¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Redacción Sociedad escriba una noticia?
El oso polar Arturo, que vive desde hace 22 años en un zoológico de la provincia argentina de Mendoza y cuyo traslado reclaman organizaciones defensoras de los animales, está en óptimas condiciones físicas, aseguró un experto estadounidense que desaconsejó mudarlo de hábitat.
"El oso Arturo se encuentra en excelente estado físico y mental", dictaminó Donald Moore, científico del Parque Zoológico Nacional Smithsonian de Washington, tras evaluar al animal y su hábitat, indicó el ministerio de Ambiente de la provincia de Mendoza (oeste).
La salud de Arturo había generado una polémica entre quienes defendían que permaneciera en Mendoza, al pie de los Andes, donde los veranos son secos y tórridos, y quienes bregaban por que fuera trasladado a un lugar con un clima más parecido a su hábitat natural. Incluso el zoológico de Winnipeg, Canadá, había ofrecido albergar al animal y hacerse cargo del coste de su traslado.
La organización ecologista Greenpeace había reunido 160.000 firmas a favor de esta iniciativa.
Arturo, el último oso polar en cautiverio en Argentina, tiene 29 años y desde hace tres años vive solo, tras la muerte de su compañera Pelusa.
Nacido en Estados Unidos en 1985, Arturo llegó en 1993 a Mendoza, una ciudad de 120.000 habitantes rodeada de viñedos que la hicieron famosa.
Moore realizó la evaluación por iniciativa de la organización no gubernamental argentina Amigos del Oso Polar Arturo y de la ONG Polar Bears International, en cooperación con el gobierno mendocino.
Se tomaron en cuenta "la verificación del estado de salud, el comportamiento del oso y las condiciones de su recinto", en base a parámetros internacionales, según el informe. "Dada su avanzada edad y su adaptación a Mendoza, la recomendación es no trasladar a Arturo, dado que una maniobra semejante representaría un alto riesgo para la vida del animal", asegura el comunicado.
El oso vive en un recinto de 35 metros cuadrados con aire acondicionado, una playa artificial de 500 metros cuadrados y una piscina de unos 300.000 litros, según el zoológico mendocino.