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Una de las imágenes más espectaculares que podemos ver en la actualidad, en lo que al automovilismo se refiere, claro está, la presenciamos hace pocos días en Daytona. Sí, ya sé que muchos ahora mismo cerrarán esta página y se dedicarán a otra cosa; a los que queden, independientemente de que les guste o no la NASCAR, les recomiendo que visionen el siguiente video: http://www.youtube.com/watch?v=ytEErU9YQag
No me negarán que la plasticidad de las imágenes no tiene similitud en las diferentes categorías del autoracing, con decenas de coches a trescientos veinte kilómetros por hora desembocando en la recta después de la curva dos, jugando, buscando cada uno la posición, moviendo el coche a un lado y a otro, enseñándole el morro al resto de pilotos. Con los coches todavía a medio pintar, estos señores se dedican a trabajar duro, independientemente de los patrocinios que tengan en el futuro y que todavía negocian. Trabajo, trabajo y más trabajo.
Cruzando el charco, ojeando los diferentes medios de comunicación, sorprende que la mayoría de las noticias que inundan la F1 actual provienen del mismo lugar, de Ferrari. Es asombrosa la capacidad de acaparamiento que los de Maranello tienen, opacando al resto de noticias generadas por los demás equipos.
Pero esas noticias generadas por Ferrari vienen de algo muy diferente de la profesionalidad de la NASCAR, sino de la pantomima que un año tras otro hacen en la estación de esquí de madona del campillo, donde se dedican a perder el tiempo los de Ferrari para después llorar amargamente, diciendo que no tienen demasiado afinado el coche y que con su trabajo y dedicación solventarán la diferencia con los demás equipos. Pero claro, tienen que convivir y adaptarse como equipo un año tras otro...
Me niego a leer algo de ese grotesco espectáculo, y solamente con los titulares tengo bastante... les recomiendo ese ejercicio, por salud mental. El colmo de los despropósitos ha sido ver a Fernando Alonso ataviado con una peluca enorme, incalificable, bajar por las pistas de esquí. Sus seguidores estarán encantados, porque verán esa parte humana del ídolo, del faro humano en el que se ha convertido este hombre, pero a los que nos da exactamente igual si Alonso es de Asturias o de Singapur, la imagen del de Oviedo es la consumación de un quiero y no sé cómo, el espectáculo a todo trance, sin importar crisis económicas ni deportivas: se gastan el dinero a manos llenas (con la que está cayendo) y se comportan como si ya tuviesen todo el trabajo hecho o los triunfos de los últimos años les permitieses un respiro. Ni lo uno ni lo otro.
Por el contrario, mientras Alonso y su troupe hacen el imbécil para llenarle un poco los bolsillos a Ferrari, Jimmie Johnson trabaja, trabaja y trabaja, con todo el equipo de Hendrick Motorsports en Daytona, buscando esa optimización del coche para volver a ser campeón de nuevo, porque el segundo lugar no le sirve. No ha nacido para ser segundo, es un piloto de coches de los que muy pocos habrá en la historia, y su lugar está allá donde se pueda ganar una milésima al cronómetro.
Diferencias, entre un mundo serio y otro que se está convirtiendo en uno de esos programas del corazón, con todo programado, con ese toque de pimienta buscado, pero el frasco estaba equivocado y le pusieron nuez moscada.