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COn 6.5 millones de ejemplares está disponibles hoy The lost symbol en el mercado anglosajón
"Temporalmente lisiado". Así llegó a sentirse Dan Brown mientras escribía The lost symbol, su nueva novela. "En vez de pensar en qué deben hacer tus personajes, dices: 'Espera, millones de personas van a leer esto'", reconoció ayer a la revista Parade. No lo culpen si se pone nervioso: con El código Da Vinci no sólo vendió 81 millones de ejemplares, prácticamente reordenó la industria editorial. Desde hoy, con The lost symbol brillando en las librerías de habla inglesa, veremos si Brown fue capaz de estar a la altura de las expectativas. Publicado en 2003, El código Da Vinci rompió las reglas del best seller, instalando un inusitado tema en la sobre mesa: ¿es posible que Jesús, en lugar de morir en la cruz, se casara y dejara descendencia hasta el día de hoy? Como resultado, el Vaticano se opuso a la novela. The lost symbol tiene el desafío de poner un tema que cuestione a la mitad de Occidente y generar la molestia de una institución de siglos de antigüedad . Hace seis años, Brown presentó -o inventó- una nueva faceta de Leonardo da Vinci: ¿después de The lost symbol conoceremos un rostro secreto de George Washington, la figura que guía los pasos de la novela? ¿Se releerá la biografía de Washington tal como hoy se buscan símbolos ocultos en los cuadros de Da Vinci? De ahí pasamos a otra meta: los imitadores. Si realmente The lost symbol llega a ser un éxito, en los próximos cinco años veremos toneladas de libros que, como el original, descubrirán conspiraciones que liguen a la masonería con los padres de EEUU. Son tareas probablemente irrepetibles. Pero hay algo que Brown no puede dejar de hacer: debe ser adictivo. Si The lost symbol no induce al lector a una ansiedad enfermiza por pasar página tras página creyendo cada tonta revelación, será algo parecido a un fracaso. Algo sabemos: la primeras críticas en EEUU adelantan que Brown no ha perdido su gracia.
COn 6.5 millones de ejemplares está disponibles hoy The lost symbol en el mercado anglosajón