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Todos recordamos aquellas civilizaciones "primitivas" que ofrecían sacrificios a sus dioses (mala época para ser virgen...)
Actualmente, nuestras organizaciones no se han atrevido a llegar tan lejos (oigo una voz sarcástica que susurra "dales tieeeeempo"). De todas maneras, a veces se reproducen esos momentos de ceguera dónde en aras a conseguir algo difícil, ofrecemos a unos dioses desdibujados (alta dirección, accionistas...) todo tipo de "ofrendas".
La más habitual es la ofrenda de la productividad.
Comparado con la virgen, parece poco, pero su importancia es enorme, ya que no ofrecemos solo la productividad propia, sino también la ajena.
¿Analizamos sistemáticamente hasta qué punto estamos perjudicando la productividad de todos a los que llamamos a filas en aquellas reuniones que convocamos? ¿Todos los convocados son imprescindibles? ¿La reunión también lo es? ¿Realmente no la puedo sustituir por otro medio?.
En el momento de plantearme la reunión, esa cuestión debería ser obligatoria.
Pero también lanzo un par de llamadas al participante:
No dejes que nadie (y tú menos!) sacrifique tu productividad.
Imagen «Sacrificio» cortesía de Shutterstock
Eva CantavellaFormadora en RRHH-Comunicación y especializada en Conducción de reuniones. Escribo en el blog Reuniones Eficaces. Aunque mis inicios profesionales fueron como jurista en París, mi paso por la Chambre de Commerce de Martinica (Antillas Francesas), donde colaboré dos años, me hizo cambiar de rumbo y optar por la formación, profesión-pasión a la que me dedico en España desde 1996. Ecantavella@msn.com.