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Ser Hamlet y no Ser Jude Law. (Esa es la Custión)

13/06/2009 17:00 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Jude Law se juega su estrella en el West End londinense interpretando a Hamlet bajo la dirección de kenneth Branagh, y sale airoso de la prueba

Existen, fundamentalmente, dos categorías de estrellas de Holliwood, las que vienen de los grupos escénicos, de las escuelas de arte dramático, de las compañías teatrales: Los grandes hervideros de la pasión, la ambición y el talento. Y las que vienen, por así decirlo, de la puta calle. Las primeras tienen generalmente un aspecto serio y concienzudo, de profesional que se labra su futuro a largo plazo, de corredor de fondo de la escena, de luchador que esculpe su rostro fílmico o escénico a golpes. Las segundas tienen un aire distinto, muy sufrido también, a veces, pero de otra manera, como de persona que apechuga con la suerte que le ha caído del cielo, que lleva su estrella siempre a cuestas como puede, así como la Pantoja cuando cantaba aquello de lo cansada que estaba de llevar esa estrella que le pesaba tanto. Y es que la Pantoja lleva su estrella como la Martirio sus peinetas, de una forma muy esforzada. Es innegable que ser un peso pesado de la pantalla o de la canción (española) no es una cosa liviana, no es como ser edil de un ayuntamiento, ser corista o ser banquero, profesiones todas ellas muy ligeras, propias de personas alocadas y casquivanas que se ponen el mundo por montera. No. Ser estrella de la canción (española) o de la pantalla (sobre todo de la segunda categoría, la que podríamos llamar callejera) es una cruz muy grande que le cae a una o a uno. Y todas las estrellas andan así como sobre el filo de la navaja, con el peligro de acabar en primera plana por homicidio u otro crimen cualquiera, fotografiados de perfil como los delincuentes comunes, pasando del pabellón de la fama, al pabellón de la infamia, que son como las dos alas, la luminosa y la sombría, que flanquean a las celebridades. Entre los profesionales de la primera categoría se encuentra o se encontraba, Lawrence Olivier, por ejemplo, el más ejemplar o prototípico sin lugar a dudas. O John Garfield, el tipo duro más sensible del cine o el tipo sensible más duro.

De la segunda categoría, podríamos citar a Lana Turner sin ir más lejos (que compartió cartel con John Garfield, por cierto, en el cartero siempre llama dos veces. Su interpretación más sublime). Lara Turner no fue encontrada en la calle, pero casi. La descubrió un periodista llamado Wilkerson en una cafetería -el Top Hat- cuando se tomaba una coca cola y la lanzó a la fama ipso facto. Y uno se podría imaginar perfectamente a Mayer de la Metro diciéndole a Lana Turner (en el caso de que hubiera tenido que rescindirle el contrato) aquello de que madre no hay más que una y a ti te encontró Wilkerson en la calle. (No consta, sin embargo, que lo hiciera). Lana Turner sería la rubia entre las rubias si no hubiera existido Marilyn Monroe, que es la rubia por antonomasia que sobresale y descuella en el panteón dorado de las estrellas caídas y recogidas del duro asfalto. Con Lana Turner se cumplió el mayor sueño de todos. El sueño de los sueños de todo aquel o toda aquella que aspira a la rubia y dorada fama: Que te descubra el productor cuando estás bebiéndote una coca cola o tomándote una tapa de tortilla inocentemente y te catapulten a la fama sin comértelo ni bebértelo. Los actores de teatro envidian la proyección y la popularidad de las estrellas de cine y, al mismo tiempo, las miran un poco por encima del hombro, como entes de menor empaque y sustancia dramáticas. Éstas últimas, a su vez, miran con aprensión la escena, como si fuera una trampa o una encerrona preparada para acabar con su imagen fabricada a base de filtros y programas informáticos de todo tipo, como photoshop, por ejemplo. Y es que en el teatro no hay trampa ni cartón, aunque haya, o haya habido muchísimo cartón piedra. Algunas estrellas se juegan la corona, sin embargo, y acaban su carrera coronados con una corona de laureles doble.

¿En qué categoría incluiríamos a Jude Law, que acaba de debutar en el West End londinense en el papel de Hamlet? En realidad cabalga sobre las dos con soltura. Pertenece a una especie extraña, inclasificable, híbrida; pues él procede del teatro donde hizo su aprendizaje y fue precisamente en Broadway, interprendo la obra “Indiscretions” junto a Kathleen Turner (otra estrella que se arrojó al foso de los leones escénico) donde fue descubierto y catapultado al estrellato.

Y sin embargo se le ve tan cómodamente instalado en el sillón de la fama que parece que hubiese nacido con estrella y que hubiera cruzado la puerta de los grandes estudios, por así decirlo, en pañales. Tiene esa cosa, para muchos irritante, de niño mimado y mal criado por la fortuna. Lo suyo al interpretar a Shakespeare no es, pues, más que un retorno a sus orígenes y recita al Cisne de Avon, al parecer, con soltura, (¿cuantas estrellas no tartamudearían y palidecerían ante la retórica shakesperiana?)

Ha salido, pues, airoso de la prueba y las críticas son bastante positivas si bien un tanto reticentes, y tienden a compararlo desfavorablemente con David Tennant, un actor que debe su fama, que no ha rebasado las fronteras del Reino Unido, principalmente a producciones televisivas y que ha interpretado también el papel no hace mucho.

Law juega con la desventaja de ser una estrella de enorme popularidad a la que algunos le perdonan todo (sus fans) y otros no le perdonan nada. Tennant tiene la ventaja de ser una celebridad más modesta y más doméstica, la fama desmedida puede resultar avasalladora y por lo tanto siempre suscita resistencias y animosidades. Lo que debería importar, sin embargo, es la capacidad de dejar de ser uno mismo, seas quien seas, y ser o no ser completamente el príncipe Hamlet de Dinamarca.

Quien quiera jugar al juego de las odiosas comparaciones (odiosas, sobre todo para el juega con desventaja en el juego) puede hacerlo todavía. Si puede ir la Londres, claro.

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La interpretación de Tennant va a ser rescatada para una próxima producción de la BBC del célebre drama Law seguirá preguntándose o preguntándonos si la vida merece o no la pena hasta el 22 de agosto en el Wyndham's theatre de Londres. (Charing Cross Road)


Sobre esta noticia

Autor:
Francis Bullion (17 noticias)
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