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Héctor Silva Michelena No se sorprenda, existe tal economía.
No se sorprenda, existe tal economía. El Diccionario de la Real Academia nos da varias acepciones de la palabra ocio: 1) cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad, 2) tiempo libre de una persona, 3) diversión u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman regularmente por descanso de otras labores, 4) obras de ingenio que alguien forma en los ratos que le dejan libres sus principales ocupaciones. Nótese que, según estas acepciones, el ocio puede ser una ocupación reposada o subsidiaria de otras principales. La polisemia del término deja fuera sin embargo el hecho de que el ocio pueda ser una actividad económica. ¿Cómo lo definido como no económica puede convertirse en una parte de la ciencia económica? Esta y otras preguntas las responde acertadamente el economista José Manuel Sema Morante (Economía del ocio. Perspectivas y prospectivas, Cendes, UCV, 2005). El autor no se limita a responder preguntas sino que formula importantes nociones y aristas sobre el ocio, que tocan diversas funciones como las psicosociales, sociales, económicas, ecológicas y ambientales, y lo considera un factor de inclusión.
Veamos cómo resuelve Serna la contradicción entre estos términos: economía ha estado desde hace 230 años (Adan Smith) centrada en el trabajo, al que se agrega después el factor capital, la contradicción emerge. ¿Cómo puede, pues, existir una economía del ocio? Oigamos al profesor Serna.
El ocio positivo es libertad de espíritu para sanar las patologías generadas por la dominación.
Replantearse la idea de la racionalidad económica a la luz de la noción de ocio, tal como sugiere Emeterio Gómez, implica una crítica de las categorías básicas de estas ciencias, las cuales deben replantearse a partir de otra noción de mayor jerarquía que la de racionalidad; la idea de libertad. Esto lo hace bien Serna, quien sostiene que el ocio es un orden cultural complejo, cuya vigencia resulta ancestral en cierto sentido. La nacionalidad capitalista lo execró históricamente oponiéndolo negativamente al trabajo. Serna define así la economía del ocio: “campo de la economía destinado a la producción, distribución, consumo y autoconsumo de productos y servicios para satisfacer necesidades relacionadas con actitudes, hábitos y prácticas culturales, individuales y sociales para el entretenimiento, formación y recreación física, psíquica y espiritual, durante el tiempo libre para la disposición social, individual y psicológica”.
El ocio constituye, pues, una necesidad humana tan esencial como el trabajo, que también es consustancial con el hombre. El ocio positivo es libertad de espíritu para sanar las patologías generadas por la dominación. En los tiempos que corren, este ocio aparece como un valor u opción ética. El autotelismo, como la idea de lo bello y del arte, viene en línea directa de la estética kantiana, y es la principal característica del ocio, su pureza, su positividad.
El ocio constituye, pues, una necesidad humana tan esencial como el trabajo, que también es consustancial con el hombre.