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Hablar bien de algo o de alguien es venderse al Gobierno, a las empresas, a una ONG asociada al poder, a la iglesia, etc. Y a la vez es aburrir.
Periodismo de investigación, lo más preciado de la profesión y lo que te mide en la calidad profesional del comunicador, es meterse en el lío y molestar a más de uno para sacar a la luz un secreto del poder.
Todo esto es el relato de lo excepcional.
Los diarios en Internet más leídos, los noticieros de TV más vistos y los diarios más vendidos son los que difunden el trabajo del relato excepcional.
Pero pasa lo siguiente: es común que cuando estamos en misa se hable de lo que dice el periodismo, que hoy los medios te imponen un modelo de vida, que la prensa es así, que no dice toda la verdad, etc. Que los medios no dicen esto y esto y esto...
Existe una queja de que la prensa no construye la realidad.
Cientos de miles de aviones vuelan con normalidad alrededor del mundo todo el año. Y sólo dos caen por año. El relato excepcional le dedicará más páginas a esos dos vuelos malditos a que los cientos de miles que no pasó nada.
Ahora ocurre lo siguiente: el relato excepcional configura una imagen y hasta logra redefinir la imagen de algo. Y muchos apuestan, desde su ideología, a forzar la redefinición de la imagen de alguien o de algo a partir de cientos de relatos excepcionales. Pasa con la iglesia católica en muchos medios del mundo y por ejemplo, con Mauricio Macri en la prensa kirchnerista.
Pregunta: ante este riesgo por falta de ética de exceso de relato excepcional ante una figura o institución, ¿finalmente hay que persistir en el relato excepcional o hay que construir la realidad?
Al principio, en su génesis, la prensa consistía en contar lo que pasa. Después empezaron a pasar muchas cosas y tuvo que concentrarse en el relato excepcional. Y gracias al relato excepcional, por ejemplo, hoy sabemos cuál es la verdadera Venezuala.
Creo que la clave está en meter la buena noticia en el relato excepcional.
Por ejemplo, cuando Jorge Bergoglio fue electo Papa, Canal 13 de Buenos Aires hizo un informe de los jesuitas en una provincia, que no recuerdo si fue Chaco. Y al conocer la labor social de los mismos logró sacar al descubierto fallas y errores estructurales de la política en esa provincia.
También se podría hacer lo mismo con grupos católicos que trabajan con chicos Down (que el resultado del informe indique que no existe una legislación específica que los incorpore en el mercado laboral) o con jubilados, o lo que sea. Se podría abordar sobre quienes trabajan para mantener unidas a las familias sobre las consecuencias que notan de aquellos que dejan romper su matrimonio por causas salvables.
En fin, para eso hace falta que la ONG o grupo que colabore con la iglesia haga un plus de comunicación. Por ejemplo, quien trabaje en Cáritas tenga el olfato de detectar una situación de violencia de género u otra cosa que le permita hacer noticia tanto de lo bueno como de lo malo, y desde allí aportar una respuesta de fondo.
No se puede construir la realidad sin el relato excepcional es mi conclusión. Entonces hace falta más olfato periodísticos y curiosidad en esto.
Debido a que conozco el tema de que no hay muchos católicos involucrados con el periodismo, lo que se puede hacer es fomentar la discusión de fondo de los temas en casa, en el horario de almuerzo. Luego trasladar el debate a amigos y cercanos, para luego a un ámbito que pueda contribuir a algo más, como una fundación o grupo parroquial, para que esta instancia sea la que termine construyendo esa noticia (realidad) que incluya el relato excepcional.