá alguno de ustedes sí lo tenga. Y pueda ayudar. Y quiera. Pregunten en Pedrezuela por Juan Pedro. Dense prisa. Gracias.