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La fascinación por la creatividad en el campo de la imagen, facilitada por las capacidades expresivas de las herramientas gráficas, inducen con frecuencia a la desinformación o a la manipulación de información.
En la era de la información, la manipulación informativa es más fácil que nunca. Disimular una información, no ya errónea, sino falsa, en medio de información más o menos veraz, puede ser una tentación para poderes políticos y económicos sin escrúpulos. Contra ello la medida más eficaz quizás sea la formación de la población, el estímulo de la razón crítica del ciudadano, construida alrededor de una cultura de la información que le permita discernir cuándo una información es fiable, cuándo es veraz, cuándo lo presentado son hechos y cuándo son sólo opinión. No es que un ciudadano formado sea informacionalmente infalible, pero, por lo menos, es más difícilmente engañable.
Contra manipulación informativa, cultura de la información
La manipulación informativa está al orden del día. Los causantes pueden ser poderes fácticos que quieren engañar a una parte de la población. Pero también pueden ser profesionales de la información que buscan la notoriedad. De este último tipo ha habido algunos casos muy sonados, como, por ejemplo, el de las imágenes publicadas en 1992 sobre la guerra de Bosnia, sobre lo que aparentemente parecía ser gente encerrada tras una valla en un campo de concentración y acabó, al parecer, siendo gente al otro lado de la valla en la que estaba "casualmente" encerrado el fotógrafo.
Según algunos, esta fotografía hizo más por encender el interés de Occidente por una intervención en Bosnia que muchos meses de barbaridades de uno otro bando. Aunque, claro está, puede que esta interpretación esté a su vez también manipulada. Internet es un medio ideal para difundir información falsa. Primero, por la falta de control: todo es publicable.
Y, segundo, por su falta de calidad: nadie garantiza que lo que lees es verdadero o falso. Es por eso, que la red ha sido utilizada con frecuencia para difundir o expandir todo tipo de conspiraciones, por no decir difamaciones. Contra ello, no hay más remedio que desarrollar un cierto espíritu crítico, que nos permita poner "en cuarentena" todo lo que leemos, sea cual sea la fuente.
Un profesional de la información, en cualquiera de sus facetas, que sea consciente de su responsabilidad, debe seguir unos principios éticos muy rigurosos. Debe, por ejemplo, indicar cuándo añade opinión a los hechos, cuándo suprime algunos datos para simplificar el mensaje, cuál es la calidad de las fuentes utilizadas, y cuándo no está seguro sobre la fiabilidad de algunas de ellas. Sacrificar la veracidad de la información por conseguir un mayor atractivo es, claramente, lo último que debe hacer