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En 2012, Mohamed Abu Aisha participó en un campamento de paz estadounidense con israelíes, pero ahora teme que algunos de ellos estén pilotando los aviones que sobrevuelan Gaza.
Sentado en Tuffah, al este de la ciudad de Gaza, el adolescente, de 17 años, observa la devastación dejada por el bombardeo israelí en el que murieron 18 personas el sábado por la noche.
El objetivo parecía ser el jefe de la policía de Hamas, pero el misil mató a un importante número de miembros de su familia, cuando un cohete cayó en la casa de un primo a quien visitaba poco después de las oraciones del Ramadán.
"Es un desastre", dijo Abu Aisha, que vive a dos manzanas del lugar. "La explosión fue tan fuerte que nuestra casa se estremeció. Todo el polvo y los escombros se introdujeron por las ventanas, pues no las podemos dejar abiertas, ya que en caso de bombardeo, se rompen", añadió.
Abu Aisha se acaba de graduar en la Escuela estadounidense internacional de Gaza y puede hablar de manera fluida inglés. Perfeccionó sus conocimientos del idioma con una estancia de dos meses en Estados Unidos en 2012, en el marco de un programa de paz con israelíes y otros que viven en zonas de conflicto y que lleva como nombre 'Seeds of peace' ('Semillas de paz'). "Es un programa que hace convivir a personas que viven en zonas de conflicto y facilita que hablen entre ellos", añadió.
Fue la última vez que habló largo y tendido con israelíes, e hizo amistades cautelosas con algunos de ellos, mientras trataba de explicar las cosas desde su punto de vista.
Siguió en contacto con ellos, pero recientemente supo que algunos comenzaron su servicio militar obligatorio. "Esas personas están en el ejército, tal vez algunos en la fuerza aérea", dijo. "Miro alrededor y temo que algunos de los que conocí estén ahora en los aviones que nos están bombardeando", agregó.
Desde que se iniciaron los bombardeos israelíes, el martes, Abu Aisha cesó los contactos con los israelíes que conoció. Y expresa su frustración cuando habla de los que ahora están en el ejército. "Estoy decepcionado por ellos. Esperaba que rechazarían ingresar al ejército, pero ahora hacen parte de una fuerza criminal", agregó.
La explosión desniveló el edificio donde vivía la familia y dañó la fachada de una estructura vecina, dejando ver la cocina y el refrigerador con su puerta rota, lleno de comida y bebida.
Una escuela cercana de Naciones Unidas también resultó dañada por el bombardeo. Todas sus ventanas estallaron y se ve un enorme hueco en el muro exterior.
En el suelo, se observan los cuadernos de los niños, un zapato de una mujer, entre otras cosas.
En un terreno cercano, se cavaron 17 tumbas para recibir a quienes murieron por la explosión. Una foto de la familia del patriarca Majed Al Batsh se ve sobre una sábana que cubre restos de su cuerpo, así como partes de los cuerpos de otros miembros de la familia.
Los muertos son sepultados en medio del caos, con familiares apiñados en torno a la fila de tumbas.
Junto a los restos de uno de los cohetes que impactaron la casa de Batsh, Abu Aisha dice que espera convertirse alguna vez en médico. Terminó el bachillerato y ahora espera viajar a Turquía para estudiar medicina. "Quiero estudiar para ayudar a mi país", dice. "Pienso que en las próximas décadas, habrá muchas guerras por aquí y por eso necesitamos gente que pueda ayudar al pueblo", afirmó a la AFP.