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El Gobierno de Singapur ha afirmado que mantendrá su veto total a la importación y venta de chicle. La prohibición es todo un símbolo de la imagen estricta y pulcra de la ciudad-estado, un oasis de prosperidad en el Sudeste Asiático
Hace más de 18 años, las autoridades singapuresas decidieron prohibir el consumo de chicle por motivos de higiene, argumentando que se queda pegado en las puertas y asientos del metro y resulta difícil de limpiar.
El Ministerio de Sanidad autorizó en 2004 la comercialización, con receta y solo en las farmacias, de goma de mascar con nicotina para dejar de fumar, otra obsesión en un país con la ley antitabaco más restrictiva de toda Asia.
Para el resto, quien comercie con chicle en Singapur puede ser condenado a una pena máxima de dos años de cárcel, mientras los que son sorprendidos tirándolo a la vía pública se enfrentan a cuantiosas multas.