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Aunque El siglo XVII es considerado un siglo de crisis económica en Europa en general (con las excepciones de los Países Bajos e Inglaterra) y en el Mediterráneo en particular, en España esta crisis fue más temprana y profunda.
El Siglo XVII es una centuria de notable descenso demográfico causado por las constantes epidemias de peste, la bajada de la natalidad, las hambrunas provocadas por las malas cosechas, la expulsión de los moriscos de 1609 y, en menor medida, la emigración a las Indias. Además el descenso demográfico alimentaba la crisis económica al caer la demanda y con ella la artesanía y el comercio.
También hubo en cambio en la distribución de la población, teniendo cada vez mayor peso demográfico la periferia y menor en el interior, produciéndose la decadencia de las anteriormente pujantes ciudades castellanas con la excepción de Madrid por ser sede de la Corte.
Plano del Madrid de los Austrias
Hasta la década de 1680 no hubo signos de recuperación de la crisis económica cuya causa principal fue la política exterior, que absorbió los ingresos ordinarios (los metales americanos y los impuestos tradicionales), obligando la Corona a recurrir a medidas extraordinarias como la devaluación de la moneda (vellón), la venta de cargos o el increíble aumento de la presión fiscal.
Esta situación se agudizaba por la mentalidad nobiliaria que había penetrado en todos los estratos sociales. Los prejuicios contra el trabajo y las actividades comerciales provocaron que todo el comercio estuviera dominado por extranjeros, y el aislamiento cultural de España causó un atraso tecnológico que obligó a recurrir a importaciones, lo que era muy grave desde el punto de vista estratégico (por ejemplo, se tenía que comprar material naval a Suecia, enemiga de la Monarquía).
Todo esto repercutió en la situación de los diferentes estamentos. El campesinado empeoró todavía más sus condiciones de vida. La debilidad de la Corona permitió a la nobleza continuar con todos sus privilegios e incrementar el nivel de renta de sus señoríos. El clero, aumentó espectacularmente su número por ser un refugio contra el hambre, al tiempo que también lo hacían los grupos de marginados.
El hidalgo y el pícaro se convirtieron en arquetipos de la España del XVII. Y con excepciones como Cádiz o Barcelona, no se pueda hablar de la existencia de una burguesía como la que existía en Inglaterra u Holanda, puesto que las clases con medios económicos, en vez de invertir en empresas productivas lo hicieron en tierras para vivir de las rentas a la manera noble.