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En una época en la que la democracia se caracteriza por su ausencia la pirámide del poder cada vez que se comprime aplasta el ansia del pueblo por mostrar su indignación
Estamos en una época en la que la corrupción raya niveles extremos que salpica a todas las áreas, niveles que asfixian a uno en una batalla por sobrevivir donde no hay agua, solo aguas fecales.
Cada día que salgo a la calle denoto en la cara de la gente una angustia perceptible en ese instante en que descubren el alma, esa mirada inconsciente que los desnuda por dentro. Una mirada al infinito que refleja el malestar general que siente todo el mundo hacia un sistema aceptado a la fuerza puesto que de momento nosotros vamos en los vagones.
El maquinista por supuesto no lo elegimos nosotros pero sí el destino, el problema es si uno llegará o no. Muchas estaciones esperan la parada del tren para dejar pasajeros y recoger otros y así sucesivamente hasta volver al punto de partida, es la serpiente que se muerde la cola.
El sistema nos tiene atrapados de una manera superficialmente coherente pero en el fondo hasta en la punta de la pirámide sabemos que no es así, algo no funciona, algo huele mal, algo nos incita a retraer esa rabia interior acumulada durante años y que algún día estallará en forma de enfermedad, puede ser hoy, puede ser mañana, puede ser en este preciso momento…
El óxido que corroe el sistema lo hace lentamente, el problema viene cuando ataca las bisagras y la puerta comienza a chirriar, en ese momento salta la chispa hasta que alguien echa un poco de aceite y vuelta a empezar.
Los gobiernos dirigen a las poblaciones como una orquesta en la que nosotros somos el público, la diferencia es que al director de la orquesta no lo conocemos, tiene muchos nombres y no es el que nos presentan, a todos nos paga alguien y no económicamente.
Los músicos tienen siempre la partitura que más les conviene, no podemos cambiarla porque están en un plano distinto del nuestro, viven en un mundo aparte y lo saben. El sistema está hecho de manera que nunca lleguemos directamente a ellos, nos engatusan con sonrisas apretadas que todos estamos cansados de ver, me pregunto de qué se reirá esta gente.
Sinceramente, estoy tan harto del sistema que prefiero no pensar en ello pero aún así estoy metido en él como un círculo dentro de otro círculo, cómo salir? No podemos…o eso creemos.
Pero aún así sé que hay una manera de salir y es dentro de mi cabeza, yo soy libre, lo sé y con eso me llega, porque a mí no me engañan, no pueden porque discierno las cosas y no las acepto como hace mucha gente, esa gente de la que les hablaba antes. Fíjense en la gente sentados en una terraza, en el parque, en el transcurso de su mirada siempre habrá un momento en que se desnuden para usted sin darse cuenta, sólo hay que estar atento…, y ser el maquinista del tren.