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Como uno más de los millones de personas que, cada año, salen a comprar los regalos de Navidad y Reyes, terminé exhausto de caminar por las tiendas y los centros comerciales, en busca de ese obsequio especial para cada persona en mi lista
“El verdadero Espíritu de la Navidad”
Fue entonces cuando, en un parque cercano, busqué un banco para descansar antes de continuar con mi día de compras. Estaba tan agotado que ni siquiera me percaté del hombre que también se hallaba sentado en ese mismo banco y con quien, instantes después, inicié una amena conversación. Al verme cargado de bolsas y paquetes con regalos me preguntó, muy amablemente, si ya había finalizado mis compras navideñas y le dije que aún me quedaban algunos obsequios más por comprar. Él, por su parte, me indicó que todavía tenía bastantes compromisos que atender antes de dar por concluido su periplo navideño. También me comentó que precisamente el día 25 de Diciembre era su cumpleaños pero, como vivía solo, no tenía planeado celebrarlo; además me dijo que, durante los últimos años, cuando ha asistido a las celebraciones que se hacen en su honor, se ha ido muy decepcionado porque, en realidad, a él era al que menos caso le hacían y todos se intercambiaban regalos, sin que ninguno fuese para él.
Tras escuchar su relato, no me pude resistir y lo invité a que pasara la Nochebuena en nuestra casa, junto a mi familia, a lo que accedió pero con una condición: que en vez de obsequiarle con algún regalo, el dinero con el que iba a comprarlo lo destinase a alguna organización caritativa que ayude a los pobres. Antes de concluir nuestra amena tertulia, el misterioso sujeto me comentó que, aunque muchos lo toman por loco, él prefiere regalar comida y ropa a los pobres, así como visitar a los enfermos y a las personas que viven solas, en vez de gastar el dinero en obsequios banales e innecesarios. Después de despedirnos amablemente y de darle mi dirección, quedamos en que nos veríamos en casa en Nochebuena y cada uno se fue por su lado. Fue tal la impresión que me causó la charla con el desconocido, que decidí devolver todos los regalos que había comprado y en su lugar, en nombre de cada una de las personas que había en mi lista navideña, incluyendo a mi nuevo amigo desconocido, hice una donación a diferentes organizaciones de ayuda a los pobres. Esa misma tarde, antes de regresar a casa, visité a algunos enfermos en varios hospitales, quienes nunca recibían visitas de familiares o amigos. Por último, también tuve tiempo de acudir a una residencia de ancianos para conversar con algunos de ellos y escuchar relatos de su pasado.
Siempre me quedará la duda de si Él tuvo algo que ver con el “milagro de las donaciones”
Llegó la Nochebuena y, aunque estuvimos esperándole, el misterioso hombre de la amena conversación en el parque, nunca apareció; después de la cena y tras el intercambio de regalos, incluyendo mis impopulares tarjetas con el nombre de las personas y las diferentes organizaciones caritativas a las que había hecho las donaciones, encendimos el televisor y cuál no sería mi sorpresa cuando vi que, en los titulares, resaltaban la noticia de que una persona anónima había estado donando grandes cantidades de dinero, comida y ropa, precisamente a las mismas organizaciones caritativas a las que yo había entregado mis modestos donativos; razón por la cual, muchas más personas necesitadas recibieron comida y ropa esa Navidad. Durante varios días continué yendo al parque para ver si me encontraba nuevamente al misterioso desconocido, pero ya no volví a verle. Aunque siempre me quedará la duda de si Él tuvo algo que ver con el “milagro de las donaciones”, desde entonces mis regalos navideños siempre son en forma de donativos a organizaciones caritativas que ayuden a los pobres, así como invirtiendo mi tiempo visitando a enfermos y personas solitarias. Por ese motivo, estoy infinitamente agradecido al individuo que conocí en el parque ya que por Él aprendí realmente lo que significa “el verdadero Espíritu de la Navidad”.