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En la época de Tito Flavio comenzaron los ataques y la destrucción de todo lo que no se adaptaba al estilo de vida de los romanos, así que comenzó por destruir el Templo de Jerusalén y adoptar a uno de sus líderes como el padre de una nueva teoría
Flavio Josefo (Siglo I) se convirtió en el ideólogo de la teoría de la supremacía romana frente a la cultura de oriente y la cultura del norte, ambas consideradas bárbaras y enfrentadas a la civilización cristiana del naciente Imperio Romano.
Sobre Flavio Josefo hemos escrito en varia ocasiones -sus obras se pueden leer de forma gratuita en Internet- para referir el origen del judeocristianismo, que es el soporte ideológico del Imperio Romano y que con el tiempo daría paso a la creación de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, frente a las iglesias Ortodoxa y Copta orientales de escasa vinculación con Roma.
Así que otro Flavio, el Emperador Constantino I (Siglo III), para los romanos y Constantino el Grande, para los Ortodoxos griegos (Bizantinos), será el encargado de fundar el catolicismo como religión oficial de un Imperio Romano que iniciaba su decadencia fijando su nueva capital fuera de la península itálica y que terminaría denominándose Constantinopla, en honor al ínclito Flavio.
La caída del Sacro Imperio Romano Germánico, última definición del decadente Imperialismo romano, se debe curiosamente al nacimiento del movimiento protestante uno de cuyos bastiones fue precisamente la creación de la Iglesia alemana de la mano de Martín Lutero, que daría paso años después a la creación de Alemania como nación, algo que serviría de entierro al Imperio Romano.
Dicho todo esto, el final de la II Guerra Mundial, sirvió para crear tres grandes frentes planetarios, a saber el de los países comunistas, el de los aliados frente a los comunistas y el de los No Alineados.
Estados Unidos se erige de forma unilateral como la cabeza del Nuevo Imperialismo Romano, en nombre de la civilización, frente a la barbarie comunista y los pueblos subdesarrollados del planeta, que están a merced de los malvados comunistas.
Durante los últimos 70 años EE.UU. ha ido tejiendo alianzas e imponiendo sus reglas a cualquier país que no se sometiera a su “estilo de vida democrática” empezando por su patio trasero (América Latina) y pasando la factura del Plan Marshall a los países de la Europa Occidental.
Sus intervenciones militares son de sobra conocidas y han contado con escasas críticas y contadas disidencias casi todas ellas benévolas y sin ninguna consecuencia, aquí cabe decir que jamás se ha sancionado a los EE.UU. por sus masacres, genocidios o por haber usado dos veces la Bomba Atómica, contra ciudades indefensas.
El cinismo del Nuevo Imperio Romano llegó a tal grado de descaro, que lejos de condenar a los EE.UU. por todos sus crímenes de guerra, se ha ensañado en feroces campañas contra las intervenciones (Internas) del Pacto de Varsovia, convirtiendo a Rusia en el peor enemigo del planeta.
Por suerte la invasión de Ucrania no se produjo en tiempos de la Unión Soviética
Pero no contentos con ello en los primeros años del siglo XXI, temerosos del ascenso de China como potencia económica y tecnológica, se han dedicado a exterminar a los países No Alineados que en su día dirigió el egipcio Gamal Abdel Nasser, léase Libia, Siria, Palestina…
Ya hemos tratado el papel del Nuevo Imperio Romano en un anterior artículo titulado La OTAN como problema, a la hora de hablar de la disolución del Pacto de Varsovia y la desintegración de la Unión Soviética.
Así que la campaña de propaganda de los llamados aliados no es otra cosa que un nuevo intento por salvar el Nuevo Imperio Romano tal como hiciera en su día la casa de los Flavios con Roma: O nosotros, o el caos.
Para mantenerse en el poder, las oligarquías occidentales no han dudado en mantener y apoyar a cualquier corriente fascista que surja dentro y fuera de sus fronteras.
Así se entiende la toma del Capitolio en los EE.UU. y la creciente importancia de los movimientos de extrema derecha en todos los países de la Unión Europea.
Así se entiende el auge del nacionalismo burgués y la creciente confusión en el campo de la izquierda y sorprendentemente en buena parte de los antiguos comunistas europeos.
Todos los Imperios en fase de descomposición recurren a sus antiguos enemigos con tal de mantenerse en pie, recurriendo a la dicotomía: O nosotros o el caos.
Casualmente el mismo argumento esgrimido por el fascismo europeo frente al auge del socialismo antes de la Segunda Guerra Mundial.
Casualmente el mismo argumento esgrimido por el Imperio Romano frente a Musulmanes, Otomanos y protestantes.
Si la democracia es diversidad y respeto al diferente, qué clase de democracia defienden los llamados Aliados de la OTAN, que están empeñados en sojuzgar a todo aquel que no lleve su “estilo de vida”?
El miedo a los vientos que soplan de oriente mantiene a raya el incontenible deseo de desatar una Tercera Guerra Mundial.
Por suerte China sigue fielmente el viejo proverbio de que el que pisa suave llega lejos.
Mientras tanto asistimos al desmoronamiento del Viejo Orden Internacional manejado por el Tío Sam y sus aliados, digan lo que digan sus agitadores y propagandistas.
@ordosgonzalo
gonzalo alvarez-lago garcia-teixeiro