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Las relaciones entre música y fotografía me han llevado a ser el fotógrafo que hoy soy
Hace tiempo escribí un pequeño texto en el que trataba de desahogarme de ciertos malestares ya ahora olvidados. En estas palabras quería dejar en claro lo que producía en mí el escuchar música, en especial el rock. El poema (eso intentaba hacer) es el siguiente:
La noche inmensa,
música rock,
el último recurso para el olvido.
Poco hay que agregar a lo dicho en estas claras palabras. Llegaba yo a mi cuarto y ponía mis viejas cintas. Reproducía sobre todo a Led Zeppelin en aquellos años. Me dejaba perder en la audición de la batería y los requinteos apasionados. La voz de Robert Plant, siempre quejándose, armonizaba perfectamente las melodías del grupo.
El rock siguió siempre conmigo, ya después llegaría (o volvería) Pink Floyd con su reconfortante música. Yo había dado un periplo empobrecedor; había iniciado con The wall y luego remataba con The division bell (sin Roger Waters, ya) uno de los discos más fáciles de oír de un trío que nunca debió dejar de ser cuarteto. Afortunadamente luego rectificaría esos errores adquiriendo la totalidad de los discos de este grupo (piratería y mp3, gracias) para escucharlo en su totalidad.
El gusto musical luego se tornó en búsqueda de los conciertos en vivo de estos ingleses. El concepto que ellos manejaban en su enorme espectáculo incluía videos que se proyectaban en pantallas enormes mientras ejecutaban sus mejores rolas. Las imágenes ilógicas (no puedo ahorita llamarlas de otra manera) eran de una poesía atractiva. Guitarras de madera convertidas en flujo de arroyos, enormes pelotas de pin pong subiendo al cielo, clavados que no tiene fin ni destino aparente, etc. Todas estas imágenes me llevaron a buscar mi propia expresión fotográfica. Fueron uno de mis motivadores (que no influencias) más reconocidos que terminaron por hacerme de la fotografía un medio de captura y de expresión.
Dije que reconozco que no influyeron en mí, no busco lograr imágenes tales como esas, pero sí concluyeron en mí un deseo de expresar lo que soy (un producto de todo lo que me rodea). Salir a tomar fotos tiene, como siempre en todo quehacer artístico, múltiples significados. Uno de ellos es lograr una memoria que perdure en el tiempo, una memoria de estas cosas que se transforman y pasan día con día. Pero más allá de esto, y ahora que lo menciono aquí, mi finalidad como fotógrafo es lograr una participación en la creación de este mundo. Ese es mi claro objetivo, participar en el discurso general del arte que se da en estas tierras. No sé si soy apreciado o ignorado, pero lo que sí sé es que quiero (y lo logro) hacer las fotografías que quiero.
La música me acompaña siempre, hay una armonía constante que viene de la música. Hay un eco musical dentro de mi cabeza que me motiva a hacer las cosas. Hay una búsqueda de los equilibrios en los ritmos de mi imágenes. Todo esto, lo reconozco, está impulsado secretamente por la música de Pink Floyd.