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Hace 52 años que el célebre escritor se suicidó. Algunos pamploneses le han olvidado otros le ven en cuanto toman dos vinos. Nosotros le seguimos paso a paso por Pamplona donde está inmortalizado en bronce
El 2 de julio se han cumplido 52 años desde que Hemingway, con las entradas de los toros de Pamplona ya compradas, decidió acabar con su vida.
Ernest Hemingway nació en Oak Park en 1899 y murió en Ketchum un dos de julio de 1961, con dos tendidos en su mesilla para la Cuarta Corrida de la Feria de Toros de Pamplona. Hemingway que vino a Sanfermines en 1923 por primera vez, tenía intención como en 1959 de estar en el encierro. Se interpuso la muerte. Todo a la vez no se puede. Días antes de morir llamó personalmente al Hotel La Perla para anular su reserva para ese año. En 1953 ganó el premio Pulitzer, en 1954 consiguió el premio Nobel, dejó cinco obras sin publicar y 3000 páginas manuscritas.
En 1917, todavía no curtido en el periodismo bélico falsificó su edad para huir de casa y así poder alistarse como voluntario en la Primera Guerra Mundial, como conductor de ambulancias, porque era un pacifista convencido. Pero, herido de gravedad por una granada austriaca tuvo qe ser evacuado. Había participado en la Guerra Civil Española, como corresponsal en el bando republicano de 1937 al 39. Iba siempre desarmado, aunque conocía bien las armas de caza.
De vuelta a Estados Unidos escogió el periodismo profesional como vocación y sus primeras letras públicas las leyeron en el Kansas City Star. Su periódico le mandó a París, donde alternó con las vanguardias y conoció a E. Pound, Pablo Picasso, J. Joyce y G. Stein, Faulkner, Steinbeck, F.S. Fitzgerald, John Dos Passos, y algunos no tan famosos.
Y volvió en la Segunda Guerra Mundial como corresponsal en primera línea, experiencias que luego incorporaría a sus relatos y novelas.
Él mismo declaró que su labor como periodista le había influido incluso estéticamente, pues le obligó a escribir frases directas, cortas y duras, excluyendo todo lo que no fuera significativo. Su propio periodismo, por otra parte, también influyó en el reportaje y las crónicas de los corresponsales futuros.
Entre sus primeros libros se encuentran Tres relatos y diez poemas (1923), En nuestro tiempo (1924) y Hombres sin mujeres (1927), que incluye el antológico cuento "Los asesinos". Ya en este cuento es visible el estilo de narrar que le haría famoso y maestro de generaciones. El relato se sustenta en diálogos cortos que van creando un suspense invisible, como si lo que sucediera estuviera oculto o velado por la realidad. El autor explicaba su técnica con el modelo del témpano de hielo, que oculta la mayor parte de su materia bajo el agua, dejando visible sólo una pequeña parte a la luz del día.
Otros cuentos de parecida factura también son antológicos, como "Un lugar limpio y bien iluminado", "La breve vida feliz de Francis Macomber", "Las nieves del Kilimanjaro", "Colinas como elefantes blancos", "Un gato bajo la lluvia" y muchos más. En algunas de sus mejores historias hay un vago elemento simbólico de guerra y paz, vida o muerte sobre el que gira el relato, como una metáfora que se desarrolla en el plano de la realidad.
La mayor parte de su obra plantea a un héroe enfrentado a la muerte y que cumple una suerte de código de honor; de ahí que sean matones, toreros, boxeadores, soldados, cazadores y otros seres sometidos a presión. Tal vez su obra debe comprenderse como una especie de romanticismo moderno, que aúna el sentido del honor, la acción, el amor, el escepticismo y la nostalgia como sus vectores principales. Sus relatos inauguran un nuevo tipo de "realismo" que, aunque tiene sus raíces en el cuento norteamericano del siglo XIX, lo transforma hacia una cotidianidad dura y a la vez poética, que influiría en grandes narradores posteriores como R. Carver.
Uno de los personajes de Hemingway expresa: "El hombre puede ser destruido, pero no derrotado". Y uno de sus críticos corrobora: "Es un código que relaciona al hombre con la muerte, y le enseña cómo morir, ya que la vida es una tragedia. Pero sus héroes no aman mórbidamente la muerte, sino que constituyen una exaltación solitaria de la vida, y a veces sus muertes constituyen la salvaguarda de otras vidas". A este tipo de héroe suele contraponer Hemingway una especie de antihéroe, como su conocido personaje Nick Adams, basado en su propia juventud, y que hilvana buena parte de los relatos como una línea casi novelesca.
Sus novelas tal vez sean más populares aunque menos perfectas estilísticamente que sus cuentos. Sin embargo, Fiesta (1926) puede ser considerada una excepción; en ella se cuenta la historia de un grupo de norteamericanos y británicos, integrantes de la llamada "generación perdida", que habían luchado en la guerra europea (1917-1919) y vagan sin rumbo fijo por España y Francia y entre borracheras, resacas y desilusiones escribieron sobre su época y circunstancias como, entre los años 20, el Crack bursátil del 29, el gangsterismo de Al Capone, la Ley Seca y los conflictos raciales, promovidos por el KuKuxKlan.
En 1929 publicó Adiós a las armas, historia sentimental y bélica que se desarrolla en Italia durante la guerra. En Tener y no Tener (1937), condena las injusticias económicas y sociales, que había visto en Norteamérica, España y Francia. En 1940 publicó Por quién doblan las campanas, basada en la Guerra Civil española. Esta obra fue un éxito de ventas y se llevó a la pantalla, sin demasiado éxito, porque no hay una clara línea que diferencie a un miliciano de un falangista.
En 1952 dio a conocer El viejo y el mar, que tiene como protagonista a un modesto pescador de La Habana, donde vivió y escribió durante muchos años enfrentado a la naturaleza. Algunos críticos han visto en este texto la culminación de su obra, porque en él confluyen el humanismo y la economía artística; otros, sin embargo, opinan que éste no es el mejor Hemingway, por una cierta pretensión didáctica.
Visitó Pamplona por primera vez en 1923, luego en 1924, 1925, 1926, 1927, 1929, 1931, 1953, 1956 y 1959. Fue heraldo universal de los Sanfermines
Ernest Hemingway fue uno de los primeros que atrajo a sus compatriotas a la fiesta. El buen hombre vino, corrió encierros o no los corrió (según otros), apuró tintorros en cantidades considerables y volvió a los Sanfermines hasta nueve veces en meses de julio entre 1923 y 1959.
Lo que quizá no imaginaba el escritor norteamericano que arrastraría a la piel de toro a la mismísima Ava Gardner y a Orson Wells entre otros famosos, es que a medio siglo de su muerte hay quien se decide a leerle precisamente ahora porque estamos en pleno San Fermín.
Bueno, digamos que Hemingway vino a caer a Pamplona y trató de retratar el modo de vida de los jóvenes anglosajones bohemios en el París de entreguerras, con el añadido de que decidieron irse de excursión a Pamplona en plenos Sanfermines… guiados por Hemingway. Así que en las sombras de esa Generación Hemingway se sumergió en los encierros de los años 20, y todo con un estilo innovador, muy periodístico. Pintó una sucesión de escenas desconcertantemente nítidas. A los que le leyeron les pareció fabuloso.
A la hora de hablar de Hemingway y su relación con Pamplona hay que recordar las palabras de Jerónimo Echagüe: "No llegará el día en que Pamplona será capaz de admitir y reconocer el bien que Hemingway ha hecho a Pamplona. Aquí los extranjeros no vienen a colonizarnos, como sucede en otros lugares, sino a integrarse en nuestras fiestas, eso lo estamos viendo todos los años, aunque siempre habrá excepciones.
Buena parte de la fama universal de los Sanfermines se debe a las referencias que, sobre estas fiestas, recogió Ernest Hemingway en sus crónicas periodísticas y en su novela "The sun also rises", conocida como "Fiesta" en español, cuya película desmereció del primer guión de Hemingway.
El que sería premio Nobel llegó por primera vez a Pamplona acompañado de su primera mujer, Hadley Richardson, el 6 de julio de 1923. Tan hondo calaron en él los Sanfermines, que repitió viaje en varias ocasiones, la última de ellas en 1959. Durante sus estancias en Pamplona acostumbraba a hospedarse en el hotel La Perla de la plaza del Castillo y pernoctaban en el bar Txoko.
Por aquella época, era frecuente verlo sentado en las terrazas de la Plaza del Castillo, presenciando el encierro o en la arena del coso taurino, ante los novillos embolados que llegaron a darle algún tremendo susto.
Gran admirador de las feria del toro y de los matadores, tampoco se perdía una corrida. Fue asiduo cliente de los restaurantes y bares como Casa Marcelino. En esta taberna comía los platos más clásicos de la cocina navarra y siempre conservó la receta del ajoarriero con gambas que allí le proporcionó su amigo Matías Anoz.
Su apretada agenda festiva aún le dejaba tiempo para practicar su afición favorita, la pesca, en los ríos trucheros navarros. De esas escapadas al campo ha quedado un reflejo en el viaje que Jake Barnes y Bill Gorton, protagonistas de "Fiesta", realizan por los valles pirenaicos.
Su marcha de La Habana fue para el un trauma del que no se curó. La leyenda urbana le califica de espía
Desde los primeros testimonios de Hemingway, numerosos norteamericanos han visitado Pamplona en San Fermín. Entre ellos, cabe recordar a David Black, que vino 40 veces; Matt Carney, que llegó a ser un gran corredor del encierro gracias a su buen amigo y maestro, Jerónimo Echagüe; Alice Hall, Joe Disler, Ray Morton y el dramaturgo Arthur Miller y su mujer, la fotógrafa austriaca Inge Morath, antes de casarse con Marilyn Mnroe. James Michener repasa en "The drifters" la presencia de visitantes extranjeros en San Fermín.
Junto a tanta figura de renombre, ciudadanos de todo el mundo siguen el camino de Hemingway y se acercan a Pamplona para conocer in situ la Fiesta.
Todos reconocen a Hemingway el haber sido uno de los mejores propagandistas de las fiestas de Sanfermin y de que el encierro hayan llegado a tan altas cotas de popularidad internacional, especialmente en Estados Unidos. De hecho, hasta que el escritor norteamericano no conoció, vivió y difundió las fiestas en varios de sus escritos, Sanfermin era un acto festivo mucho más íntimo, con contadas y esporádicas visitas de gentes llegadas de otros puntos del planeta, generalmente excéntricos aventureros en busca de un espectáculo, el encierro, del que vagamente habían oído hablar alguna vez. Hemingway se encargó de transmitir la buena nueva al gran público. Su primera contribución, en 1926, llegaría con "The sun also rises" (editada en España como "Fiesta” y bastante mediocre, auque una página diferente de lo acostumbrado).
En "The sun also rises" (1926) Hemingway esboza durante varias páginas algunos detalles que al escritor le debieron impresionar durante sus primeras visitas a Pamplona, entre 1923 y 1927. A través de sus personajes, el escritor de Illinois da algunas pinceladas de lo que debió ver y conocer acerca del encierro, por ejemplo, la mortal cornada sufrida por un corredor. El protagonista y narrador de la historia, Jake, es quien informa a un camarero pamplonés de la muerte de uno de los participantes en el encierro a causa de una cornada en la espalda, lo que provoca la reacción del camarero, conmocionado por la noticia: "Mortalmente cogido, todo por deporte, todo por placer", comenta.
Esta muerte ficticia que recoge la novela pudo estar inspirada en la muerte real del mozo de Sangüesa Esteban Domeño, fallecido en 1924 tras ser cogido a la entrada de la plaza por un astado del Conde de Santa Coloma. Hemingway había estado ese mismo año en Sanfermin por segunda vez, por lo que tuvo que conocer necesariamente el hecho. No se hablaba de otra cosa. Es posible que lo trasladara a la novela, publicada sólo dos años después del trágico suceso.
El acontecimiento se narra con datos ficticios -nombre, edad o procedencia inventados-, pero la inspiración de Hemingway provenía de lo que había vivido un par de años atrás. El personaje de Jake lo relata así: "Más tarde supimos que el hombre muerto por el toro se llamaba Vicente Girones y que venía de cerca de Tafalla. Al día siguiente en el periódico leímos que tenía 28 años y que tenía una granja, una esposa y dos hijos. Después de casarse habían seguido viniendo a las fiestas cada año".
Igualmente se ofrecen algunos datos sobre el toro responsable de la fatal cornada: "Se llamaba Bocanegra, era el número 118 de la ganadería de Sánchez Tabernero, murió a cargo del diestro Pedro Romero. Fue el tercero de la tarde en la corrida. Su oreja fue cortada por aclamación popular y concedida a Pedro Romero, quien, a su vez, se la regaló a Brett".
Algo más adelante, y refiriéndose al mismo encierro, uno de sus amigos cuenta a Jake cómo vio que se formaba una montaña humana en la entrada a la plaza (como la del año pasado) y cómo alrededor de 20 corredores resultaron heridos y cómo la policía trataba de detener a algunos corredores para que no marcharan hacia un suicidio seguro.
El encierro no vuelve a estar presente en el resto del libro, aunque sí otros aspectos de la fiesta, como la juerga nocturna, el alcohol o las corridas de toros. Hemingway, que se suicidó en 1961, siete años después de obtener el Premio Nobel de Literatura, volvería a Pamplona en varias ocasiones más tras la publicación de "Fiesta", era renuente a situar ninguna de sus novelas en las fiestas de Sanfermin, tal vez por el fiasco de
“Fiesta”
John Patrick Hemingway, nieto del escritor ha estado en Pamplona y cada 7 de julio el espíritu de Hemingway parece estar presente en los lugares que frecuentó. Todos sus amigos de entonces han muerto.
Hemingway fue tan aventurero como los personajes que habitan en sus novelas. Se inspiró en el cubano Gregorio Fuentes para dar vida a “El viejo y el mar”, después de forjar con él una amistad y contratarlo como su patrón del yate.
“Mi primera orden es que te tomes un Whisky conmigo y la segunda que nos vamos a pescar ahora mismo al golfo”, recordó Fuentes antes de morir en una entrevista.
Para Hemingway “el deber y el placer eran dos ramas de un mismo árbol”, comentó su nuera y secretaria personal Valerie Hemingway hace ahora cuatro años en una entrevista con varios periodistas.
Hemingway conoció muy bien España y era un entusiasta probado de la tauromaquia, lo que quedó reflejado no solo en “Fiesta” (1926), sino también en “Verano peligroso” (1959), novela póstuma en la que se narra el duelo que el escritor imaginó entre los toreros Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín, con quienes mantuvo una gran amistad. La revista “Life”. entonces la más leída en Estados Unidos y ”Life en español versión para la península, publicó un serial traducido al español, escrito por Hemingway sobre los ”cuñados de la muerte” Ordóñez y Dominguín y según el escritor Gabriel García Márquez(Gabo), Hemingway no escribió con tinta sino con whisky y Vermout.
Durante sus años en La Habana se dice, incluso, que era informante del FBI en Cuba, y luego espía de Fidel en Norteamérica. Nunca se sabe. En La Habana vivió durante más de diez años y donde sus más allegados le llamaban “Papa”. Pero no parece que lo de informante es una leyenda urbana del Caribe.
Fundación Finca Vigía en EE.UU., gestiona fondos y compromete a especialistas libremente para la restauración y conservación del patrimonio de Hemingway en la Isla.
El Gobierno cubano mantiene abierta como museo la Finca Vigía, en la barriada habanera de San Francisco de Paula, y los estudiosos pueden acceder a valiosos exponentes que dan fe de la huella de Hemingway en la Isla.
Pero pudiera haberse avanzado más en la restauración documental y en la digitalización de la papelería si el bloqueo quedara atrás
De ahí, sus consejos para los nuevos novelistas: “si quiere ser escritor, tienes que escribir, no hablar ni pensar, sino hacerlo, y escribir solo sobre lo que realmente conoce, no inventar ni imaginar el tema”, como recomendó Hemingway a su nuera.
El domingo 2 de julio de 1961 el famoso escritor Ernest Hemingway se despertó en su casa en Ketchum (Idaho) y se vistió con su bata favorita. Tras salir de la habitación en la que dormía junto a su esposa Mary, Ernest fue hacia el cuarto donde guardaba sus armas de consumado cazador. Tras seleccionar una de sus escopetas, una Rémington de dos cañones, bajó hasta la sala, se sentó, introdujo un cartucho en la recámara, y apoyó la frente contra el cañón, disparando un cartucho del calibre 12 que terminó con su vida.
Pero, ¿por qué lo hizo? Lo cierto es que por entonces (tenia 62 años) y muchos achaques por motivos de salud, alguna enfermedad en un ojo y otras cosas, y sufría una depresión profunda que le había llevado a dos intentos de suicidio anteriores. No se puede olvidar que Hemingway había tenido una infancia complicada y su padre le trataba con gran agresividad. Todo ello le provocó una gran inestabilidad emocional que intentó paliar con el alcohol, la caza y la literatura.
Y en opinión de su secretaria Valerie Daby-Smith, Ernest se suicido por tres razones: "porque el deterioro de su salud no le permitía escribir, porque no aceptaba el deterioro de su organismo. Hacia el final de una vida aventurera, estaba cansado con estrés permanente y enfermo, y el abandonar Cuba le causó una gran depresión. Era además pesimista. Se sentía perseguido en su casa de Idaho por agentes de la CIA y del FBI, que querían detalles de su amistad con Castro y saber su vida al detalle (luego Castro sufrió varios atentados planeados en Miami).
Se suicidó como lo haría cualquiera de sus personajes, disparándose con una escopeta de caza. Para muchos, es uno de los escasos autores míticos de la literatura contemporánea.
Tradicionalmente su familia había sido una familia de suicidas. Varios miembros de su familia también lo habían hecho. Y también sus descendientes, después. Sobre su fin, el escritor Gabriel García Márquez, amigo de Hemingway y también de Fidel, escribió muchas cuartilla que más tarde fueron a parar a colaboradores de Diasporaweb.