¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Valentín Mazo escriba una noticia?
He defendido en varios artículos anteriores, a pesar de mis anhelos por una democracia mucho mas representativa en nuestro país, que dadas las circunstancias delicadas por las que atravesamos, la transición hacia un modelo sinceramente regenerado, se llevara de una manera prudente, sin llamadas a la demagogia populista o a la barricada.
No veía, ni sigo viendo viable un "echarse al monte" ni un rupturismo tajante con la transición. Parece claro, sin embargo, que una segunda transición se antoja necesaria y deseable.
Dicho esto, tengo que admitir que el panorama al que nos enfrentamos es desolador. La clase política que hipotéticamente todavía no esta tocada por el cáncer de la corrupción, o por alguna de sus metástasis no parece capaz de levantarse de la lona y el árbitro lleva ya un tiempo contando inexorablemente. La otra hipotética clase política por nacer o por convertirse en alternativa no aparece y si lo hace no apunta suficientes maneras para tomar en serio las riendas de un caballo desbocado como el nuestro.
En este momento, los síntomas que la actualidad nos transmite inducen a emitir un feo diagnóstico de la salud del entramado institucional y de partidos. Si dichas fuerzas consideran que tienen avales suficientes para reconducir esta situación tan deteriorada, harían bien en no demorar su demostración, porque la masa social está empezando a encargarles la mortaja.
Hasta no hace mucho tiempo, el sentido de la prudencia antes apuntado, me llevaba a creer que ante una situación tan delicada, la experiencia era un grado. Visto el presente, considero indispensable que dentro de los partidos actuales, los jóvenes den un golpe de timón y los mayores se acojan a la jubilación anticipada. El país no está por la labor de volver a dar cheques en blanco entre otras razones porque el talonario se nos ha consumido. Si ese paso no se concreta en un futuro muy inmediato, el diagnóstico de sistema caduco se va a agudizar. La idea de que el poder en la cúpula de los partidos no permite el relevo y de que los cachorros han de hacer méritos a veces inconfesables para ascender empieza a calar hondo. Si eso fuese así, los antisistema no solo se irán cargando de razón sino que llegarán a ser la única razón que pueda satisfacer al afán de regeneración de la mayoría de la sociedad española.
Hace no muchos años, me sentía orgulloso del salto cualitativo dado por nuestro país en tiempo histórico record. Me resultaba fácil desestimar posturas ajenas a nuestro sistema de funcionamiento social y de representación política. A jóvenes cercanos a mi entorno (ovejas descarriadas), les afeaba conductas consideradas por mí como escapistas, irresponsables, comodonas o simplemente encubridoras de un nihilismo interesado para no dar un palo al agua. Hoy no me siento con fuerzas para rebatirles porque "nuestro sistema" ha dado un pésimo ejemplo y siento una profunda vergüenza.
Señores políticos honestos (que los hay) que os habéis retirado a meditar. Inteligencia y ética de este país cansado. Ponerlos las pilas sin demora. La "gente" de la calle necesita muchas cosas que está perdiendo cada día pero sobretodo necesita la esperanza de que "hay alguien más" con cualificación y honestidad para sacar este país adelante.
A los que intentáis manteneros a cualquier precio y a los que antes de morir queréis seguir matando. A los que delatáis no por limpiar sino por darnos sensación de que todo está podrido para justificar vuestra particular indecencia:
¡Iros ya!. Nos dáis asco.