Recibe este nombre el acuerdo estipulado entre los bandos isabelino y carlista durante la Primera Guerra Carlista en España. Se concibió con la finalidad de humanizar la guerra y de establecer el cambio de prisioneros. Ello fue debido a la intervención de Gran Bretaña por medio de su comisionado extraordinario Edward Granville Eliot.

El convenio fue firmado los días 27 y 28 de abril de 1835 por Zumalacárregui y Jerónimo Valdés. Se aplicó únicamente en las provincias Vascas y Navarra. Este convenio establecía que el canje de prisioneros debía efectuarse en igual número, de grado a grado y con una periodicidad de dos o tres veces al mes; los heridos y enfermos debían ser dejados en libertad tras confirmar su estado; ningún civil ni militar podía se ejecutado, por sus opiniones, sin haber sido juzgado.