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Estoy escribiendo estas líneas y tú las estás leyendo, gracias, entre otras cosas, al papel que han tenido las membranas en el desarrollo evolutivo que ha llevado a la vida consciente que experimentamos los seres humanos. Esta membrana constituye una característica universal de la vida celular. Ha sido la base de la identidad celular. Y, desde allí, el impulso del desarrollo de la vida.
Ese perímetro que diferencia el ser de su entorno y de los otros seres vivientes. Las membranas en el mundo biológico son estructuras dúctiles y activas que se dejan permear constantemente para permitir la entrada de materia y energía. Controlan el equilibro de las reacciones metabólicas en la célula, para que no decaiga.
Otra actividad fundamental de la membrana es bombear los residuos para garantizar la efectividad de las actividades metabólicas. Todas estas acciones contribuyen al mantenimiento de la célula como una entidad diferenciada. Y le otorga protección de las posibles influencias dañinas del entorno.
¿Cultivan las organizaciones su membrana, ese borde que las separa y, a la vez, las conecta con su ecosistema?En general, poco, quizás, bien poco. O, más propiamente, en forma muy parcial. Se conectan "periscópicamente": allí donde su atención se focaliza y su lente les constriñe. Más allá de ese límite, todo es Marte. Y solo hay barreras que sortear para ampliar la visión y la experiencia.
Pero existen un puñado de organizaciones adaptativas que son exploradoras por definición, que tienen la innovación en su código genético.
En estas, las barreras, lejos de ser dificultades, son el estímulo para saltar las vallas, para ir más allá y ampliar el posible adyacente (Kauffman) y descubrir los futuros borrosos. Jakob Von Uexküll, etólogo estonio-alemán, nos recuerda en su libro "Mundos Circundantes" que para cada especie hay un único y singular entorno. Es el nicho ecosistémico en el que evoluciona y prospera.
Los Sapiens-Sapiens actuales tienen un sentido de la exploración que va más allá del automatismo genético. La evolución cultural no se da en forma espontánea.
El paradigma mecanicista fue muy castrador de la pulsión exploradora. Por el contrario, motivó la acción inversa: mirarse el ombligo. El mundo relativamente estático pergeñado desde esta visión fue más bien percibido como amenazante, por lo que la "membrana" se convirtió en fortín. Mirar un poco más allá del muro, solamente, y dejar entrar a cuentagotas lo que venía se convirtió en una pequeña osadía.
Lo estocástico y variable se disimuló con la falsa creencia de dominio de lo predictible y causal. Así, el mecanicismo perdió de vista los colores de la realidad. Su mirada fue solo binaria. La identidad organizacional se definía a partir de la diferencia y no desde el valor aportado al ecosistema. La identidad devenía en un concepto inmóvil, sin aperturas para su co-evolución con el entorno.
La membrana en tiempos de complejidad¿Puede la membrana organizacional seguir siendo un instrumento solo defensivo y endogámico? Claramente, no. Hoy las organizaciones deben jugar juegos infinitos (Simon Sinek), no discretos. Ello supone estar abiertos a sus ecosistemas, dejar entrar toda aquella información que les permita evolucionar generando valor continuamente y reconfigurándose cuando los estresores que vienen del entorno así lo exigen.
La membrana en ese contexto cumple un rol esencial para la sobrevivencia de la organización. Para hacerlo de manera cuidadosa y efectiva es necesario que las organizaciones desarrollen capacidades que apunten a lo siguiente:
La Creatividad evolutiva se ha expresado en nuestra naturaleza por medio de tres vías:
Esta última nos conecta irremediablemente con la necesidad de crear ecosistemas dentro y fuera de las organizaciones, para lo cual las "membranas" cumplirán el rol de conector y filtro. Cultivarlas y mejorarlas es uno de los grandes retos organizacionales de las sociedades complejas.
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