Más combativa y, definitivamente, mucho más voluptuosa que Ricardo Sánchez, la universitaria Geisy Arruda acaba de crear una verdadera revolución por haber asistido a clases en minifalda. Lo paradójico es que sucedió en Brasil, el país tropical de los carnavales libidinosos y las telenovelas topless.

Geisy fue expulsada de facto por el acoso y humillación a la que la expusieron cientos de compañeros, quienes se comportaron como una jauría talibán. Tuvo que salir escoltada por cuatro funcionarios armados, cubierta por una bata y miles de insultos. Lo peor es que después fue expulsada administrativamente por su "actitud provocadora". Aunque luego la ¿universidad?, ha tenido que tragarse sus palabras y revocar la majadera decisión ante el disgusto de la opinión pública, que ha convertido a esta niña en una figura farandulesca de las noticias.

Este extraño fenómeno social de tenerle miedo al cuerpo medio desnudo es casi esquizofrénico. Si lo reflexionamos un poco, lo normal sería que todos pudiéramos estar naturalmente desnudos cada vez que pudiéramos, como en la playa, por ejemplo. Pero no. Usted ve a chicas con unos hilitos que apenas le tapan los pezones de unos pechos grotescamente inflados por siliconas hasta reventar. Y eso es lo normal.

Muy pocas actrices venezolanas hacen desnudos sin cubrirse "coquetamente" sus partes pudendas. E incluso a la versión venezolana de Playboy, le tomó tiempo atreverse a mostrar su primer pubis criollo. Sin embargo, una revista de farándula, de la misma casa editorial, fotografía el picón de pecho de una miss recién coronada, aunque no fuera su voluntad mostrar el pezón (que lo tiene bien bonito, por cierto) y nos parece normal.

¿No estamos un poco majaretas?