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No es libertad el conformismo mediocre. No es libertad el no elegir ni permitir que otros elijan lo que corresponde a uno elegir. No es libertad algo que prescinda de responsabilidad
La libertad es la palanca que ha movido los procesos de desarrollo de la historia. La libertad se encuentra en el trabajo, en la vida y en la toma de decisiones. Entendida como un accidente en la existencia y la vida humana se desarrolla con cada decisión humana. El hombre libre está en el mundo, lo construye. El esclavo abandona su propia existencia a la deriva del devenir y del desconocimiento, desperdiciando así su naturaleza y sus posibilidades.
Para entender la libertad, primero hay que entenderla en la vida del ser humano, del individuo, en su dinámica, en su estructura interna, en su forma de ser. Y sólo partiendo de la libertad de cada uno podremos hablar de la libertad de todos.
La libertad es espontaneidad, contiene la total ausencia de violencia, de obligaciones o prohibiciones. Para el hombre libre la violencia va en contra de la naturaleza y reprime al ser en su dinamismo interno. La autonomía es la primera dimensión de la libertad.
Sócrates dijo que el inicio de la sabiduría es “conocerse a uno mismo”, y ese mismo es el origen de la libertad. Mirar nuestro interior, la realidad propia, la historia íntima, la naturaleza que somos y entenderla y aceptarla es el primer acto de libertad. El hombre que sabe que sabe, que tiene conciencia de sí mismo, sin mentiras ni disimulos, es el inicio de la libertad humana.
Reconocer los grados de libertad es indispensable para emprender su conquista
Vivimos un tiempo convulso donde hablar de indignación, de exigencia de derechos, de marchas contra todo aquello que vaya en contra de algo exige nuevos y mayores criterios de libertades. El riesgo que se corre con estas actitudes es creer que los derechos vienen de fuera, que nos son dados por entes externos y que si esos entes no los dan, entonces se carece de ellos. Y nos vamos convirtiendo entonces en adictos de privilegios, y nunca estamos satisfechos. Siempre exigimos más y siempre creemos tener la razón. Dejó dicho Gandhi: “hay en el mundo recursos suficientes para las necesidades de todos, pero no para la avaricia de algunos”. Esta cita encaja también para los derechos. Ninguna ley convierte a un hombre en un ser humano libre. Es el movimiento de cada uno el que desarrolla la libertad, es decir, el responsabilizarse de los propios hechos con el respeto a la libertad de los demás.
Los derechos humanos sólo tienen sentido asumiendo la libertad, la igualdad y la fraternidad como principios de vida. Tenemos como reto fundamental eliminar el individualismo liberal que dicta que si yo estoy cómodo el resto no importa. La verdadera libertad se inicia en cada persona, pero no se reduce a una persona. Ser auténticamente libres debe llevar siempre a respetar que todos los demás también lo sean.
Como comunidad compartimos un espacio, un territorio y nos realizamos juntos, construyendo la historia día a día con las decisiones que tomamos todos y cada uno. Como sociedad decidimos con principios, con derechos y con responsabilidades. Todo lo demás depende de la voluntad de cada uno.
La dimensión más humana de la libertad es la voluntad. Por eso la sociedad no puede ser libre por nadie, ni otorgar voluntad a quien no la tiene por sí mismo; pero sí es responsable de velar para que cada ser humano posea autonomía. Eliminar cualquier tipo de esclavitud, la trata de personas, la violencia de género, la precariedad laboral, y todo lo que coaccione la libertad de las personas. Y es más, todas estas tareas son a su vez responsabilidad de cada miembro de la sociedad. Porque ser indiferente a la injusticia es también una falsa idea de libertad y un crimen contra la propia libertad.