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Desde chiquita, Dolores tuvo un vínculo muy marcado con los animales , por los que siempre expresó interés, compasión y por sobre todo un amor entrañable. Como habrá sido que por esos días sus sueños infantiles la proyectaban a una veterinaria cuya misión fuera la de curar gratis a todos los bichitos que anduvieran por ahí con alguna complicación.
Para bien de los animales, el tiempo hizo realidad esa vocación y Dolores no sólo se convirtió en una destacada profesional especializada en equinos, sino una iniciativa propia para atender sin cargo a los caballos de los cartoneros que multiplicó la crisis de 2001 , fue el disparador de una ONG que hoy conjuga toda esa filosofía de acción.
‘Tuve la mejor infancia que puede tener un chico y en la cual mis padres me inculcaron el amor a los animales’, argumentó a HISTORIAS DE VIDA Dolores Oliva , de 42 años, para explicar su ADN ‘bichero’ con reminiscencias de los días en la quinta familiar de Villa Elisa, donde junto a su hermana Victoria, hoy odontóloga, recogían a cuanto cuadrúpedo lastimado encontraran en sus paseos a caballo.
Con el tiempo, la formación que obtuvo en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de La Plata , donde hoy es docente, la llevó a especializarse en equinos para lo cual fue pasante durante un año en distintos haras de Estados Unidos.
La Argentina Que la recibió a su vuelta estaba socialmente en llamas y una de las nuevas característica que exhibía era la de los carros de los cartoneros recorriendo la ciudad, tirados por caballos enfermos y descuidados, cuando no eran víctimas de maltrato.
Matías fue el primer cartonero al que se le acercó para sugerirle con buenos modos que el caballo que tenía estaba lastimado y que sufría con el esfuerzo que realizaba tirando un carro sobrecargado. El muchacho, desconfiado primero, aceptó a regañadientes las indicaciones que vinieron acompañadas por antibióticos y comida aportados por Dolores y su mamá, Pichina.
Desde un rincón del alma
Poco después, Dolores iba a las villas de emergencia de la periferia platense donde ni siquiera había calles marcadas para seguir el tratamiento del caballo de Matías y fue así que se le agregaron a la consulta a domicilio los de tantos otros cartoneros.
‘Además de curar al caballo, el tema era enseñar a tratarlos bien porque el animal es un ser vivo que significa para esa gente el sustento , o que implica -subrayó Doloresque había que darles de comer y atenderlos, como tampoco había que moler a palos al perro que cuando la casa quedaba sola, la cuidaba’.
La iniciativa sumó a alumnos de la universidad y colaboradores, lo que derivó en 2006 en la creación de Con Alma , la ONG que aúna a veterinarios que trabajan por el bienestar animal y humano.
Hoy el celular de Dolores sigue recibiendo llamados de los cartoneros para que les revise a sus caballos y hasta Matías, el joven que sin pensarlo abrió el juego a esa faceta, tira a mano el carrito cargado cuando su yegua anda con problemas. Aquello que se propuso Dolores de chiquita, al final, se hizo realidad , y de allí que tantos equinos y perros de los barrios pobres que dejaron atrás llagas, flacura y sarna, atesoren en su memoria animal a esa veterinaria que suelen mirar con una expresión que quien los entiende, sabe que dicen gracias.
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