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Dictadores, ¿cómo acabar con ellos?

06/08/2022 03:56 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

La dictadura es tan antigua como la vida, pero con un poder e influencia que siempre es temporal, nunca triunfa de forma definitiva

La dictadura es una política que ni siquiera le sirvió a Dios, el primer dictador de la historia. Cuando solo contaba con dos habitantes en el también primer país del mundo, el deseo democrático de querer saber tanto como su gobernante impulsó al hombre a la desobediencia, a transgredir la ley. Por lo cual fue inmediatamente castigado, sin que con ello ni con correctivos posteriores escarmentara.

Finalmente, tras generaciones y frustraciones, Dios se dio cuenta de su error, de que la dictadura no era un buen método. Había que dar libertad al pueblo y arriesgar. Y en vez de mandar y castigar, se atrevió a enviar a la Tierra un mensajero con fórmulas apropiadas para que el hombre encontrara la sabiduría y conviviera democráticamente:

«Si tienes fe suficiente, puedes decir a la montaña que vaya al mar, e irá, pero ama al prójimo como a ti mismo».

Y aunque inicialmente la nueva estrategia no tuvo mucho éxito, desde entonces la receta se ha extendido por todo el mundo machaconamente y Dios parece mantener una extraordinaria paciencia a la espera de que termine dando resultado, como convencido de que, aunque suponga un largo proceso, se trata del camino correcto.

Pero en el ser humano persiste aún, como una especie de resto genético, esa ambición original: quiere ser Dios. Y, al menos en algunos, la herencia de aquella tentación estimulada por la serpiente se despierta con sensaciones internas de divinidad y un soberbio deseo de dominar y regir autoritariamente la comunidad que han conseguido someter o cuyo gobierno les ha sido confiado; de decidir sobre la forma de vivir, incluso sobre la misma vida y la muerte. Sin escrúpulos, sintiéndose, como por especial derecho celestial, legalmente autorizados a ejercer la dictadura terrenal.

Y con esa particular ley que se arrogan, estos personajes, vistiéndose de impunidad, mandan, abusan, torturan, matan… y permanecen instalados en el poder, bien a través de las armas, del engaño y seducción de masas, o de una hábil manipulación de legisladores y legislaciones. A veces durante décadas y generaciones, gracias a arbitrarias sucesiones que prolongan sus mandatos quitando al hombre la libertad que Dios le concedió.

Cualquier dictadura, lo que denuncia es vuestra ineptitud, vuestra ignorancia, debilidad, cobardía o complicidad

Un Dios que permanece imperturbable ante las fechorías de estos semidioses; que no hace nada contra ellos, los mayores pecadores, y no pone trabas a sus ambiciones; que tras legarnos su último mensaje y a pesar de haberle matado el mensajero, parece tener decidido no volver a actuar, no utilizar la influencia de su poder en el destino de la humanidad, dejando al hombre la responsabilidad de su existencia, con la carga de las consecuencias de sus propios errores en las tareas de corregirse a sí mismo. Entre ellas la de librarse de los dictadores; con toda lógica y razón, parece decirnos:

«Cualquier dictadura, lo que denuncia es vuestra ineptitud, vuestra ignorancia, debilidad, cobardía o complicidad. Habéis luchado, hasta obtener la libertad contra la autoridad de Dios, ¿no vais a poder contra la de un hombre como vosotros?».

Así pues, no se trata ya de rezar, sino de actuar. Son los pueblos sometidos quienes han de tomar la iniciativa y revolverse contra su opresor. Ayudados por otros pueblos cuyos regímenes asentados en la democracia deben constituirse como ejemplo protegiendo la libertad en cualquier rincón del mundo. La ONU, en colaboración con otros organismos mundiales, ha de perfeccionarse y reglarse con fuerza, convirtiéndose en el real y máximo promotor permanente de las libertades en todo el planeta.

No sería conveniente, quizá, utilizar el embargo económico contra países donde la democracia y los derechos humanos no se garanticen, pues esto puede provocar carencias y sufrimientos añadidos a la población. Pero, por otro lado, no debería permitirse que una nación con régimen totalitario sea miembro de Naciones Unidas y que participe, por ejemplo, en los Juegos Olímpicos, o en otras competiciones internacionales. Pues frecuentemente, tanto los partidos totalitarios como esta pandilla de fantoches, payasos y crueles reyezuelos, utilizan los éxitos deportivos como propaganda y medio influyente, como un exponente que confirma el acierto de sus políticas confundiendo las emociones de su población.

Los pueblos han de tener valor y actuar sin temor defendiendo la libertad del ser humano, el derecho más valioso que finalmente Dios accedió a concedernos.

 www.antoniomiguel.es


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Antoniomiguel.es (31 noticias)
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