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¿Por qué los defensores de la versión oficial sobre el 11-M se esforzarán tanto en que todo parezca lo contrario de lo que se ve?
¡Andan siempre tan diligentes en negar cualquier evidencia encaminada a esclarecer los hechos! Parecen indignados por tanta teoría conspirativa como circula en Internet. ¡Será por el salario! ¿Qué, si no, tendría tanto poder como para ponerse en evidencia mediática tan a menudo?
Los que niegan todo vestigio de conspiración se aferran a explicaciones imposibles y a resoluciones judiciales forzadas. En la última vuelta de tuerca, argumentan, no sin ingenio, que no se destruyeron pruebas con el desguace exprés de los trenes reventados, como demuestra el hecho de que todos no corrieron la misma suerte. Véase el caso del vagón reaparecido, al cabo de ocho años, en un cobertizo de Villaverde. Si en realidad se hubieran destruido pruebas, como sostienen las teorías conspirativas, esa chatarra no estaría ahí. ¡Una deducción para nota, sin duda! No está mal que el sentido del humor sea lo último que se pierda.
Ni que decir tiene que tampoco se destruyeron pruebas en el laboratorio de los TEDAX, aunque el propio ex comisario jefe, Sánchez Manzano, haya admitido que sí se eliminaron las que se consideró que eran solo "objetos" en lugar de "muestras". De las toneladas recogidas en los escenarios de las explosiones, el comisario solo consideró técnicamente útiles -o sea, muestras- 23 de ellas. Y de poco sirvieron, porque acabaron contaminadas, inexplicablemente, perdiendo así su valor testimonial.
Pero no, según la Audiencia Provincial de Madrid, no puede emplearse eso como prueba contra Manzano porque constituye materia ya juzgada en 2007 y ratificada por el Tribunal Supremo en 2008. Lo de menos es que sea cierto o no que se destruyeran tales pruebas y que lo hiciera, supuestamente, un funcionario de policía.
Sorprende la falta de curiosidad que muestran algunos medios y tribunales ante la evidencia pública del mucho tomate que rezuma aquel 11 de marzo
Sorprende la falta de curiosidad que muestran algunos medios y tribunales ante la evidencia pública del mucho tomate que rezuma aquel 11 de marzo. Afortunadamente, la ciencia sigue siendo curiosa y el mundo avanza en dirección opuesta a las dictaduras religiosas, políticas e informativas, que a menudo contribuyen también a ponerle vendas a la justicia que aún no se había quedado ciega.
Los españoles siguen teniendo derecho a saber qué pasó, a tener un gobierno -al menos uno- que no les mienta, a una policía que no destruya pruebas bajo demanda y a un poder judicial poco independiente que deje de perseguir a los jueces y fiscales que sí lo son. Numerosos periodistas, asociaciones de guardiaciviles, policías, magistrados y víctimas dudan de que el caso 11-M pueda darse por cerrado realmente.
La justicia que obstruye a la justicia huele a naftalina politizada. Lástima que esa facción del gremio sea la que controle el sistema. El resto tiene que sufrir chantajes y amenazas. La basura que encontraron bajo la alfombra de Cillán fue de gran utilidad para que Manzano se fuera "de rositas", sobreseído que no absuelto, de las imputaciones que, según fuentes próximas a la jueza, estaban sobradamente acreditadas.
El humor puede que sea lo último que se pierda y el que ríe último es, al menos, el último en reír. Así que, tranquilidad para los indignados que niegan las evidencias de conspiración. Cada día tiene su propio afán, como dicen el Ministro del Interior y San Mateo. Que se lo pregunten a Garzón si no. En algún momento el ex juez liberará la información necesaria para reabrir el caso 11-M. Todo a su debido tiempo.
Los españoles siguen teniendo derecho a tener un gobierno -al menos uno- que no les mienta
¡Indignados sí, por la conspiración, no por las teorías!